Las semejanzas entre 1973 y 2023

El 16 de octubre de 1973, hace prácticamente 50 años, la OPEP decretó un embargo contra la exportación de petróleo a los países occidentales que habían apoyado a Israel en la Guerra del Yom Kippur (iniciada el 6 de octubre de 1973): ese embargo provocó que el precio del petróleo se multiplicara casi por cuatro durante los meses siguientes. Pero entonces, como ahora, las tensiones en el mercado del petróleo ya venían de antes: las exuberantes políticas de estímulo, que en 1971 habían enterrado el sistema monetario de Bretton Woods, generaban cuellos de botella en la producción de petróleo al sobredimensionar el gasto agregado.

De ahí que, durante el mes previo al embargo de la OPEP, los precios del crudo ya se hubiesen incrementado más de un 50% respecto a sus niveles de 1970. Y de ahí también la OPEP optara por decretar el embargo: porque, en un mundo sin capacidad ociosa en la producción de crudo, la OPEP tenían la sartén por el mango. Si el resto de productores no cartelizados hubiese disfrutado de una importante capacidad ociosa, la OPEP jamás se habría atrevido a decretar el embargo porque solo habría contribuido a incrementar la cuota de mercado de sus competidores: pero al no existir alternativas a la OPEP, su embargo por necesidad implicaba un estallido de precios como el que se produjo.

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Pues bien, medio siglo después, ¿cabe pensar que se repetirá la historia? ¿Se cuadruplicarán los precios como entonces? Ahora mismo también tenemos, desde luego, ciertas tensiones en el mercado del petróleo, como consecuencia de una economía global sobrecalentada y de los consiguientes cuellos de botella que se han visto agravados por ciertos recortes de la producción de la OPEP y las sanciones a Rusia. Por consiguiente, si se estableciera un nuevo embargo de la OPEP contra Occidente, sin duda los precios podrían llegar a dispararse tanto como hace medio siglo.

Sin embargo, no es probable que experimentemos un nuevo embargo dado que ahora mismo el bloque anti-Israel dentro de la OPEP se halla mucho más desunido. De los trece Estados que conforman esta organización, seis ya reconocen y mantienen relaciones diplomáticas con Israel (Angola, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea Ecuatorial, Nigeria y República del Congo) y, sobre todo, parece que durante los próximos meses se formalizarán las relaciones con Arabia Saudí, el principal productor de todos ellos. Por tanto, es dudoso que presenciemos una reacción similar a la de 1973. Pero ello tampoco significa que la guerra no vaya a contribuir a tensionar aún más la oferta y, por tanto, los precios.

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Por un lado, y mientras continúe el conflicto, países como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos lo tendrán muy complicado para justificar un incremento de la producción de crudo que pueda aliviar los precios: aunque quisieran hacerlo para, por ejemplo, frenar una subida demasiado brusca del coste del crudo, es dudoso que pudiesen explicarlo ante su opinión pública. Por otro, una de las fuentes que más ha contribuido a aumentar la oferta global de petróleo durante este 2023 ha sido Irán, quien pese a las sanciones formales ha logrado colocar en los mercados más de medio millón de barriles diarios de petróleo (sobre todo hacia China, quien, por tanto, no ha tenido que comprar esa misma cantidad a otros productores): si el apoyo de Irán a Hamás lleva a que la comunidad internacional, y especialmente EEUU, vuelvan nuevamente esas sanciones operativas, entonces ese margen de holgura en la oferta desaparecería.

En suma, 2023 no es 1973, a pesar de que existan importantes semejanzas (cuellos de botella derivados de un exceso de estímulos agregados y guerra a gran escala en Israel). Pero nada de lo ocurrido este fin de semana contribuye a moderar unos precios del petróleo que desde hace algunos meses están volviendo a avivar la inflación.