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Juan Ramón Rallo

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¿Es la dolarización "un disparate"?

La dolarización es como imponerle una camisa de fuerza a un delincuente. No es estrictamente necesaria para que deje de delinquir, pero sí se lo pone más difícil

Foto: Javier Milei, en una imagen de archivo. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Javier Milei, en una imagen de archivo. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
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Patricia Bullrich, rival de Javier Milei en las venideras elecciones presidenciales de Argentina, se ha reunido con el Premio Nobel de Economía Thomas Sargent y ha conseguido que este apoye su plan para bimonetizar la economía (convertir el dólar y el peso en monedas de curso legal) así como que critique la propuesta dolarizadora de Milei. En concreto, Sargent calificó de "disparate" la idea de dolarizar Argentina porque "por el hecho de que te pongas la camiseta de Messi, no eres Messi, sino que simplemente tienes la camiseta".

Aunque la analogía de Sargent ha sido aplaudida por volver asequible un conocimiento mucho más complejo y profundo, personalmente me resulta una afirmación ambigua. Por un lado, podríamos interpretar a Sargent diciéndonos que "por dolarizar la economía argentina, esta no se convertirá en la economía de EEUU": algo que rozaría la perogrullada porque ni el más fanático defensor de la dolarización ha insinuado nunca tal cosa. La dolarización se promueve como una herramienta para frenar la inflación, no para que multiplicar la renta per cápita del país por arte de magia. Pero, por otro lado, también podríamos interpretar la frase de Sargent como que "por dolarizar la economía argentina, no tienes por qué conseguir la misma estabilidad de precios de EEUU".

Foto: Javier Milei. (Reuters/Matias Baglietto)

Este último significado estaría, desde luego, más alineado con el pensamiento de Sargent, para quien la inflación argentina es un síntoma de la absoluta dominancia fiscal que posee el Gobierno sobre el banco central y de la consecuente monetización de los déficits públicos estructurales. En este sentido, bien podríamos leer a Sargent advirtiéndonos de que la dolarización no es ni condición necesaria ni condición suficiente para suprimir la inflación en Argentina. Y tiene razón. Pero que la dolarización no sea ni condición necesaria ni condición suficiente para suprimir la inflación no implica que sea un disparate. Me explico.

Primero, es verdad que Argentina, en teoría, podría controlar su inflación sin dolarizar la economía (dolarizar no es condición necesaria). Bastaría con que se pusiera fin al déficit público estructural del país y que los inversores confiaran en que semejante disciplina fiscal se mantendría a largo plazo. Si no se emite ni se espera que se vaya a emitir nueva deuda estatal, entonces la demanda de pesos aumentará y su oferta (vía amortizaciones de la deuda existente) se reducirá. Es decir, su valor aumentará. Ahora bien, ¿cómo lograr que los políticos argentinos dejen de endeudarse y de monetizar ese déficit? Precisamente porque ninguno de los controles formales que se han establecido hasta la fecha ha funcionado durante décadas, Milei propone una transformación institucional de mucho calado: cerrar el banco central y eliminar el peso. Si la clase gobernante no dispone de un banco central que emita la moneda del país, les será mucho más complicado monetizar sus déficits.

Segundo, que les sea más complicado no equivale a que les sea imposible: incluso en una economía dolarizada, el Gobierno puede seguir imponiendo su dominancia fiscal y generar inflación (dolarizar no es condición suficiente). Existen al menos dos vías para hacerlo y son dos vías que la propia Argentina ya ha puesto en práctica durante las últimas décadas. Por un lado, si los bancos privados cuentan con reservas en dólares para hacer frente al reembolso de sus depósitos, el Gobierno podría obligarles a comprar (con esas reservas) su deuda pública denominada en dólares: en el extremo, los bancos caerían en suspensión de pagos (corralito) y sus depósitos cotizarían con descuento frente al resto de bienes y servicios (inflación).

"Si la clase gobernante no dispone de un banco central que emita la moneda, les será mucho más complicado monetizar sus déficits"

Por otro, las administraciones públicas podrían pagar parte de sus gastos con pagarés denominados en dólares (la provincia de Buenos Aires ya lo hizo en 2001 con los famosos patacones): si esos pagarés jamás se amortizan, si no que solo se refinancian (se pagan los pagarés a vencimiento con nuevos pagarés), a efectos prácticos estos integrarán la oferta monetaria y se depreciarán (generando inflación). Sin embargo, estas estrategias de monetización fiscal resultan más difíciles de imponer que meramente instrumentalizar un banco central emisor en pesos (situación actual): los bancos argentinos podrían operar desde jurisdicciones internacionales y los ciudadanos opondrían una mayor resistencia si, en circunstancias no excepcionales, se les paga con pagarés del Gobierno.

En definitiva, la dolarización no es una herramienta exenta de riesgos (¿cuál lo es?) ni tampoco infalible a la hora de controlar la inflación. Pero sí constituye un diseño institucional que constriñe, como pocas otras, la capacidad del Estado de generar inflación. Modificando levemente la analogía inicial de Thomas Sargent, podríamos decir que la dolarización es como imponerle una camisa de fuerza a un delincuente: es verdad que la camisa de fuerza no es estrictamente necesaria para que deje de delinquir (también podría dejar de delinquir porque se convenciera de que cometer delitos está mal) y que ni siquiera es condición suficiente para que deje de delinquir (si consigue liberarse, seguirá delinquiendo), pero sí es una herramienta que dificulta enormemente que siga cometiendo crímenes. Y de eso trata la dolarización: de colocarles una camisa de fuerza a los delincuentes políticos para que dejen de delinquir robando a los argentinos a través de la inflación.

Patricia Bullrich, rival de Javier Milei en las venideras elecciones presidenciales de Argentina, se ha reunido con el Premio Nobel de Economía Thomas Sargent y ha conseguido que este apoye su plan para bimonetizar la economía (convertir el dólar y el peso en monedas de curso legal) así como que critique la propuesta dolarizadora de Milei. En concreto, Sargent calificó de "disparate" la idea de dolarizar Argentina porque "por el hecho de que te pongas la camiseta de Messi, no eres Messi, sino que simplemente tienes la camiseta".

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