Es noticia
Contra la cancelación y a favor del fetichismo de la mercancía
  1. Economía
  2. Laissez faire
Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por

Contra la cancelación y a favor del fetichismo de la mercancía

Debemos aprender a separar lo personal, de lo profesional y de lo político

Foto: Abascal, en un mitin en Palma. (EFE/Miquel A. Borràs)
Abascal, en un mitin en Palma. (EFE/Miquel A. Borràs)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Durante la última semana hemos experimentado en redes sociales el intento de cancelación de dos directivas de dos grandes empresas por el mero hecho de haber expresado, a título personal y no corporativo, sus opiniones políticas.

El primer caso fue el de una directiva de Orange quien, en una breve entrevista por la calle realizada por parte de un canal de YouTube, explicitó (sin identificarse como directiva de Orange) su apoyo a la formación política de Abascal por razones sociales y culturales (inmigración, ideología de género, okupación, etc.): las redes sociales pronto descubrieron que esa persona ocupaba un alto cargo dentro de la empresa de telecomunicaciones y, con la colaboración de miembros orgánicos del PSOE, exhortaron a Orange a que la despidiera.

Foto: Logo de Orange Bank. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

El segundo caso fue el de una directiva de Google España-Portugal, quien en un tuit mostró su apoyo a unas declaraciones (dentro del debate entre portavoces) de Oskar Matute (Bildu) en las que este afirmaba haber pedido la liberación de Miguel Ángel Blanco la noche anterior a su asesinato. E inmediatamente desde la cuenta oficial de Vox en Twitter se la reprendió del siguiente modo: “No transmite confianza que una gran tecnológica como Google tenga a una responsable que haga campaña al brazo político de una banda terrorista”. Es decir, que Google solo volverá a ser confiable ante sus ojos cuando despida a esa trabajadora.

Por supuesto, todo el mundo es libre de organizar y participar en los boicots contra otras personas, físicas o jurídicas, que considere oportuno. Sin embargo, normalizar la cancelación social de personas, según sus opiniones políticas, solo nos conduce a una población que practica generalizadamente la autocensura para no verse excluida del mercado. Es decir, solo nos conduce a una sociedad donde el debate ideológico desaparece de la esfera pública o es copado por aquellos colectivos ideológicos mayoritarios y con capacidad para anular a las minorías.

"Deberíamos aprender a separar lo que son relaciones de carácter profesional de lo que son relaciones de carácter afectivo"

En este sentido, deberíamos aprender a separar lo que son relaciones cooperativas de carácter exclusivamente profesional o mercantil de lo que son relaciones sociales de carácter afectivo o personal. Marx creyó haber encontrado en el llamado "fetichismo de la mercancía" una característica estructural del capitalismo: a saber, que el trabajo social mediante el que la humanidad reproducía su existencia había pasado a estar mediado por mercancías, ocultando de ese modo las relaciones entre individuos de las que esas mercancías eran portadoras. O dicho de otro modo, el fetichismo de la mercancía reemplazaba superficialmente las relaciones entre personas por relaciones entre objetos, lo que deshumanizaba (alienaba) el proceso de trabajo bajo el capitalismo. Pero, tal como explico en Anti-Marx, el fetichismo de la mercancía es lo que permite expandir la cooperación social a la más elevada escala posible, por cuanto expurga la cooperación laboral/mercantil de prejuicios y rencillas personales: la mercancía no es ni de izquierdas ni de derechas, ni pro-Vox ni anti-Vox, ni globalista ni antiglobalista. La mercancía es un objeto inanimado que conecta impersonalmente a dos individuos que acaso se detesten afectivamente: los individuos se abstraen de su identidad para cooperar productivamente entre sí.

Por eso, nuestras sociedades necesitan menos cancelación y más fetichismo de la mercancía. Debemos separar lo personal, de lo profesional y de lo político. Es perfectamente legítimo criticar a una directiva de Orange o de Google por sus opiniones políticas: pero no deberíamos dar el salto de pasar de la crítica política hacia la persona a la crítica a la empresa en la que trabaja y, en suma, hacia la presión social para el despido, la exclusión y la marginación social de esa persona por sus ideas. Ni la directiva de Orange debería ser despedida por ser pro-Vox ni la directiva de Google debería serlo por ser anti-Vox: ambas deberían ser promocionadas o degradadas según su competencia para satisfacer las necesidades mercantiles de sus clientes. O eso o avanzaremos hacia una sociedad hiperpolitizada donde el fanatismo ideológico lo contaminará todo y socavará las bases de la convivencia.

Durante la última semana hemos experimentado en redes sociales el intento de cancelación de dos directivas de dos grandes empresas por el mero hecho de haber expresado, a título personal y no corporativo, sus opiniones políticas.

Vox
El redactor recomienda