No solo se subirán los impuestos a los ricos

Uno de los titulares económicos que nos dejó el discurso de investidura de Pedro Sánchez fue esa advertencia de que los ricos tenían que pagar más impuestos que el resto: "Los ricos, lo siento, pero tienen que pagar más impuestos que los que pagan hasta ahora. Es más, mientras nosotros gobernemos, van a pagar más que el resto, porque lo justo, lo que mandata la Constitución, es que contribuya más quien más tiene".

Llama la atención este tipo de generalidades vacías tras cinco años de gobierno de las izquierdas. Primero, porque los ricos ya pagan más que el resto de ciudadanos y lo han hecho tanto con el PSOE como con el PP. Y si eso ya sucedía, ya sucede y seguirá sucediendo, no queda claro por qué tiene que ocurrir en aún mayor medida. Segundo, porque una apelación genérica como esta no deja claro dónde cree nuestra izquierda patria que se halla el límite de las subidas de impuestos a los ricos: si en el pasado ya los incrementaron tanto como quisieron, pero ahora nos dicen que es necesario seguir subiéndolos, ¿cuándo se darán por satisfechos? ¿Cuál es su objetivo en materia de fiscalidad sobre las rentas y los patrimonios más elevados?

Al parecer, y atendiendo al acuerdo de gobierno con Sumar y a lo que se ha filtrado a los medios de comunicación, los sablazos contra los ricos se concentrarán en el aumento de la fiscalidad sobre las rentas del capital. El argumento con el que pretende justificarse tal ampliación de la rapiña estatal es que las rentas del capital reciben un trato fiscal mucho más favorable que las rentas del trabajo: algo que debería resultar absurdo (salvo acaso para las rentas del capital procedentes de la inversión en renta fija) porque estas, antes de ser distribuidas a sus titulares, ya han sido sometidas al gravamen del impuesto sobre sociedades (el cual, por cierto, la coalición gobernante también quiere acrecentar). Por ejemplo, si sobre unos beneficios de 100 se pagan 25 de impuestos, quedan 75 a distribuir entre accionistas: y si esos 25 se gravan otro 25% (un tipo alrededor del promedio dentro de la actual escala fiscal), lo que les restará a los accionistas serán 56,25. A saber, estarán soportando un tipo medio del 43,75%... muy superior al tipo medio de casi cualquier renta del trabajo en España.

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Por tanto, los argumentos empleados para defender esta nueva subida de impuestos son muy endebles. Pero pueden ser lo suficientemente eficaces, desde el punto de vista propagandístico, para justificarla ante la opinión pública y, sobre todo, para facilitar que las subidas de impuestos contra el resto de la sociedad sean más fácilmente digeribles. No en vano, la readopción de las reglas fiscales europeas a partir del próximo ejercicio requerirá, si se quiere seguir incrementando el tamaño del Estado, de nuevos aumentos impositivos que recaigan no sobre los ricos, sino sobre el grueso de la población: por ejemplo, ya se ha anunciado que a lo largo de 2024 asistiremos a numerosas reversiones de bajadas de impuestos (IVA de la energía, IVA de los alimentos básicos, impuesto especial a la electricidad, etc.) que castigarán en especial a la población no acaudalada del país. Es más, si de verdad avanzáramos a una mayor descentralización fiscal (aunque sea asimétricamente en favor de Cataluña), el Estado (tanto el central como el autonómico) se vería en la necesidad de incrementar enormemente los impuestos a la inmensa mayoría de ciudadanos en el resto del país.

En suma, cuanto más se pretendan subir los impuestos al conjunto de los ciudadanos, más se proclamará que este Gobierno busca sablear a los ricos. Y sí: sablearán a los ricos… pero también a todos los demás.