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Jorge Lorenzo derrota a Hacienda
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Juan Ramón Rallo

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Jorge Lorenzo derrota a Hacienda

Es una buena noticia que los ciudadanos derroten a Hacienda y consigan proteger su propiedad frente a las garras del Estado

Foto: Jorge Lorenzo, en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Galindo)
Jorge Lorenzo, en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Galindo)
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Después de más de cinco años de inspección fiscal sin demasiado fundamento, la Administración pública española le ha dado finalmente la razón a Jorge Lorenzo. Como residente en Suiza, su residencia fiscal no era simulada sino real, de modo que la tributación por sus ingresos profesionales debía efectuarse en favor de las haciendas helvéticas, no del fisco español.

El caso de Jorge Lorenzo, como anteriormente el de Xabi Alonso, nos recuerda el grado de persecución y avasallamiento a que puede verse sometida una persona inocente por razones fiscales. En primera instancia, los políticos españoles instituyen un opresivo y confiscatorio régimen tributario que, cómo no, expulsa del país a una parte de aquellos trabajadores que pueden desarrollar sus actividades desde fuera de España y, posteriormente, la Administración se dedica a perseguirlos con saña, no ya porque considere que su reclamación posee algún fundamento (en el caso de Jorge Lorenzo, las autoridades suizas acreditaron desde el comienzo su residencia en el país) sino como forma de imponer una sanción extrajudicial (el vía crucis de la inspección) a aquellos que osen escapar de los tentáculos tributarios de España. En lugar de rectificar el pecado original —la exagerada voracidad del fisco— se busca encarecer el coste de escapar de la misma colocando encima del contribuyente la espada de Damocles de una inspección.

Foto: Jorge Lorenzo, campeón del mundo de motociclismo, durante un acto de MotoGP. (EFE/José Manuel Vidal)

Lo llamativo del caso, empero, no es que nuestra Administración posea el perversísimo incentivo de castigar a los impíos que se rebelan contra su rodillo. No, lo más llamativo es cuántos ciudadanos han jaleado la cruzada del fisco contra Jorge Lorenzo y, aun después de que la Administración haya reconocido su error, sigan cargando contra el expiloto como si fuera un delincuente que ha logrado burlar la acción de la Justicia.

Parecería que, al entender de algunos, Jorge Lorenzo —o cualquier otro individuo que decida trasladarse a otra comunidad política y cumplir las reglas allí vigentes— no es una persona realmente libre y soberana, sino, en el fondo, solo un siervo del Estado español al que debe rendir tributo con independencia de dónde resida. Así, aunque Jorge Lorenzo haya residido legalmente en Lugano (Suiza) y haya pagado allí los impuestos que se le exigían, sigue siendo un defraudador porque, como español (como súbdito del Estado español), su vida, su trabajo y su propiedad le corresponden, en última instancia, al Estado español.

Se trata de una victoria agridulce: como el propio Jorge Lorenzo reconoce, nadie le reparará el daño psicológico (y deportivo) sufrido estos años

Se trata de una concepción comunitarista, nacionalista e imperialista del individuo: comunitarista porque proscribe la posibilidad de que un individuo se desvincule de la comunidad originaria en la que nació; nacionalista porque la comunidad originaria de referencia queda determinada no por razones de religión o consanguineidad sino étnico-nacionales, e imperialista porque pretende extender el imperium fiscal de la comunidad nacional española sobre un individuo a otras comunidades políticas foráneas (no en vano, un país que sí aplica ese criterio de jurisdicción universal sobre sus contribuyentes es EEUU: lo más parecido a un imperio global que hay hoy en el mundo). Es decir, se trata de una concepción liberticida de los derechos que posee cada ser humano frente al resto de seres humanos (incluyendo las organizaciones que estos conformen): una concepción que debería ser rechazada por cualquiera que aprecie mínimamente la libertad concebida como un espacio moral dentro del que las personas puedan desarrollarse autónomamente.

En definitiva, siempre es una buena noticia que los ciudadanos derroten a Hacienda y consigan proteger su propiedad frente a las garras del Estado: una victoria que, en este caso concreto, reivindica la libertad de las personas de escoger residencia sin cargar con el yugo fiscal de su país de origen. Ahora bien, se trata en todo caso de una victoria agridulce: como el propio Jorge Lorenzo reconoce, nadie le reparará el daño psicológico (y deportivo) sufrido durante estos últimos años. Un daño perpetrado desde la más absoluta impunidad estatal.

Después de más de cinco años de inspección fiscal sin demasiado fundamento, la Administración pública española le ha dado finalmente la razón a Jorge Lorenzo. Como residente en Suiza, su residencia fiscal no era simulada sino real, de modo que la tributación por sus ingresos profesionales debía efectuarse en favor de las haciendas helvéticas, no del fisco español.

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