Es noticia
El injustificado triunfalismo económico sobre 2022
  1. Economía
  2. Laissez faire
Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por

El injustificado triunfalismo económico sobre 2022

El empleo privado cayó en 76.000 personas durante el segundo semestre. Es decir, que en la segunda mitad del año, nuestro mercado laboral destruyó puestos de trabajo

Foto: La vicepresidenta primera, Nadia Calviño. (EFE/Javier Lizón)
La vicepresidenta primera, Nadia Calviño. (EFE/Javier Lizón)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El Gobierno optó por emborracharse de triunfalismo con los datos macroeconómicos que conocimos la semana pasada: el PIB creció un 5,5% durante 2022 y se crearon casi 300.000 nuevos empleos. Desde luego, el comportamiento de nuestra economía durante los últimos 12 meses ha distado de ser catastrófico y, en ese sentido, uno podría mostrarse prudentemente satisfecho: a pesar de la guerra en Ucrania, del encarecimiento de los costes energéticos o de las subidas de tipos de interés, nuestra actividad ha continuado expandiéndose y el mercado laboral ha arrojado nuevos puestos de trabajo de carácter más indefinido que el que solíamos crear.

Sin embargo, existe una línea bastante delgada entre la razonable satisfacción y la euforia propagandística y acrítica. Tanto en los datos de Contabilidad Nacional como de empleo que conocimos hace unos días existen muestras de una notable ralentización económica, sobre todo en la segunda mitad de 2022: y, siendo así, el ya mentado triunfalismo mostrado por el Gobierno resulta poco justificable.

Foto: El presidente de Mercadona, Juan Roig. (EFE/Juan Carlos Cárdenas) Opinión

Primero, el dato de la variación anual del PIB de 2022 —una expansión del PIB del 5,5% frente al de 2021— está fuertemente contaminado por el fuerte crecimiento que se experimentó en la segunda mitad de 2021. Recordemos que el PIB es el valor de la producción final que genera una economía a lo largo de un periodo de tiempo, en este caso un año. Por ello, si el PIB crece mucho a lo largo de un mismo año, parte de ese crecimiento económico intraanual reaparecerá como crecimiento interanual. Por ejemplo, supongamos que el PIB del primer semestre de 2021 fuera de 1 y el del segundo semestre fuera de 9: en tal caso, el PIB del conjunto de 2021 sería de 10; a su vez, si el PIB de 2022 no crece nada y se mantiene tanto en el primer como en el segundo semestre en un valor de 9, tendremos un PIB anual de 2022 de 18. Por consiguiente, el PIB de 2022 fue un 80% mayor al de 2021… a pesar de que todo ese crecimiento se originó en realidad en el segundo semestre de 2021 (recordemos que el PIB de 2022 no aumentó nada con respecto al de ese semestre).

Pues bien, eso mismo ocurrió con la economía española en 2022. El PIB del cuarto trimestre de 2021 tuvo un valor de 107,2 (frente a 100,6 en el cuarto trimestre de 2020), mientras que el PIB del cuarto trimestre de 2022 fue de 110,1. Es decir, que en términos interanuales apenas nos expandimos a un ritmo del 2,7%, de modo que el dato del 5,5% (crecimiento del conjunto de 2022 frente al conjunto de 2021) estaba dopado por la fuerte aceleración de la actividad de finales de 2021.

De hecho, y como decíamos, el crecimiento durante la segunda mitad de 2022 fue mediocre, rozando el estancamiento. En esos seis meses, el PIB solo creció un 0,44%, equivalente a una tasa anualizada del 0,88%. Fíjense en la diferencia: de estar aireando un crecimiento por encima del 5% a una expansión, durante la segunda mitad del año, por debajo del 1%. Todavía peor: si desagregamos el crecimiento de los componentes del PIB durante el cuarto trimestre del año, veremos que todo él se fundamentó en el consumo público y en el retroceso de las importaciones. El consumo privado cayó un 1,8% en términos intertrimestrales (lo que anualizadamente sería una caída superior al 7%) y la inversión retrocedió un 1,2% después de haber disminuido un 0,8% en el trimestre anterior (especialmente notable es el hundimiento de la inversión en bienes de equipo, con una caída de más del 9% desde marzo de 2022).

Foto: La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (EFE/Javier Lizón) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La demagogia de Podemos contra los supermercados
Juan Ramón Rallo

En segundo lugar, los datos de empleo tampoco son para echar cohetes. En esencia, porque el incremento de la ocupación (280.000 personas) es el más débil desde 2013 (si exceptuamos, claro, el año 2020). Incluso en el mediocre ejercicio de 2019 se crearon más de 400.000 nuevos empleos. Y, nuevamente, el segundo semestre de 2022 es especialmente preocupante: el número de ocupados descendió en 4.000 personas (sobre todo, por la evolución durante el cuarto trimestre). Todavía peor: el empleo privado cayó en 76.000 personas durante el segundo semestre. Es decir, que en la segunda mitad del año, nuestro mercado laboral destruyó puestos de trabajo: motivo por el cual, por cierto, el número de horas trabajadas en el cuarto trimestre de 2022 todavía seguía por debajo del número de horas trabajadas en el cuarto trimestre de 2019.

En definitiva, los datos macroeconómicos que conocimos la semana pasada no invitan al optimismo. No es que estemos ni mucho menos sentenciados —es más, uno también puede otear en el horizonte algunos factores que invitan al optimismo—, pero desde luego el análisis de los resultados de 2022 (especialmente del segundo semestre) debería haber sido bastante más cauto y prudente de lo que fue.

El Gobierno optó por emborracharse de triunfalismo con los datos macroeconómicos que conocimos la semana pasada: el PIB creció un 5,5% durante 2022 y se crearon casi 300.000 nuevos empleos. Desde luego, el comportamiento de nuestra economía durante los últimos 12 meses ha distado de ser catastrófico y, en ese sentido, uno podría mostrarse prudentemente satisfecho: a pesar de la guerra en Ucrania, del encarecimiento de los costes energéticos o de las subidas de tipos de interés, nuestra actividad ha continuado expandiéndose y el mercado laboral ha arrojado nuevos puestos de trabajo de carácter más indefinido que el que solíamos crear.

PIB
El redactor recomienda