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Elon Musk destapa la manipulación política de Twitter
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Juan Ramón Rallo

Laissez faire

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Elon Musk destapa la manipulación política de Twitter

El debate prioritario sobre las redes sociales debería residir en cómo evitamos que estas sean capturadas por el poder político para instrumentalizarlas a su antojo en nuestra contra

Foto: Elon Musk. (Reuters/Mike Blake)
Elon Musk. (Reuters/Mike Blake)
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Las recientes revelaciones de Elon Musk acerca de cómo Twitter gestionó, tres semanas antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, la filtración del contenido del portátil de Hunter Biden (contenido que lo presentaba como un corrupto) ponen de relieve algo mucho más grave sobre el funcionamiento de esta red social y, muy probablemente, también de todas las restantes redes sociales.

En particular, Musk no solo reconoció que Twitter optó por suprimir la difusión de la noticia (real) entre sus usuarios (lo cual podría meramente haber significado que sus directivos fueron enormemente celosos a la hora de posibilitar la proliferación de una información cuya veracidad todavía no estaba confirmada y que podía influir decisivamente en las elecciones), sino que la interlocución entre directivos de Twitter y políticos se había convertido en una práctica harto habitual en la vida diaria de la empresa.

Foto: Elon Musk posa con los dos humoristas que se hicieron pasar por empleados despedidos. (@elonmusk)

A saber, los equipos de campaña de demócratas y republicanos reportaban regularmente al personal y a los directivos de Twitter qué tuits y usuarios deseaban que fueran eliminados de la red social: y personal y directivos respondían generalmente de manera favorable a tales peticiones de supresión de contenidos internos. Tal dinámica es enormemente problemática por dos razones.

Por un lado, y de manera principal, porque, como también se recoge en la documentación interna que ha revelado Musk, los políticos estadounidenses suelen amenazar, en ocasiones en público y en ocasiones en privado, a Twitter con que, si no se autorregula (léase, si no se somete a las indicaciones censoras que esos mismos políticos dictan), terminarán regulando legalmente a la red social. Algo similar a las nada veladas amenazas que la Comisión Europea ha dirigido contra Elon Musk durante los últimos días: si no lo modera lo suficiente (según los estándares de la Comisión), Twitter será sancionada o incluso expulsada de Europa. Por consiguiente, aunque formalmente la supresión de determinados discursos dentro de Twitter sea una decisión soberana de la compañía, en realidad es una decisión tomada bajo la espada de Damocles de la extorsión política. Es decir, se trata de una medida que raya la censura gubernamental sin el debido proceso judicial.

Foto: Elon Musk. (Reuters/Andrew Kelly)

Por otro lado, Musk también explicó que la supresión, políticamente inducida, de contenidos dentro de Twitter no estaba equilibrada entre republicanos y demócratas: como Twitter suprimía contenidos según las peticiones personales que recibían sus directivos y como los directivos de Twitter tenían muchos más contactos personales con el Partido Demócrata (el 98,5% de las donaciones de trabajadores de Twitter fue a parar al Partido Demócrata en 2020), el Partido Demócrata lo tenía más sencillo que el republicano para modelar el discurso dentro de la red social. De ahí el sesgo ideológico que muchos republicanos percibían en el tipo de noticias y discursos que se viralizaban dentro de Twitter.

Las revelaciones de Musk deberían llevarnos a una profunda reflexión sobre el cercenamiento de nuestras libertades que, sin pasar por el parlamento o por los tribunales, están ejecutando los políticos a nuestras espaldas en connivencia con los directivos de las compañías tecnológicas. Y no porque las redes sociales no deban tener derecho a marcar sus normas de moderación internas, idealmente de un modo público y transparente para todos sus usuarios (condiciones de uso): resultaría perfectamente legítimo que hubiese redes sociales ideológicamente sesgadas en función de las preferencias de sus dueños (como puede serlo que Netflix o Disney+ adopten estrategias comerciales woke). Lo que no es en absoluto legítimo es que directivos y políticos se alíen para censurar, al margen de las instituciones públicas y contestables de un país, determinados discursos dentro de la red social: y que se alíen, ya sea porque los directivos, al tragar con las órdenes políticas, esperan obtener privilegios o para evitar sanciones del Estado.

Durante los últimos años, el debate público en torno a las redes sociales ha girado alrededor de cómo evitar que difundan bulos (fake news) o discursos de odio. Después de estas revelaciones, el debate prioritario debería residir en cómo evitamos que estas sean capturadas por el poder político para instrumentalizarlas a su antojo en nuestra contra.

Las recientes revelaciones de Elon Musk acerca de cómo Twitter gestionó, tres semanas antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, la filtración del contenido del portátil de Hunter Biden (contenido que lo presentaba como un corrupto) ponen de relieve algo mucho más grave sobre el funcionamiento de esta red social y, muy probablemente, también de todas las restantes redes sociales.

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