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Elon Musk se ha equivocado gravemente esta semana
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Juan Ramón Rallo

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Elon Musk se ha equivocado gravemente esta semana

Existe una flagrante contradicción entre lo que prometió el magnate dueño de Tesla y Starlink y lo que ha hecho durante los últimos días

Foto: Ilustración con el rostro de Musk y el logo de Twitter. (Reuters/Dado Ruvic)
Ilustración con el rostro de Musk y el logo de Twitter. (Reuters/Dado Ruvic)
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Elon Musk se equivocó gravemente esta semana pasada. No tanto por el asunto de fondo —que probablemente también—, sino por cómo lo gestionó. Recordemos los hechos: Musk compró Twitter para ampliar los confines de la libertad de expresión dentro de esta red social; Musk ejemplificó hasta qué punto deseaba ampliar los confines de la libertad de expresión, diciendo que "mi compromiso con la libertad de expresión llega hasta el punto de que no suspenderé la cuenta que hace un seguimiento de mi avión privado, aun cuando ello supongo un riesgo directo a mi seguridad personal".

Musk suspendió la semana pasada la cuenta que informaba sobre la localización de su avión privado y, a su vez, congeló el acceso, durante una semana, de otros periodistas que proporcionaron enlaces externos a Twitter para seguir localizando el avión privado de Musk o, de acuerdo con la versión de algunos de ellos, meramente por informar críticamente de la suspensión de cuentas; finalmente, y solo tras una votación en su cuenta personal, accedió a readmitirlos de inmediato. Y, por si lo anterior fuera poco, cuando ese incendio parecía apagarse, Twitter anunció que no permitirá la promoción gratuita de otras redes sociales, pese a que Musk se había comprometido a que todo lo que tuviera cabida dentro de la Primera Enmienda también la tendría dentro de Twitter.

Foto: Foto: Reuters/Brendan McDermid.

Algunas de las razones por las que se ha equivocado en cuanto al fondo son obvias: en ningún caso —si la versión de los periodistas es cierta— debería haber suspendido cuentas que se limitaran a criticar su decisión; tampoco hay ninguna justificación, desde la perspectiva de la libertad de expresión, para eliminar contenido promocional que no sea spam. Menos claro es si existen motivos para suspender temporalmente la cuente de quienes informen de la localización de su avión privado: es verdad que esa información pone potencialmente su seguridad en riesgo, pero no se está cometiendo ninguna ilegalidad al proporcionarla; y mucho menos claro aún es si debería suspenderse una cuenta meramente por enlazar una página externa (como una web o un grupo de Facebook) en la que, precisamente porque no es ilegal, se comparta esa ubicación.

Pero el mayor problema con este caso no está en el fondo, sino en la forma o, más bien, en las formas. Por un lado, existe una flagrante contradicción entre lo que prometió Musk (no suspender la cuenta que hacía un seguimiento continuado de su avión privado y respetar todo lo que tuviera cabida en la Primera Enmienda) y lo que Musk ha terminado haciendo (suspender cuentas por alguno de estos motivos). Y uno debería evitar formular aquellas promesas que sabe que no va a cumplir o que no sabe si va a poder cumplir.

El modo en que Musk ha suspendido estas cuentas revela que no existe ningún protocolo que establezca cuándo merece ser suspendida

Por otro, el modo en que Musk ha suspendido estas cuentas pone de manifiesto que no existe ningún protocolo normativo que establezca cuándo una cuenta merece ser suspendida: de momento, todo recae sobre el arbitrio de Musk, quien va decidiendo sobre la marcha. Y no es que sea contrario a que las normas vayan evolucionando según la experiencia nos muestre cuán bien o cuán mal funcionan (prueba-error), sino que ese proceso debería ser bastante más transparente y motivado de lo que ha sido hasta la fecha para que no parezca fruto del mero capricho volátil de su dueño. O al menos debería serlo si Twitter pretende salvaguardar una cierra reputación de red social realmente preocupada por la libertad de expresión.

No se me malinterprete. Sigo pensando, respecto a Twitter, lo mismo que cuando estaba en manos de otros accionistas privados distintos a Musk: su casa, sus reglas; lo cual, empero, no es incompatible con que los demás podamos opinar sobre esas reglas. Por ello, al igual que yo mismo defendí el derecho de Twitter a suspender permanentemente a Trump pese a considerarlo equivocado, también reconozco el derecho de Musk a adoptar este tipo de reglas aunque crea que yerra. Y yerra no sé si desde una perspectiva comercial (que no soy quién para opinar cómo gestiona sus empresas uno de los hombres más ricos del planeta), pero sin duda sí lo hace desde la perspectiva de un supuesto "absolutista de la libertad de expresión".

Elon Musk se equivocó gravemente esta semana pasada. No tanto por el asunto de fondo —que probablemente también—, sino por cómo lo gestionó. Recordemos los hechos: Musk compró Twitter para ampliar los confines de la libertad de expresión dentro de esta red social; Musk ejemplificó hasta qué punto deseaba ampliar los confines de la libertad de expresión, diciendo que "mi compromiso con la libertad de expresión llega hasta el punto de que no suspenderé la cuenta que hace un seguimiento de mi avión privado, aun cuando ello supongo un riesgo directo a mi seguridad personal".

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