Laissez faire
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La corrupción tumba a la mano derecha de Gabriel Boric
La ola de (infundada) esperanza que recorrió el país con la victoria de Boric se ha transformado rapidísimamente en un tsunami de decepción
Ha caído Giorgio Jackson, la mano derecha (o izquierda) del presidente de Chile, Gabriel Boric. No se trata de un cese cualquiera, como quien quita y pone ministros en función de los movimientos de las encuestas. Jackson era para Boric algo así como el Alfonso Guerra o el Íñigo Errejón de González e Iglesias, pero, a diferencia de estos últimos casos, manteniendo todavía una excelente relación personal con su líder.
Sucede que la situación de Jackson dentro del Ejecutivo chileno se había vuelto políticamente insostenible. Durante los últimos meses, la sombra de corrupción ha empezado a envolver a la coalición de izquierdas de Boric: los que venían a regenerar las instituciones, emponzoñados en una trama de desvío de fondos públicos para lucro personal y partidista. Concretamente, el Ejecutivo chileno, a través de sus delegaciones territoriales, transfería opacamente dinero público a fundaciones y ONG cercanas a la coalición gubernamental con el mandato de desarrollar ciertas políticas públicas (como la construcción de viviendas sociales) para las que no contaban con ninguna cualificación especial y que jamás terminaron por ejecutar.
Ahora mismo, más de 50 organizaciones pantalla, a las que se ha transferido alrededor de 30 millones de euros, están siendo investigadas por la Fiscalía. Pero el número crece día a día. Y, como decimos, la práctica totalidad son organizaciones pantalla cercanas al Ejecutivo o, directamente, creadas por militantes e incluso parejas de diputados de los partidos que dan apoyo a la coalición gubernamental. Y, entre esos partidos, hay uno que destaca sobre los demás: Revolución Democrática, el partido de Giorgio Jackson.
No solo se trata de que varias de esas organizaciones estén controladas por miembros de Revolución Democrática y que los responsables del desvío de fondos públicos también posean ese carné, es que, además, Giorgio Jackson y Javiera Martínez, la directora de Presupuestos, ambos militantes de Revolución Democrática, acordaron reducir los controles necesarios para que las administraciones regionales pudiesen transferir fondos a este tipo de fundaciones y ONG. Y, por si lo anterior fuera poco, el pasado 20 de julio se vivió un extraño robo en el Ministerio de Desarrollo Social (el de Jackson) con el objetivo de sustraer 23 ordenadores y una caja fuerte con documentos confidenciales: claramente, los ladrones querían lograr información delicada o, tal vez, hacerla desaparecer.
Sea como fuere, Jackson, quien en el pasado había hecho gala de unos estándares morales superiores a los de la casta política tradicional chilena, tenía que dimitir. Y, gracias a la infatigable presión del Partido Republicano (quien estaba organizando una acusación constitucional que podría haberlo inhabilitado durante cinco años), finalmente, lo ha hecho.
"La práctica totalidad son organizaciones pantalla cercanas al Ejecutivo o creadas por militantes e incluso parejas de diputados"
En menos de año y medio, pues, el Gobierno de Gabriel Boric ha sufrido tres importantísimos golpes que lo han desactivado políticamente: su derrota en el plebiscito constitucional (donde casi dos tercios de los chilenos rechazaron el texto que propugnaba Boric), su derrota en la elección del Consejo Constitucional (en la que el Partido Republicano consiguió una espectacular victoria con capacidad para orientar el texto del borrador de la nueva constitución) y ahora la expansiva trama de corrupción que estamos conociendo (y que le ha costado la cabeza de su amigo Giorgio Jackson).
Hasta el momento, el fiasco no ha podido ser mayor: la ola de (infundada) esperanza que recorrió el país con la victoria de Boric se ha transformado rapidísimamente en un tsunami de decepción.
Ha caído Giorgio Jackson, la mano derecha (o izquierda) del presidente de Chile, Gabriel Boric. No se trata de un cese cualquiera, como quien quita y pone ministros en función de los movimientos de las encuestas. Jackson era para Boric algo así como el Alfonso Guerra o el Íñigo Errejón de González e Iglesias, pero, a diferencia de estos últimos casos, manteniendo todavía una excelente relación personal con su líder.
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