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¿Puede provocar la guerra en Ucrania una crisis alimentaria global?
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Juan Ramón Rallo

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¿Puede provocar la guerra en Ucrania una crisis alimentaria global?

No deberíamos soslayar la incipiente crisis alimentaria aun cuando nos afecte bastante menos que la energética

Foto: Espigas de trigo al amanecer. (EFE/Sandor Ujvar)
Espigas de trigo al amanecer. (EFE/Sandor Ujvar)
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Aunque los precios del petróleo y del gas copan, por motivos evidentes, los principales titulares de los medios de comunicación, no deberíamos perder de vista la evolución del precio del trigo: no en vano, esta materia prima registra estos días su máximo histórico en términos nominales, y lo está haciendo por la disrupción productiva que supone la guerra en Ucrania.

Por un lado, Ucrania y Rusia no representan, en conjunto, un enorme volumen de toda la producción mundial de trigo: en 2019, por ejemplo, la producción global de este cereal fue de 766 millones de toneladas, de las cuales Rusia produjo 74,5 millones y Ucrania 28,5. En agregado, pues, estamos hablando de 103 millones sobre 766: el 13,5% de la oferta mundial. Un porcentaje importante, pero no irremplazable. Sucede, empero, que lo relevante no es qué parte de la producción global de trigo procede de estos países, sino qué porción de las exportaciones globales de trigo tiene su origen en esta parte del este de Europa. A la postre, si un país produce mucho trigo y consume mucho trigo (por ejemplo, China produce unos 135 millones de toneladas de trigo, pero consume 150 millones de toneladas, de modo que es importador neto), los efectos de una guerra interna quizá no reverberen de manera demasiado intensa en el resto del mundo: puede que, a causa de la guerra, produzca menos trigo, pero también que consuma menos trigo, absorbiendo localmente parte de su 'shock' negativo de oferta.

Sin embargo, ese no es el caso de Rusia y Ucrania: entre ambas, copan 'un tercio' de las exportaciones globales de trigo. Rusia produce unos 75 millones de toneladas, pero consume 42, de modo que exporta 33, y Ucrania produce unos 29 millones, pero apenas consume nueve, de modo que exporta 20 millones. Una ruptura de la cadena productiva en ambos países puede, por consiguiente, afectar de manera muy intensa al precio internacional del trigo.

Por otro lado, eso es justamente lo que está sucediendo: la estructura productiva del trigo se está viendo muy afectada tanto en Rusia como sobre todo en Ucrania, y por eso el precio del trigo ya está reaccionando. ¿A qué se debe esta ruptura de la estructura de producción? A cuatro motivos. Primero, los agricultores ucranianos están teniendo dificultades para importar fertilizantes y pesticidas, y sin ellos no pueden cultivar sus campos. Segundo, la mano de obra también escasea en Ucrania, dado que muchos trabajadores están siendo reclutados para el frente militar. Tercero, y como problema que también afecta a Rusia, la mayor parte del trigo de ambos países se transporta por vía marítima a través del mar Negro, el cual se halla ahora mismo en el epicentro de la guerra. Y cuarto, la incertidumbre general es tan grande (¿podré vender?, ¿podré transportar la cosecha?, ¿podré cobrar si mi sistema financiero está bloqueado?, ¿me sirve de algo cobrar en una moneda cuyo valor se está hundiendo?, etc.) que muchos agricultores acaso decidan no sembrar este año.

Foto: Foto: Pixabay/jplenio. Opinión
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Todo lo cual, por consiguiente, apunta en una misma dirección: la oferta global de trigo para la exportación va a hallarse previsiblemente muy tensionada, sobre todo entre aquellos países que sean más dependientes de las importaciones de trigo ruso y ucraniano. Y, entre esos países, encontramos muchos que podríamos calificar de ingresos medio-bajos o incluso bajos. Por ejemplo, Qatar, Kazajistán, Azerbaiyán, Corea del Norte, Tanzania o Ruanda importan más del 90% de todo su trigo desde Rusia; asimismo, Líbano, Laos o Moldavia importan más del 90% de su trigo desde Ucrania. Sin embargo, en el caso de todos estos países, estamos hablando de cantidades pequeñas de trigo que podrían ser fácilmente 'abastecibles' por parte del resto del mundo: el valor del trigo importado por todos ellos ni siquiera alcanza los 1.000 millones de dólares (a precios de 2021). Mucho más complicado de reemplazar resultará, en cambio, el trigo importado por dos grandes países: Turquía y Egipto. Turquía importa el 70% de todo su trigo desde Rusia y Egipto importa el 65% desde Rusia y el 25% desde Ucrania (en total, pues, el 90%). El valor del trigo total importado por Turquía y Egipto supera los 5.000 millones de dólares: en ese caso, por necesidad se moverán los precios globales del trigo (tan es así que el riesgo de impago del Estado egipcio, medido a través de sus CDS, se ha disparado recientemente porque subsidia intensamente el pan que consume su población y, a los precios actuales del trigo, esa será una carga financiera insostenible).

En definitiva, la crisis energética en ciernes es grave, sobre todo para Europa. Pero no deberíamos soslayar la incipiente crisis alimentaria aun cuando nos afecte bastante menos (en España, la inmensa mayoría de ciudadanos podría soportar, aun con sacrificios, un incremento muy notable del precio del trigo porque este no constituye un porcentaje muy significativo de sus gastos totales). En el Tercer Mundo, el fuerte encarecimiento del precio internacional del trigo será mucho menos llevadero una vez se les agoten sus inventarios de este cereal: y entonces, si la oferta global sigue en niveles anómalos, es muy probable que asistamos o a masivos descontentos internos que degeneren en conflictos/revoluciones locales o a migraciones masivas hacia Occidente buscando alimento y sustento.

Aunque los precios del petróleo y del gas copan, por motivos evidentes, los principales titulares de los medios de comunicación, no deberíamos perder de vista la evolución del precio del trigo: no en vano, esta materia prima registra estos días su máximo histórico en términos nominales, y lo está haciendo por la disrupción productiva que supone la guerra en Ucrania.

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