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Por qué no deberíamos censurar a RT y Sputnik
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Por qué no deberíamos censurar a RT y Sputnik

Si nos estamos enfrentando a un Estado autocrático que pretende someter las libertades individuales, entonces Occidente debería comportarse como un faro de ejemplaridad

Foto: Foto: Reuters/Dado Ruvic.
Foto: Reuters/Dado Ruvic.
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Como parte de sus sanciones contra Rusia, la Unión Europea ha decidido suspender las emisiones de los medios de 'comunicación' del Gobierno ruso, RT y Sputnik. Argumentan los burócratas de Bruselas que, en el fondo, estas cadenas son simplemente medios de propaganda progubernamentales y, de la misma manera que no dejaríamos que nuestro enemigo nos bombardeara con misiles, tampoco tiene sentido permitirle que nos bombardee con sus consignas y bulos.

No he tenido la suerte, o probablemente la desgracia, de informarme nunca a través de ninguno de ambos medios, así que voy a aceptar la premisa de que son medios de propaganda gubernamental (algo que, siendo medios públicos en un país con alta concentración de poderes, no sorprenderá a nadie demasiado). Pero, incluso en ese caso, la medida me resulta muy problemática desde tres perspectivas: las formas, la finalidad y el fondo.

Foto: Ilustración: CSA
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Comencemos con las formas: formalmente, la Unión Europea no está en guerra con Rusia, de modo que estamos justificando la adopción de medidas extraordinarias propias de una guerra sin que ni siquiera haya habido una declaración política oficial que les dé amparo. Sería como tomar medidas propias del estado de alarma sin declarar el estado de alarma. Lo anterior es especialmente grave si tenemos en cuenta, además, que la decisión ni siquiera se ha canalizado a través de los tribunales, sino que han sido los políticos quienes, atendiendo meramente a su arbitrio, han decidido clausurar estos dos medios de 'comunicación'. El precedente formal no puede ser peor: ¿resulta legítimo cerrar un medio de 'comunicación' simplemente acusándolo de ser un medio al servicio de potencias extranjeras (o de intereses espurios) en medio de circunstancias denunciadas como extraordinarias? ¿No deberíamos someter a un procedimiento reforzado cualquiera de ambas apelaciones?

Sigamos con la finalidad: ¿cuál es el objetivo social que busca lograrse con esta medida? Uno podría llegar a entender —que no necesariamente compartir— que, si dentro de la Unión Europea hubiese colectivos prorrusos muy numerosos que limitaran las acciones estratégicas que pueden adoptar los gobiernos europeos y, además, esos colectivos prorrusos debieran su existencia (o al menos se reforzaran o crecieran apreciablemente) a la propaganda de RT y Sputnik, entonces podría haber cierta lógica militar en restringir las emisiones de estos medios de comunicación: arrinconando la propaganda rusa, se reduciría el número de filorusos y los gobernantes europeos podrían adoptar medidas contra el Kremlin que hasta ese momento les estaban vedadas. Pero dentro de la UE no existe una masa prorrusa relevante, ni RT o Sputnik son medios de comunicación de masas, ni los gobernantes europeos se están autolimitando a la hora de adoptar ninguna sanción contra Rusia. Por consiguiente, la única finalidad de esta medida es castigar al Kremlin utilizando la censura como represalia.

Foto: El presidente Putin, durante una entrevista en Russia Today. (RT)

Y por último, en cuanto al fondo: la libertad de expresión es un derecho de los individuos que debería ser en términos generales escrupulosamente respetado por las administraciones públicas. En este caso no se respeta, a pesar de que ni las formas ni la finalidad permitan justificar tan radical restricción de los derechos individuales. Cabría argumentar, empero, que el Estado ruso como tal no es un sujeto de derecho: que los sujetos de derecho son los individuos y son las administraciones públicas quienes han de abstenerse de intervenir en la vida de las personas, pero no son las personas ni otros Estados quienes han de tolerar que un Estado extranjero vierta su propaganda en su espacio público. En gran medida simpatizo con este último argumento porque además nos proporciona un aparente criterio de demarcación que nos permite evitar la resbaladiza pendiente de la censura indiscriminada.

Pero, a la hora de la verdad, ese criterio de demarcación es más aparente que real: si RT y Sputnik fueran cadenas privadas que difundieran mensajes prorrusos (o propaganda prorrusa), ¿respetaríamos su libertad de expresión en suelo europeo? ¿Y si, siendo privadas, estuvieran fuertemente subvencionadas por el Kremlin? ¿Y si no estuvieran subsidiadas, pero sí estuvieran reguladas en Rusia para que ofrecieran ciertas opiniones? ¿Y si no estuvieran ni subsidiadas ni reguladas, pero se autoimpusieran una determinada línea editorial por miedo a posibles represalias del Kremlin (las cuales podrían ser difíciles de detectar con criterios objetivos: por ejemplo, no concesión de nuevas licencias internas)? Una vez abandonamos el caso más claro de medios de comunicación bajo la propiedad del Estado ruso, los grises comienzan a aparecer por doquier y, por tanto, se difumina el criterio para distinguir si estamos atacando la libertad de expresión de las personas o solo limitando la concesión a la comunicación de las administraciones públicas.

Foto: Entrevista a Putin en RT

Es más, aun cuando consideremos que RT y Sputnik no tienen 'per se' derecho a la libertad de expresión por ser medios estatales, acallarlos tampoco parece la mejor de las alternativas de la propaganda occidental en el resto del mundo. Si nos estamos enfrentando a un Estado autocrático que pretende someter al 'diktat' del Gobierno las libertades individuales (y ese es el motivo de nuestro enfrentamiento), entonces Occidente debería comportarse como un faro de ejemplaridad: no debería dar excusas a otros gobiernos liberticidas mostrándoles que nosotros, incluso en tiempos de guerra, respetamos la libertad de expresión de 'los malos'. Pero no lo hemos hecho y nos hemos excusado en malas razones para no hacerlo.

Como parte de sus sanciones contra Rusia, la Unión Europea ha decidido suspender las emisiones de los medios de 'comunicación' del Gobierno ruso, RT y Sputnik. Argumentan los burócratas de Bruselas que, en el fondo, estas cadenas son simplemente medios de propaganda progubernamentales y, de la misma manera que no dejaríamos que nuestro enemigo nos bombardeara con misiles, tampoco tiene sentido permitirle que nos bombardee con sus consignas y bulos.

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