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Elon Musk podrá ampliar la libertad de expresión en Twitter
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Juan Ramón Rallo

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Elon Musk podrá ampliar la libertad de expresión en Twitter

El mejor equilibrio que históricamente hemos encontrado en las sociedades libres es que nadie censure a nadie

Foto: Elon Musk. (Reuters/Dado Ruvic)
Elon Musk. (Reuters/Dado Ruvic)
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Elon Musk comprará finalmente Twitter. ¿Por qué primero quiso adquirirla, luego se desdijo y en último término sí se hará con ella? Puede haber muchas hipótesis al respecto, pero la más verosímil a la luz de cómo se han desarrollado los acontecimientos es que originariamente quiso comprarla (de hecho, en febrero y marzo tomó una importante participación en el accionariado); posteriormente, cuando la bolsa estadounidense —y, por tanto, también su fortuna personal— se hundió al calor de las subidas de tipos de interés (entre abril y junio, el precio de Tesla llegó a caer un 50%), trató de renegociar el precio de compra (pactado antes de la intensa corrección bursátil), y ahora, acosado por su compromiso formal a adquirir Twitter por 44.000 millones de dólares, ha terminado dando su brazo a torcer.

Así las cosas, desde un punto de vista político-filosófico, hemos regresado a la casilla de salida del pasado mes de abril: momento en que la biempensante progresía nacional e internacional entró en pánico, no porque Musk pretendiera empezar a censurar, dentro de esta red social, los discursos políticos de izquierdas, sino porque pretendía dejar de censurar los discursos políticos de parte de la derecha. Si, en el pasado, el miedo que tenía la izquierda era que el capital adquiriera todos los medios de comunicación y la despojara de espacios desde los que informarse y opinar (un férreo monopolio de la comunicación orientado a reforzar la ideología burguesa), en la actualidad el miedo es justo el opuesto: que Twitter se convierta en una plaza pública donde nadie sea censurado y donde, por consiguiente, las ideologías correctas no posean el monopolio de la información y de la opinión.

Foto: Elon Musk. (Reuters)

¿Por qué hay tanto miedo a que cualquiera pueda expresarse en Twitter? Más allá de que, en ocasiones, ciertas expresiones puedan canalizar comportamientos delictivos (por ejemplo, amenazas o llamamientos eficaces a cometer algún tipo de coacción física) y de que, por tanto, se necesite de algún algoritmo que evite tales prácticas, lo que más le preocupa a una parte del 'establishment' es perder el control sobre el flujo de información: si las redes sociales pueden convertirse en vehículos para desinformar a las masas, entonces será necesario poner coto a ese riesgo de desinformación masiva controlando los flujos de información.

Sucede que quienes gustan de alertar acerca de los riesgos de una excesiva descentralización de la información (o de la desinformación) no suelen enfatizar demasiado los riesgos de una excesiva centralización de la información (o de la desinformación). Cuando cualquiera puede decir cualquier cosa, es cierto que pueden emerger grupos de crédulos o de fanáticos que se instalen en su burbuja de desinformación, pero cuando solo unos pocos pueden decir solo unas pocas cosas, entonces por necesidad se nos impone a todos una burbuja de información o de desinformación que generalmente estará diseñada a la medida de quien tenga la competencia de decidir quién puede decir qué.

Foto: Elon Musk, tras la compra de Twitter: nadie sabe qué hará con la red social (Reuters)

Tomemos, de hecho, el caso de Twitter con Elon Musk. Imaginemos que Musk anuncia que ha cambiado de idea y que ya no pretende ampliar los confines de la libertad de expresión en Twitter, sino que mantendrá una política de moderación similar a la actual o incluso más estricta. Ahora bien, el nuevo propietario de la red social también comunica su intención de modificar —por su cuenta y riesgo— los parámetros del actual algoritmo para adaptarlo a sus preferencias o a su idea de moderación social. ¿De verdad esa izquierda que reclama que Twitter mantenga, o amplíe, sus poderes fiscalizadores dormiría más tranquila? Probablemente no: mejor que no se censure a la derecha a que no se censure a la derecha y además se censure a la izquierda.

La situación idílica para algunos, claro, es que solo se censure a aquellos que cada uno cree que deberían ser censurados. Pero esa posición restrictiva de la libertad de expresión la puede adoptar, según las circunstancias y la correlación de fuerzas, ora la izquierda, ora la derecha: de ahí que el mejor equilibrio que históricamente hemos encontrado en las sociedades libres es que nadie censure a nadie. Aun reconociendo los riesgos y los retos que en ocasiones entraña la libertad de expresión, no puedo más que celebrar que tan aperturista principio termine llegando, en mayor o menor medida que todavía está por ver, también a Twitter.

Elon Musk comprará finalmente Twitter. ¿Por qué primero quiso adquirirla, luego se desdijo y en último término sí se hará con ella? Puede haber muchas hipótesis al respecto, pero la más verosímil a la luz de cómo se han desarrollado los acontecimientos es que originariamente quiso comprarla (de hecho, en febrero y marzo tomó una importante participación en el accionariado); posteriormente, cuando la bolsa estadounidense —y, por tanto, también su fortuna personal— se hundió al calor de las subidas de tipos de interés (entre abril y junio, el precio de Tesla llegó a caer un 50%), trató de renegociar el precio de compra (pactado antes de la intensa corrección bursátil), y ahora, acosado por su compromiso formal a adquirir Twitter por 44.000 millones de dólares, ha terminado dando su brazo a torcer.

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