Laissez faire
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Medidas sanchistas que Feijóo no derogará
Los primeros mensajes económicos de Feijóo no son especialmente esperanzadores para aquellos que sí querríamos ver derogado el sanchismo
Hace unas pocas semanas, me pregunté en estas páginas qué entiende Feijóo por derogar el sanchismo desde un punto de vista económico. Expuse más de 25 medidas cuya abrogación podría dotar de contenido a ese críptico lema y me comprometí a evaluar la fidelidad del gallego a su compromiso –derogar el sanchismo– según se fuera cargando la totalidad, o al menos una mayoría, de esas medidas.
Por supuesto, todavía es muy pronto para juzgar el desempeño de Feijóo como presidente del Gobierno: ni siquiera ha ganado las elecciones, ni mucho menos cuenta con una mayoría parlamentaria que lo coloque en la Moncloa. Pero sí podemos juzgar las primeras señales que nos manda el candidato Feijóo como futurible derogador del sanchismo. Y he de decir que tales primeras señales no son demasiado halagüeñas. Permítanme, a tenor de las declaraciones preelectorales de los últimos días, reflexionar sobre cuatro de las más de 25 preguntas que formulé en su momento. A saber:
- ¿Derogará Feijóo las dos reformas de las pensiones de Escrivá, especialmente la reindexación de las pensiones al IPC?
- ¿Derogará Feijóo los impuestos extraordinarios a la banca y a las eléctricas?
- ¿Derogará Feijóo las subidas del salario mínimo interprofesional?
- ¿Derogará Feijóo la congelación nominal de los tramos y los beneficios fiscales dentro del IRPF (deflactación)?
Primero, Feijóo acaba de enorgullecerse de que, con el Partido Popular, las pensiones siempre se incrementaron al ritmo del IPC. En un artículo anterior, ya expuse por qué esto es una falsedad (o, al menos, una media falsedad), pero lo relevante es que Feijóo sugiere que es positivo —motivo de orgullo— que las pensiones aumenten al ritmo del IPC. Es verdad que, acto seguido a esas declaraciones, también hace mención a la necesidad de garantizar la sostenibilidad del sistema, pero si comienzas alabando la indexación, difícilmente cabe pensar que cualquier reforma que promueva la sostenibilidad vaya a desvincular (por entero) estos ingresos de la evolución del IPC.
Segundo, el PP, por boca de su portavoz Juan Bravo, ya ha adelantado que no piensa derogar en 2023 el impuesto extraordinario a la banca y que en 2024 se replanteará si lo mantiene tal cual o lo reconvierte en una especie de contribución de las entidades financiar a un fondo que ayude a las familias afectadas por las hipotecas (sobre el impuesto extraordinario a las eléctricas no se ha dicho nada). Al respecto, caben dos posibilidades: que de verdad el PP quiera mantener este impuesto sanchista, que él mismo criticó en el momento de su aprobación, o que el modo en que termine eliminándolo de facto en 2024 sea reduciéndolo enormemente y vendiéndole a la opinión pública que lo transforma en una ayuda (escasa) para algunos hipotecados. Veremos qué termina ocurriendo, pero, de momento, se impone la connivencia intelectual con este tributo sanchista.
Tercero, respecto a las subidas del salario mínimo interprofesional, el propio Feijóo confesó, durante su entrevista en la Cadena SER, que “de las cosas que ha hecho el Gobierno, me parece que es de lo más razonable”. Dicho de otro modo, no solo no cabe esperar una reversión (en términos reales) a los niveles de la etapa presanchista, sino que, atendiendo a lo que señala Feijóo, seguirá aumentando a un ritmo similar al de la presente legislatura.
Y cuarto, la única materia en la que sí se atisba una cierta derogación del sanchismo es en la deflactación de las tarifas del IRPF, pero ni siquiera aquí el gozo es completo. Feijóo siempre recalca que se tratará de una deflactación únicamente para las rentas medias y bajas (de la corrección por inflación de los beneficios fiscales, tan o más importante que la de la tarifa, no suele hablar), de modo que para los tramos más elevados del IRPF seguirán instalados donde los dejó el sanchismo.
En definitiva, los primeros mensajes sobre qué hará Feijóo al frente de la Moncloa (si es que termina llegando) no son especialmente esperanzadores para aquellos que sí querríamos ver derogado el sanchismo, no ya meramente a modo de eslogan electoralista, sino como mejora estructural de nuestro marco institucional.
Hace unas pocas semanas, me pregunté en estas páginas qué entiende Feijóo por derogar el sanchismo desde un punto de vista económico. Expuse más de 25 medidas cuya abrogación podría dotar de contenido a ese críptico lema y me comprometí a evaluar la fidelidad del gallego a su compromiso –derogar el sanchismo– según se fuera cargando la totalidad, o al menos una mayoría, de esas medidas.
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