Laissez faire
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Le Pen, también contra las libertades económicas
Le Pen sueña con un Estado gigantesco que pastoree una economía controlada por 'lobbies' envueltos en la bandera francesa
Puede que el liberalismo sea antiizquierda, pero desde luego no es pro cualquier derecha. Que una ideología se considere contraria a la izquierda no la vuelve necesariamente una ideología liberal. El nacionalismo lepenista es un buen ejemplo de ello: dejando de lado la parte más grave y mollar de su programa (la asimilación entre identidad nacional y ciudadanía), el programa económico de Agrupación Nacional también constituye un buen ejemplo de antiliberalismo económico (con el que sueña la facción de Buxadé dentro de Vox).
¿Qué propone exactamente Le Pen si alcanza la presidencia de Francia? De entrada, mencionemos el único punto en común que podría llegar a tener con el liberalismo, a saber, algunas rebajas de impuestos (la mayoría meramente testimoniales): exención del IRPF a los menores de 30 años; exención del impuesto sobre sociedades a las empresas creadas por jóvenes durante los cinco primeros años de su vida; supresión del impuesto de sucesiones y donaciones para las familias de clase media y de clase baja, y, esta sí de manera más significativa, rebajar el IVA sobre la energía y los alimentos básicos desde el 20% al 5,5%.
Pero no pensemos que todo el monte es orégano a este respecto: Le Pen también plantea reemplazar el actual impuesto sobre la riqueza inmobiliaria por uno que grave la riqueza financiera (a la que califica de “especulativa”), implantar el tipo fiscal armonizado por la OCDE sobre sociedades extranjeras (para esto, Le Pen sí es globalista) y, por último, crear un ministerio contra el fraude fiscal que persiga con saña a los franceses que bordeen la legalidad impositiva. En términos netos, puede que estemos ante una rebaja general de impuestos, pero no muy importante (la mayoría de bajadas se compensa con las subidas efectivas).
Pero claro, si bajas o mantienes los impuestos, entonces no deberías multiplicar el gasto público. Y Le Pen sí tiene intención de hacerlo, a pesar de que Francia ya es el Estado más grande del mundo (la Administración ocupa el 56% del PIB). ¿En qué partidas? Primero, en las pensiones públicas: indexarlas al IPC (como ha hecho irresponsablemente el ministro Escrivá en España); aumentar las mínimas hasta 1.000 euros mensuales, y no alargar la edad de jubilación (como pretende hacer Macron) sino más bien bajarla (para quienes hubiesen empezado a trabajar antes de la edad de 20 años y lleven al menos 40 cotizados). Segundo, sanidad: Le Pen quiere invertir a modo de plan de choque 20.000 millones de euros en contratar personal y ampliar la red hospitalaria. Tercero, educación: aumentar un 15% el salario de los profesores de la pública como forma de devolver el prestigio a la profesión. Cuarto, vivienda: construir 100.000 viviendas públicas cada año. Y quinto, defensa y seguridad: elevar notablemente el presupuesto en esta área (más del 5% del PIB en gasto defensivo).
¿Cómo financiar todo esto si no es subiendo impuestos? Pues únicamente a través de deuda pública (en las anteriores presidenciales, Le Pen pretendía reintroducir el franco, es decir, pretendía financiarlo con inflación, pero no parece que eso suene muy popular ahora mismo). Sucede que Francia ya acumula un 113% de deuda pública sobre el PIB y, por tanto, no tiene holgura financiera para acumular impunemente muchos más pasivos.
Acaso alguno podría pensar que la alternativa lepenista es dinamizar tanto la economía francesa que el enorme crecimiento económico arroje una ampliación de las bases imponibles y, por tanto, mayor recaudación fiscal. Dudoso: Le Pen no aspira a desregular la economía francesa para potenciar su crecimiento, sino a asfixiarla legislativamente mucho más. Agrupación Nacional quiere gobernar Francia bajo el principio del 'patriotismo económico', lo que implica introducir restricciones a la libertad comercial internacional para proteger aquellas partes de la economía francesa que sean menos competitivas (y ello incluye al agro, a quien se promete mimar con precios garantizados y expulsando a la mayoría de competidores extranjeros).
En definitiva, Le Pen no busca una economía más libre y más flexible con un Estado mucho más pequeño, sino más bien todo lo opuesto: un Estado gigantesco que pastoree una economía controlada por 'lobbies' envueltos en la bandera francesa. El mercantilismo protofascista contra el que nació el liberalismo económico.
Puede que el liberalismo sea antiizquierda, pero desde luego no es pro cualquier derecha. Que una ideología se considere contraria a la izquierda no la vuelve necesariamente una ideología liberal. El nacionalismo lepenista es un buen ejemplo de ello: dejando de lado la parte más grave y mollar de su programa (la asimilación entre identidad nacional y ciudadanía), el programa económico de Agrupación Nacional también constituye un buen ejemplo de antiliberalismo económico (con el que sueña la facción de Buxadé dentro de Vox).
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