Laissez faire
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¿Por qué el rublo ya vale más que antes de la guerra?
Nunca han entrado (netamente) tantos dólares en Rusia como en la actualidad
El valor del rublo frente al dólar ya supera el nivel previo al de la invasión de Ucrania. Tras unos primeros días en que la divisa rusa se desplomó hasta sus mínimos históricos, su cotización ha remontado con fuerza, lo que parecería poner de manifiesto que las sanciones occidentales no están funcionando. Sin embargo, la realidad es más complicada.
El tipo de cambio de una moneda depende de la oferta y de la demanda de divisa extranjera frente a ella: si la oferta de dólares contra rublos aumenta, el dólar se deprecia en relación con el rublo (el rublo se aprecia); si la demanda de dólares contra rublos aumenta, el dólar se aprecia (el rublo se deprecia). En este sentido, las exportaciones rusas aumentan la oferta de dólares contra rublos, las importaciones aumentan la demanda de dólares contra rublos, la congelación de los activos del banco central de Rusia reducen la oferta de dólares contra rublos y los controles de capitales y los altos tipos de interés del rublo disminuyen la demanda de dólares contra rublos.
Si no contáramos con más datos, el saldo neto de todos estos efectos podría quedar indeterminado
Como vemos, pues, existen influencias contradictorias sobre el valor del rublo y, por eso, su cotización no ha sido unidireccional. Así, en un primer momento, las potencias occidentales congelaron la mitad de los activos extranjeros del banco central de Rusia y, a su vez, los mercados esperaban que esos mismos gobiernos occidentales retuvieran financieramente los dólares procedentes de la exportación rusa de energía (todo lo cual contribuyó a su depreciación). Pero, acto seguido, Rusia reaccionó estableciendo un control de capitales (menor demanda de dólares), aumentando los tipos de interés al 20% (mayor demanda de rublos y menos de dólares) y obligando a las multinacionales rusas a usar el 80% de sus ingresos en dólares para recomprar rublos (mayor oferta de dólares contra rublos), todo lo cual contribuyó a apreciar el rublo.
Si no contáramos con más datos, el saldo neto de todos estos efectos podría quedar indeterminado: unas fuerzas reman en una dirección y las otras, en la opuesta. Sin embargo, hay un dato que despeja cualquier ambigüedad sobre el efecto neto: el superávit por cuenta corriente de Rusia en abril ha sido unas ocho veces superior al que suele exhibir en ese mismo mes cualquier otro año. ¿Por qué razón? No tanto porque las sanciones no hayan funcionado, sino porque, al menos algunas, están funcionando mucho: Rusia sigue exportando en dólares (en un contexto en que el precio internacional del petróleo se ha encarecido, aun cuando el barril de los Urales se venda con descuento) pero sus importaciones (precisamente por las sanciones formales e informales) se han desplomado. Por consiguiente, nunca han entrado (netamente) tantos dólares en Rusia como en la actualidad. El efecto hasta ahora, pues, es favorable para el rublo (y seguramente con realimentación positiva si la propia demanda de dólares por parte de la población rusa se está reduciendo al comprobar que el rublo aguanta).
Una economía débil puede disponer de una moneda fuerte si es netamente exportadora y practica la represión financiera interna
Si la correlación de fuerzas cambia en el futuro, el rumbo de la moneda podría ser otro al actual. Pero, en todo caso, no deberíamos confundir la fortaleza del rublo con fortaleza de la economía rusa: obviamente, si Rusia hubiese colapsado, el rublo también lo haría. Pero una economía débil puede disponer de una moneda fuerte si es netamente exportadora y practica la represión financiera interna. Y eso es lo que, en parte, está ocurriendo: debilidad e imposibilidad importadora combinadas con la misma pujanza exportadora. Por tanto, revalorización monetaria.
El valor del rublo frente al dólar ya supera el nivel previo al de la invasión de Ucrania. Tras unos primeros días en que la divisa rusa se desplomó hasta sus mínimos históricos, su cotización ha remontado con fuerza, lo que parecería poner de manifiesto que las sanciones occidentales no están funcionando. Sin embargo, la realidad es más complicada.