Es noticia
La crisis de 2020 no tuvo nada que ver con la de 2008
  1. Economía
  2. Laissez faire
Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por

La crisis de 2020 no tuvo nada que ver con la de 2008

En 2008 necesitábamos reorientar la actividad de buena parte de nuestras empresas, de ahí que los ERTE habrían sido un despilfarro masivo y un torpe retraso a la salida de la crisis

Foto: Varias personas hacen cola para acceder a una oficina de empleo en Madrid. (EFE/Luis Millán)
Varias personas hacen cola para acceder a una oficina de empleo en Madrid. (EFE/Luis Millán)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

España ha recuperado su PIB previo a la pandemia en el primer trimestre de 2023. "Solo" hemos necesitado tres años. Comparándolo con la anterior crisis económica, la iniciada en 2008, se trata de un rotundo éxito: en aquel momento requerimos de una década. Siendo así, resultaría hasta cierto punto comprensible que el gobierno que ha pilotado esta veloz recuperación –el de PSOE y Unidas Podemos– saque pecho por su acertada política económica. Y es precisamente lo que están haciendo: las campañas electorales tanto de PSOE como de Sumar están tratando de capitalizar semejante gesta. ¿Hay razones para ello?

No, o no al menos en los términos en que se está planteando la consigna electoral. A la postre, el tipo de crisis a la que nos enfrentamos en 2008 tiene muy poco que ver con la que experimentamos en 2020. Más en particular, la crisis de 2008 fue una crisis de modelo productivo y de sobreendeudamiento (concretamente, el sobreendeudamiento consolidó un mal modelo productivo); en cambio, la crisis de 2020 consistió en suspender la actividad económica durante varios meses por razones sanitarias, pero sin que esas razones sanitarias requirieran de un cambio persistente en nuestro modelo productivo (podría haber ocurrido si, como se temía, la pandemia hubiese alterado de un modo radical las preferencias de los ciudadanos, pero finalmente no sucedió). De ahí que el perfil de recuperación haya sido tan distinto.

En 2020, por el contrario, el sector privado necesitaba resistir financieramente mientras dejaba de producir de manera temporal

En 2008, el sector privado debía transformarse productivamente (abandonar una economía muy intensiva en ladrillo reorientándose hacia la exportación) y desapalancarse financieramente (amortizar ingentes cantidades de deuda como hizo durante toda la década pasada). Por necesidad, ambos procesos son bastante lentos: la industria de la construcción (así como los demás sectores dependientes de la misma) no puede mutar de la noche a la mañana en algo completamente distinto; a su vez, reducir varias decenas de puntos de PIB de deuda privada requiere de muchos años de ahorro.

En 2020, por el contrario, el sector privado necesitaba resistir financieramente mientras dejaba de producir de manera temporal. Los trabajadores y las empresas tenían que cubrir sus gastos básicos e inaplazables, para lo cual requerían de ahorros propios, de financiación externa o de transferencias públicas. No se trataba, pues, de que trabajadores o empresas hicieran algo distinto a lo que venían haciendo, sino de que aguantaran hasta poder volver a hacer lo que venían haciendo. Levantadas las restricciones estatales a la actividad, ésta resurgió con fuerza porque solo tenía que volver a ponerse en marcha: ha ocurrido no solo en España… sino en todo el mundo.

Por eso, algunas de las políticas más populares en la crisis de 2020 simplemente no habrían funcionado en 2008. Tomemos el caso de los ERTE: los ERTE sirvieron en 2020 para mantener vivas a las empresas (eximiéndoles de buena parte de sus gastos salariales) mientras se mantenía un flujo de ingresos a los trabajadores. Fue un instrumento (quizá demasiado caro, pero en todo caso eficaz) para mantener en suspenso la actividad del tejido empresarial existente. Repito: para mantener en suspenso, no para cancelar. En 2008, en cambio, necesitábamos cancelar y reorientar la actividad de buena parte de nuestras empresas, de ahí que suspender su actividad (a la espera de relanzarla en el futuro) no solo habría sido un despilfarro masivo, sino una torpe forma de retrasar la salida de la crisis.

Foto: Una terraza en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)

Como mucho, podría tratar de argumentarse que las políticas de estímulo (fiscales y monetarias) de 2020 funcionaron mejor que las políticas de austeridad de 2008. Pero incluso esto resulta cuestionable. Primero, porque en la crisis de 2008 no se aplicó (o no se intentó aplicar) la austeridad en materia fiscal hasta al menos 2010: de hecho, la acumulación de deuda pública improductiva en el período 2008-2010 y la apertura de un gigantesco déficit público (derivado en gran medida del aumento del gasto durante la burbuja y del pinchazo de los ingresos durante la crisis) fue lo que nos llevó de cabeza a los ajustes presupuestarios (los mercados no nos querían prestar y Alemania no nos quería rescatar). Segundo, porque en la crisis de 2020 las políticas de estímulo no han salido ni mucho menos gratis: parte de la gran inflación que hemos experimentado desde 2021 ha sido la forma (poco equitativa) en la que hemos pagado el sobrecoste de esas políticas.

En suma, las crisis no han sido iguales; tampoco, en consecuencia, las trayectorias de recuperación o las políticas aplicables; y, para más inri, los estímulos usados desde 2020 no han sido, ni mucho menos, el almuerzo gratuito que algunos pretenden vendernos.

España ha recuperado su PIB previo a la pandemia en el primer trimestre de 2023. "Solo" hemos necesitado tres años. Comparándolo con la anterior crisis económica, la iniciada en 2008, se trata de un rotundo éxito: en aquel momento requerimos de una década. Siendo así, resultaría hasta cierto punto comprensible que el gobierno que ha pilotado esta veloz recuperación –el de PSOE y Unidas Podemos– saque pecho por su acertada política económica. Y es precisamente lo que están haciendo: las campañas electorales tanto de PSOE como de Sumar están tratando de capitalizar semejante gesta. ¿Hay razones para ello?

Crisis
El redactor recomienda