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Por qué Argentina y Venezuela deberían dolarizarse
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Juan Ramón Rallo

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Por qué Argentina y Venezuela deberían dolarizarse

La alternativa más razonable para estos países es dolarizarse: arrebatarles a sus gobernantes la capacidad de emitir moneda 'fiat' nacional

Foto: Un hombre maneja billetes de dólar en una oficina de cambio. (EFE/André Coelho)
Un hombre maneja billetes de dólar en una oficina de cambio. (EFE/André Coelho)
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Los dos países de Iberoamérica con una mayor inflación son Venezuela y Argentina: la primera padece una tasa interanual del 440% y la segunda del 99%. En cambio, los dos países de Iberoamérica con una menor tasa de inflación son Panamá y Ecuador: el primero sufre una tasa interanual del 2,7% y el segundo del 3,12%. ¿Qué tienen en común estos dos últimos países y qué lecciones podrían aprender de ellos Venezuela y Argentina? Pues, en esencia, que son dos países dolarizados: esto es, dos países cuyos Estados han renunciado a administrar su propia moneda y han preferido subcontratar semejante tarea a la Reserva Federal estadounidense.

Es verdad que, dentro de una economía global poblada de monedas fiat, tiene cierto sentido que un Estado trate de emitir y gestionar su propia divisa. A la postre, la moneda fiat no es más que el pasivo más líquido que puede llegar a emitir un Estado, motivo por el cual soporta costes financieros inferiores a los del resto de deudas estatales. Justamente, a las ganancias que obtiene un Estado por emitir moneda fiat las conocemos como señoreaje: si emite moneda fiat con un rendimiento explícito nulo y adquiere activos con un rendimiento explícito positivo, el diferencial se lo apropia el Estado como beneficios financieros.

Foto: EC.
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Sin embargo, precisamente porque el señoreaje resulta muy tentador para cualquier Gobierno, existe el muy alto riesgo de que algunos de ellos traten de abusar del mismo; es decir, que sobreemitan moneda fiat para hacer frente a sus gastos corrientes e inversiones. Y esta estrategia financiera tiene dos problemas. Por un lado, si los desembolsos practicados con la nueva emisión de moneda fiat no generan un reflujo —en forma de ingresos públicos— igual o superior a esos desembolsos, entonces la moneda fiat tenderá a depreciarse (salvo que en paralelo haya aumentado la demanda del sector privado por esa moneda fiat). Por otro, aun cuando los desembolsos efectuados merced a la creación de nueva moneda fiat garanticen un reflujo igual o superior al importe de esos desembolsos, si existe un desfase temporal entre el momento en que se efectúan los pagos y el momento futuro en el que se reciben los cobros, la moneda fiat también puede depreciarse (salvo, de nuevo, en caso de que su demanda dentro del sector privado se haya incrementado).

Todavía peor, si los agentes económicos anticipan que una moneda fiat se depreciará sistemáticamente en el futuro porque el Gobierno abusará sistemáticamente de su emisión, su demanda de moneda fiat se reducirá preventivamente y, por tanto, la depreciación se dará antes incluso de que sobreemita la moneda fiat. Y, cuando tales expectativas se generalizan y amplifican por toda la economía, entonces la crisis monetaria de carácter inflacionista está servida. Esa es justo la situación en la que se hallan países como Venezuela o Argentina: sus gobiernos se han vuelto tan adictos a la emisión monetaria (con la que financiar sus déficits) que la demanda privada de pesos o de bolívares es nula, de modo que toda emisión monetaria dirigida a sufragar sus déficits se convierte automáticamente en nueva inflación.

Existe el muy alto riesgo de que algunos de ellos traten de abusar del mismo; es decir, que sobreemitan moneda 'fiat '

En teoría, ambos países podrían frenar la inflación si lograran que la confianza del sector privado regresara hacia sus monedas, pero para ello no bastaría con regresar al equilibrio presupuestario (señalizando que ya no necesitan volver a recurrir al señoreaje para mantener en marcha la Administración pública); también sería necesario que los gobiernos recuperaran su credibilidad de no volver a abusar descaradamente del señoreaje tan pronto como los precios se estabilicen. Esto último es algo que en Occidente hemos logrado (grosso modo) delegando la emisión de moneda fiat a bancos centrales independientes (que no tienen incentivos a recurrir al señoreaje en favor del Gobierno), pero no es emulable en cualquier jurisdicción estatal: al cabo, ¿qué garantías habría de que un banco central supuestamente independiente en Argentina o Venezuela no terminaría siendo capturado —como lo ha sido históricamente— por su clase política presente o futura?

Foto: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (EFE/Rayner Peña)

Ninguna. De ahí que la alternativa más razonable, y desde luego más efectiva en el corto-medio plazo, para estos países sea dolarizarse: arrebatarles a sus gobernantes la capacidad de apropiarse del señoreaje a través de la emisión de moneda fiat nacional. Solo así, adoptando el pasivo de un Estado extranjero como EEUU, podrían terminar estabilizándose los precios (contra el dólar) dentro de tales economías. Pero ello restaría poder a sus políticos y les obligaría a equilibrar de inmediato sus saldos presupuestarios: una camisa de fuerza que no están dispuestos a colocarse precisamente porque aspiran a seguir abusando de la inflación en contra de sus ciudadanos.

Los dos países de Iberoamérica con una mayor inflación son Venezuela y Argentina: la primera padece una tasa interanual del 440% y la segunda del 99%. En cambio, los dos países de Iberoamérica con una menor tasa de inflación son Panamá y Ecuador: el primero sufre una tasa interanual del 2,7% y el segundo del 3,12%. ¿Qué tienen en común estos dos últimos países y qué lecciones podrían aprender de ellos Venezuela y Argentina? Pues, en esencia, que son dos países dolarizados: esto es, dos países cuyos Estados han renunciado a administrar su propia moneda y han preferido subcontratar semejante tarea a la Reserva Federal estadounidense.

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