Es noticia
China: entre la crisis y el cambio de modelo productivo
  1. Economía
  2. Laissez faire
Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por

China: entre la crisis y el cambio de modelo productivo

Si China renuncia a que el mercado acelere la liquidación de lo malo y el nacimiento de lo bueno, se encontrará con una consolidación de lo malo y el nacimiento de lo mediocre

Foto: Foto: Florence Lo.
Foto: Florence Lo.
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Durante la última década, el crecimiento económico de China ha estado parcialmente basado en un sobreendeudamiento privado que posibilita mantener un alto ritmo de inversión: el crédito al sector privado se ha incrementado desde el entorno del 100% del PIB —a finales de la primera década de este siglo—, hasta ubicarse por encima del 180% del PIB, lo que a su vez ha permitido que el peso de la inversión agregada sobre el PIB haya seguido por encima del 40%.

Huelga decir que un país que invierte anualmente el 40% de su PIB es un país que está acumulando capital a un ritmo muy acelerado. Basta con señalar que actualmente EEUU está invirtiendo la mitad (alrededor del 20% de su PIB) y que España, en el momento más alocado de la burbuja, solo alcanzó a invertir el 30% de su PIB.

Foto: Xi Jinping. (EC)

Ahora bien, precisamente la referencia a España nos sirve para poner de manifiesto que acumular capital a un ritmo aceleradísimo no tiene por qué ser sinónimo de acumularlo de manera sostenible y en sectores productivos. Si careces de ideas de inversión suficientemente buenas, pero el poder político se empeña en preservar unos niveles de inversión agregada absurdamente elevados, entonces se termina invirtiendo en casi cualquier cosa. Crecimiento a corto plazo que se confunde con hinchazón de actividad mientras se dilapida masivamente el ahorro (es lo que Janós Kornai llamaba “restricción presupuestaria blanda”: inversión privada no limitada por la capacidad de rentabilizarla).

Y ese es, en parte, el proceso en el que ha estado inmersa China durante la última década, al igual que lo estuvo España durante la penúltima (con la muy importante diferencia de que el ahorro que se despilfarra en malas inversiones es ahorro interno, mientras que en España se trataba de ahorro exterior). Pero ese modelo de crecimiento no parece que vaya a ser sostenible durante los próximos años: no solo porque el endeudamiento privado ya se halla en niveles muy elevados, sino porque el propio Gobierno chino decidió pinchar hace tres años ese peligroso modelo de crecimiento.

Foto: La nueva cúpula del PCCh rodea a Xi. (Reuters/Tingshu Wang)

La incertidumbre, por tanto, es doble: por un lado, si China será capaz de encontrar un nuevo patrón de crecimiento que le permita alcanzar tasas de crecimiento tan altas como aquellas a las que nos tenía acostumbrados en el pasado (este año, previsiblemente crecerá menos del 5,5%, muy lejos del 10% o incluso del 7% que solía alcanzar); por otro, si será capaz de efectuar la transición desde un modelo de crecimiento a otro sin entrar en una crisis aun de carácter transitorio. Y, hasta cierto punto, una respuesta negativa a la segunda pregunta implica también una respuesta negativa a la primera: si China desea maximizar su productividad, deberá liquidar las malas inversiones presentes y reorientarlas hacia aquellos sectores que generen un mayor valor añadido. Pero ello implicará necesariamente una crisis, de modo que obstinarse en evitarla (socializando pérdidas con cargo al ahorro nacional) solo contribuirá a zombificar su estructura productiva y lastrar su potencial de crecimiento.

Por desgracia, y tras la nueva orientación nacionalista e intervencionista que ha adoptado el Partido Comunista chino bajo la omnipotencia de Xi Jinping, todo hace prever que se apostará por la vía de minimizar la crisis interna, creyendo que ello no comprometerá el crecimiento futuro. Precisamente, si se renuncia a que el mercado acelere la liquidación de lo malo y el nacimiento de lo bueno, nos podemos encontrar con una consolidación de lo malo y el nacimiento de lo mediocre. China corre, en consecuencia, el riesgo de caer a tasas de crecimiento cercanas a las del Primer Mundo mucho antes de convertirse en un país rico (la trampa de la renta media). Cuanto más se encierre el país en sí mismo —justo lo contrario de lo que había estado haciendo hasta la llegada de Xi Jinping—, menor será su potencial para seguir desarrollándose.

Durante la última década, el crecimiento económico de China ha estado parcialmente basado en un sobreendeudamiento privado que posibilita mantener un alto ritmo de inversión: el crédito al sector privado se ha incrementado desde el entorno del 100% del PIB —a finales de la primera década de este siglo—, hasta ubicarse por encima del 180% del PIB, lo que a su vez ha permitido que el peso de la inversión agregada sobre el PIB haya seguido por encima del 40%.

PIB Modelo productivo Xi Jinping Estados Unidos (EEUU)
El redactor recomienda