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¿Por qué Sánchez arrasa con un 90% entre sus afiliados?
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Juan Ramón Rallo

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¿Por qué Sánchez arrasa con un 90% entre sus afiliados?

A nadie debería sorprenderle el muy elevado grado de adhesión hacia las cúpulas. Es consustancial a la esencia jerárquica, sectaria, arribista y gregaria de los partidos políticos

Foto: Pedro Sánchez, en su despacho en Ferraz. (EFE/PSOE)
Pedro Sánchez, en su despacho en Ferraz. (EFE/PSOE)
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Durante los últimos días, tres partidos políticos han celebrado consultas entre sus militantes: el PSOE, Podemos y ERC. En los tres casos, el voto afirmativo hacia la postura propugnada por sus direcciones superó el 85%: en el PSOE, se convalidó el acuerdo con Sumar y la ley de amnistía; en Podemos, adquirir autonomía frente a Sumar, y en Esquerra, el pacto con el PSOE. De entrada, podría llamarnos la atención que, en una sociedad pluralista donde existe tanta diversidad de opiniones sobre tantos asuntos, se alcancen, incluso en asuntos tan controvertidos como la amnistía, opiniones tan contundentemente mayoritarias. No estamos hablando de un 55% o un 60%, sino de casi un 90%.

¿Qué sentido tiene todo ello? Pues un sentido plenamente coherente con la naturaleza de los partidos políticos: a saber, grupos jerárquicos y sectarios cuyo objetivo prioritario es la conquista del poder político en competencia con otros partidos políticos.

Primero, que exista jerarquía en las formaciones políticas otorga a su dirección un cierto grado de autonomía a la hora de decidir qué cuestiones se someten a consulta de las bases y cuáles no. Y, evidentemente, toda cúpula de todo partido tratará de limitar las consultas a aquellas que puede ganar de manera amplia y abrumadora. No siempre les es posible (pues los estatutos pueden imponer como obligatorio el voto a determinadas cuestiones), pero desde luego las cúpulas aprovecharán cualquier margen de maniobra de que dispongan para autoseleccionar las consultas de las que puedan emerger vencedores. Por ejemplo, ¿alguien cree que Pedro Sánchez hubiese preguntado a sus militantes por el acuerdo con los independentistas si no estuviese seguro del amplísimo respaldo que iba a lograr?

Segundo, que los partidos políticos sean sectas/facciones ideológicas también conduce a una cierta autoselección de la militancia. Las minorías de afiliados profundamente enfrentados con las ideas o la estrategia de la cúpula directiva tienden a abandonar el partido (o a no llegar a entrar en él), de manera que jamás llegan a constituir una mayoría opositora significativa. Si uno repudia el fondo y las formas de Pedro Sánchez (o, en el caso de Podemos, de Ione Belarra o Irene Montero), lo esperable es que se dé de baja del partido, de manera que los que entran o se quedan son entusiastas de su forma de hacer las cosas.

Foto: El líder de ERC, Oriol Junqueras. (EFE/Quique García)

Tercero, que los partidos políticos tengan como objetivo prioritario la captura del poder político significa que, en última instancia, todo lo demás pasa a un plano secundario. Si un líder político —en este caso, Sánchez— es exitoso a la hora de alcanzar el poder, los suyos lo secundarán mayoritariamente porque les habrá dado lo que buscan. No importa que sea tramposo, marrullero e incluso profundamente inmoral: semejantes tachas tenderán a disculparse y a justificarse en aras de un interés superior (el poder). No en vano, imaginemos un escenario alternativo: supongamos que el PSOE hubiese perdido no solo las autonómicas y municipales, sino también las generales y con una contundencia suficiente como para no poder formar Gobierno. Si en ese contexto Sánchez hubiese planteado a sus militantes la necesidad de dar un giro programático y apoyar una ley de amnistía para Cataluña, ¿habría obtenido algún respaldo como perdedor? Desde luego que no. Ahora gana porque ofrece poder y gobernabilidad: si no lo hiciera, el resultado habría sido radicalmente distinto.

Esto último, por cierto, también puede ocurrir en partidos con trayectoria perdedora como Podemos: cuando las cúpulas se han encargado de eliminar a toda alternativa directiva viable, entonces la militancia puede agolparse alrededor de la cúpula netamente perdedora si esperan que cualquier otro equipo directivo arroje resultados todavía peores. Por ejemplo, si Podemos perdiera a Irene Montero, Ione Belarra y el apoyo externo de Pablo Iglesias, ¿qué le quedaría? Absolutamente nada.

Foto: Belarra, en la Conferencia Política de Podemos. (EFE/Fernando Villar)

Y cuarto, los partidos son grupos que compiten contra otros grupos (otros partidos), lo que requiere de un elevado grado de gregarismo para ser competitivos. Por tanto, la militancia ha de mostrar unidad frente a la organización de sus rivales y, sobre todo, no ha de comprar ni interiorizar el discurso de sus rivales: por ejemplo, si el PP se opone frontalmente a la ley de amnistía, entonces que un militante socialista acepte argumentos similares a los del PP y vote en consecuencia equivale a una traición y deslealtad hacia la organización. Por tanto, salvo en momentos muy críticos y especiales, en los partidos impera la idea cohesionadora de prietas las filas. También respecto a asuntos aparentemente controvertidos.

En suma, a nadie debería sorprenderle el muy elevado grado de adhesión hacia sus cúpulas que muestran normalmente las militancias de los partidos políticos. Es consustancial a la esencia jerárquica, sectaria, arribista y gregaria de los partidos políticos.

Durante los últimos días, tres partidos políticos han celebrado consultas entre sus militantes: el PSOE, Podemos y ERC. En los tres casos, el voto afirmativo hacia la postura propugnada por sus direcciones superó el 85%: en el PSOE, se convalidó el acuerdo con Sumar y la ley de amnistía; en Podemos, adquirir autonomía frente a Sumar, y en Esquerra, el pacto con el PSOE. De entrada, podría llamarnos la atención que, en una sociedad pluralista donde existe tanta diversidad de opiniones sobre tantos asuntos, se alcancen, incluso en asuntos tan controvertidos como la amnistía, opiniones tan contundentemente mayoritarias. No estamos hablando de un 55% o un 60%, sino de casi un 90%.

Pedro Sánchez
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