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El Brexit eléctrico de Sánchez
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Juan Ramón Rallo

Laissez faire

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El Brexit eléctrico de Sánchez

"¿Unión Europea o gobiernos nacionales? ¿Centralización o descentralización?". "Lo que en cada momento convenga a mi agenda política y me permita minimizar la libertad individual"

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Horst Wagner)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Horst Wagner)
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La presunta autorización comunitaria para que Sánchez pueda aplicar una normativa eléctrica diferente en la Península (siempre que no impacte negativamente en el resto de Europa) merecerá una valoración económica cuando el Gobierno presente los detalles de esa normativa. Pero, de momento, la mera pretensión de desconectar regulatoriamente el mercado eléctrico español del resto de Europa ya merece una valoración político-económica sobre el modelo de Estado europeo que tiene Sánchez —y el socialismo español por extensión— dentro de su cabeza.

A la postre, Sánchez dice ser uno de los europeístas más partidarios de la creciente centralización armonizadora en la Unión Europea: armonizar la fiscalidad, armonizar la deuda pública, armonizar la legislación social, armonizar la política energética… Algunos, por el contrario, somos más bien contrarios a este proceso uniformizador que bloquea la experimentación descentralizada y la competencia entre distintas jurisdicciones.

Foto: Los pequeños transportistas colapsan el centro de Santander. (EFE/Román G. Aguilera) Opinión

Más en general, la socialdemocracia tiende a defender un aumento de la centralización política (alejando el centro de poder del individuo e imponiendo normas únicas y universales), mientras que el liberalismo tiende a defender una mayor descentralización política (acercando el centro de poder al individuo y permitiendo diversidad de marcos regulatorios). Por eso, por ejemplo, muchos liberales simpatizamos con el Brexit: no con muchas de las razones (por ejemplo, antimigratorias) mediante las que se defendió internamente el Brexit, pero sí con la posibilidad de revertir la aparentemente imparable tendencia centralizadora que constituía la Unión Europea.

Con lo anterior, no pretendo afirmar que toda centralización se use siempre para restringir las libertades individuales o que toda descentralización se emplee en promoverlas: si la centralización, por ejemplo, acarrea una supresión de barreras al comercio (unificación del mercado interior eliminando los aranceles), esa sería una centralización filoliberal; en cambio, si la descentralización fuera de la mano del cercenamiento de ciertas libertades básicas (como la libertad de expresión), pues estaríamos ante una descentralización antiliberal. Pero, a largo plazo, la libertad parece más segura con un policentrismo que provea diversidad normativa y facilite el voto con los pies que con un monocentrismo que superimponga a todo el mundo un mismo recetario del que nadie pueda escapar.

Foto: Foto: EFE/Justin Lane. Opinión

Sin embargo, hete aquí que el Brexit energético que ha defendido el mismo Sanchez, que desea una mayor centralización y armonización regulatoria en la UE, inaugura una nueva modalidad de diseño jurisdiccional: centralizar en todo lo que atente contra la libertad y descentralizar también en todo lo que atente contra la libertad. Dicho de otro modo, las decisiones políticas se adoptarán en aquella escala institucional que sea más conducente a cercenar las libertades individuales de los ciudadanos. ¿Que Madrid promueve la supresión del impuesto de patrimonio? Pues entonces habrá que armonizar los impuestos dentro de España para bloquear esa supresión; pero, en cambio, no habrá que promover la armonización de ese impuesto a escala europea porque en ese caso es mayoritario el número de países que carecen de él y, por tanto, la armonización sería para suprimirlo. ¿Que Irlanda tiene un impuesto sobre sociedades más bajo que el resto de Europa? Pues entonces no habrá que defender la autonomía nacional para fijar impuestos, sino que estos deberán establecerse comunitariamente (o incluso internacionalmente) para evitar que haya países con impuestos tan bajos. ¿Que Europa es partidaria de una agenda verde y de descarbonización muy agresiva? Pues entonces la política energética deberá conformarse en el marco europeo, impidiendo que haya otros países que fijen otro ritmo de descarbonización. ¿Que esa misma Europa rechaza intervenir los precios del mercado eléctrico (en parte por razones de eficiencia y en parte como incentivo económico para esas inversiones verdes con las que se pretende descarbonizar la economía)? Pues entonces, la política energética deberá decidirse a escala nacional para que sí resulte posible constreñir la libertad de mercado.

En suma: “Señor Sánchez, ¿Unión Europea o gobiernos nacionales? ¿Centralización o descentralización?”. “Lo que en cada momento convenga a mi agenda política y me permita minimizar la libertad de los ciudadanos”.

La presunta autorización comunitaria para que Sánchez pueda aplicar una normativa eléctrica diferente en la Península (siempre que no impacte negativamente en el resto de Europa) merecerá una valoración económica cuando el Gobierno presente los detalles de esa normativa. Pero, de momento, la mera pretensión de desconectar regulatoriamente el mercado eléctrico español del resto de Europa ya merece una valoración político-económica sobre el modelo de Estado europeo que tiene Sánchez —y el socialismo español por extensión— dentro de su cabeza.

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