Laissez faire
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El BCE, sometido a los gobiernos nacionales
La dominancia fiscal dentro de la eurozona se ha vuelto prácticamente total. El BCE ha convertido la salvación del euro, a cualquier coste, en su única prioridad
La lucha contra la inflación en la eurozona ha llevado a un incremento de los tipos de interés de la deuda periférica. En algunos momentos de la última semana, el coste de los pasivos del Estado español llegó a superar el 3% y el de los pasivos del Estado italiano, el 4%. Tan rápida fue esta escalada que el Banco Central Europeo tuve que salir al quite y advertir a los mercados de que no permitiría que las primas de riesgo se dispararan: que, si fuere necesario, crearía un nuevo mecanismo para "rescatar" a los países en problemas.
De momento, el creciente riesgo de recesión (que contribuiría a moderar el gasto agregado y, por tanto, la inflación, así como las subidas de tipos), unido al anuncio de que el BCE está pensando en un nuevo mecanismo para financiar la deuda periférica, parece haber contribuido a frenar la subida de los tipos de interés de países como España o Italia. Sin embargo, convendría que nos detuviéramos un momento a reflexionar sobre el mensaje que el BCE ha enviado a los mercados: que, para evitar el estallido de los tipos de interés de la periferia europea, va a crear un nuevo mecanismo de financiación.
¿Por qué necesita crear un nuevo mecanismo? ¿Es que acaso el BCE no cuenta ahora mismo con ninguno que le permita limitar el estallido de las primas de riesgo de los países más endeudados? Sí, sí cuenta con un mecanismo a tal efecto, que fue creado precisamente en 2012, cuando las primas de riesgo de España e Italia estaban disparadas: la ventanilla OMT (Outright Monetary Transactions). La OMT ya permite que el BCE acuda al mercado secundario y adquiera con decisión deuda de países en problemas. ¿Por qué motivo, entonces, nuestro banco central ha considerado menester crear una ventanilla de financiación distinta a la existente? Pues porque la OMT exige condicionalidad a los Estados que soliciten asistencia: es decir, reformas y austeridad.
Que el BCE deba crear un nuevo instrumento para puentear la condicionalidad que exige la OMT nos traslada información relevante tanto sobre los gobiernos europeos cuanto sobre el banco central… Y no es una información precisamente positiva.
Por un lado, si los gobiernos de la periferia europea consideran que necesitan asistencia financiera del BCE a tenor de la evolución que registran en el mercado los tipos de interés de su deuda y, pese a considerar que la necesitan, se niegan a solicitarla a través de la OMT, eso significa que se niegan frontalmente a aplicar reformas y austeridad dentro de su economía. Es decir, que los gobiernos periféricos se niegan a solventar las causas profundas que los han conducido a la actual situación de descrédito: prefieren en el extremo impagar sus pasivos y llevarse el euro por delante antes que poner en orden sus economías. Con semejante actitud, no cabe augurar un futuro demasiado esplendoroso para economías tan endeudadas, tan anquilosadas y tan refractarias a tomar medidas para salir del pozo.
Por otro lado, si los gobiernos periféricos se niegan a pasar por el aro de la condicionalidad y el BCE, contemplando el panorama, en lugar de lanzarles un órdago ("o aplicáis reformas u os coméis una subida de tipos") decide plegarse ante sus exigencias y crearles un mecanismo a medida para abaratarles el coste de financiación sin condicionalidad alguna, lo que cabe inferir es que la dominancia fiscal dentro de la eurozona se ha vuelto prácticamente total. El BCE está sometido a los gobiernos nacionales y ha convertido a la salvación del euro, a cualquier coste, en su única prioridad.
El euro, cada vez más, está degenerando en un proyecto político de unificación supraestatal por la que los políticos del norte aceptan subsidiar a los irresponsables políticos del sur a través del BCE. Hasta ahora, tales subsidios les han salido gratis a los contribuyentes del norte, pues se han financiado vía deuda: pero cuando debamos empezar a pagar esa deuda (y en parte ya lo estamos haciendo con la actual inflación), veremos si los contribuyentes del norte les toleran semejantes desmanes a sus políticos y, por tanto, a los irresponsables gobernantes del sur.
La lucha contra la inflación en la eurozona ha llevado a un incremento de los tipos de interés de la deuda periférica. En algunos momentos de la última semana, el coste de los pasivos del Estado español llegó a superar el 3% y el de los pasivos del Estado italiano, el 4%. Tan rápida fue esta escalada que el Banco Central Europeo tuve que salir al quite y advertir a los mercados de que no permitiría que las primas de riesgo se dispararan: que, si fuere necesario, crearía un nuevo mecanismo para "rescatar" a los países en problemas.
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