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Juan Ramón Rallo

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¿Se acabó la era de la baja inflación?

Ya lo advirtió Hayek con presciencia: "La importante tarea de la economía es demostrarles a los hombres lo poco que sabemos de aquello que imaginamos que podemos planificar"

Foto: Bolsa de Madrid. (EFE/Altea Tejido)
Bolsa de Madrid. (EFE/Altea Tejido)
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Si hace alrededor de un año todos los banqueros centrales del planeta nos repetían que la inflación era meramente transitoria, es decir, que estábamos ante una subida de precios coyuntural fruto de ciertos cuellos de botella temporales de la pandemia, y que a finales de 2021 volveríamos a la normalidad, ahora el discurso ha virado radicalmente. Este pasado miércoles, en el foro anual que organiza el BCE, se reunieron Jerome Powell, Christine Lagarde y Andrew Bailey para reflexionar sobre el panorama económico que tenemos por delante. Y los mensajes que transmitieron no fueron precisamente alentadores.

1. La era de la muy baja inflación ha llegado a su fin

De acuerdo con Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, los últimos 15 años han marcado el periodo de máxima actividad para “las fuerzas desinflacionarias”. Desde la crisis de 2008, EEUU ha experimentado una inflación muy baja: “A pesar de tener una tasa de paro del 3,5% durante un par de ejercicios, la inflación no reaccionaba en absoluto”. Pero, a su entender, “ese mundo ya no existe. Al menos en estos momentos”. Tan o más contundente se mostró Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, quien auguró que “no vamos a regresar a ese entorno de baja inflación. Hay fuerzas que se han desatado a raíz de la pandemia y de ese masivo 'shock' geopolítico en el que estamos que van a cambiar el marco y el panorama dentro del que nos movemos”.

2. La política monetaria de los bancos centrales deberá adaptarse consecuentemente a ese nuevo panorama global

La muy baja inflación de los últimos años permitió que los bancos centrales mantuvieran los tipos de interés en niveles cercanos al 0%, algo que benefició sobremanera a todos aquellos que desearan endeudarse o sobreendeudarse. Pero ese marco de política monetaria va a cambiar. Según Powell, “ahora nos estamos enfrentando a diversas fuerzas [inflacionistas] y debemos diseñar la política monetaria de un modo distinto [al de los últimos años]”, esto es, vienen (ya han llegado en parte) contundentes subidas de tipos de interés. Sorprendentemente, también Lagarde suscribió esta idea: a pesar de que, hace apenas un trimestre, el Banco Central Europeo descartaba subidas de tipos de interés en 2022, ahora el tono de la presidenta del BCE se ha vuelto mucho más duro. No solo ratifica las subidas que se anunciaron hace unas semanas, sino que incluso amaga con acelerar el ritmo de incremento de tipos, abandonando el enfoque 'gradualista' que había caracterizado a la institución hasta la fecha: “Adaptar la política monetaria de manera gradual es apropiado en tiempos de muy alta incertidumbre. Pero conforme las incertidumbres se vayan despejando en distintos frentes, deberemos ser menos gradualistas y más asertivos”.

Foto: Foto: EC.

3. La política fiscal deberá colaborar a la hora de controlar la inflación

Lagarde fue la dirigente más tajante sobre esta cuestión, acaso porque las finanzas públicas de varios gobiernos de la eurozona están fuertemente desordenadas. Cuando se le preguntó si la política fiscal debería coordinarse con la política monetaria a la hora de contribuir a moderar la inflación, su respuesta fue que por supuesto que debería hacerlo, al igual que lo hizo durante la pandemia, aunque, en ese caso, para impulsar el gasto agregado (que siempre resulta más sencillo y más del gusto de los políticos): “La política monetaria y la política fiscal han trabajado codo con codo durante la pandemia y lo han hecho para bien: ahora también deberíamos hacerlo. Hemos de ver cómo la política fiscal puede apoyar lo que estamos haciendo desde el lado de la política monetaria y cómo nosotros podemos facilitarles que nos ayuden. Pero ahora no estamos hablando del mismo tipo de cooperación codo con codo que tuvimos durante la pandemia”. Traducido al román paladino: los gobiernos tienen que empezar a reducir sus déficits públicos y el BCE los ayudará, en la medida de lo posible, para que sus costes de financiación no se disparen. Pero lo que es incuestionable, para Lagarde, es que, “a medio plazo, el espacio fiscal tiene que volverse sostenible en todos los países de la eurozona”.

Foto: Una consumidora, en el puesto de frutas de un supermercado. (EFE/Víctor Lerena)

4. Acabar con la inflación conllevará sacrificios

Probablemente, este fue uno de los mensajes más importantes de Powell durante la conferencia. Un mensaje que Lagarde se limitó a suscribir afirmando simplemente “lo mismo digo” y que Bailey (gobernador del Banco de Inglaterra) ratificó señalando que estaba completamente de acuerdo. ¿Y qué dijo exactamente Powell? Que si vienen tiempos de contracción monetaria y contracción fiscal, la economía pasará por un periodo de penalidades, pero la alternativa —dejar que la inflación se enquiste en el sistema— sería mucho peor: “Entendemos perfectamente las penalidades que está soportando la gente al capear la inflación. Pero tenemos las herramientas para acabar con esa alta inflación y estamos decididos a utilizarlas. Y tendremos éxito a la hora de reducir la inflación al 2%. Muy probablemente, todo este proceso será hasta cierto punto doloroso. Sin embargo, el mayor dolor vendría de no poner fin a la inflación y convertirla en algo estructural”. Si hace falta ir a una recesión para atajar la inflación, se irá.

Foto: Foto: iStock.

5. Sabemos muy poco sobre la inflación

Por último, la frase que ha dado incuestionablemente más que hablar en los medios de comunicación y en las redes sociales la pronunció Jerome Powell: “Ahora entendemos mejor cuán poco entendemos la inflación”. Siendo un valioso ejercicio de humildad intelectual por parte del presidente de una de las instituciones más poderosas del planeta, no deja de ser, al mismo tiempo, el reconocimiento del fracaso cognitivo que supone la banca central, entendida como monopolio de la creación de dinero de curso legal (¿acertarán ahora cuando dicen que la era de la baja inflación he terminado?). Si ni siquiera los banqueros centrales entienden demasiado sobre la inflación, ¿en qué sentido la política monetaria, centralizadamente planificada, puede desarrollarse de manera rigurosa? No es que no sepamos nada de la inflación, claro: la ciencia económica ha avanzado muchísimo durante las últimas décadas y, por tanto, sabemos mucho. Pero lo mucho que sabemos es claramente insuficiente para siquiera haber anticipado modestamente lo que estaba por venir. ¿Por qué deberíamos pensar, pues, que la política monetaria determinada 'top down' por un monopolio como el banco central será más exitosa que la política monetaria determinada descentralizadamente, 'bottom up', por los operadores de mercado en competencia? Ya lo advirtió Friedrich Hayek con presciencia: “La importante tarea de la economía es demostrarles a los hombres lo poco que sabemos de aquello que imaginamos que podemos planificar”. Los bancos centrales están redescubriendo ahora esta verdad de la máxima hayekiana, pero mucho me temo que no extraerán las pertinentes conclusiones.

Si hace alrededor de un año todos los banqueros centrales del planeta nos repetían que la inflación era meramente transitoria, es decir, que estábamos ante una subida de precios coyuntural fruto de ciertos cuellos de botella temporales de la pandemia, y que a finales de 2021 volveríamos a la normalidad, ahora el discurso ha virado radicalmente. Este pasado miércoles, en el foro anual que organiza el BCE, se reunieron Jerome Powell, Christine Lagarde y Andrew Bailey para reflexionar sobre el panorama económico que tenemos por delante. Y los mensajes que transmitieron no fueron precisamente alentadores.

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