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El alma nacionalsindicalista de Vox
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Juan Ramón Rallo

Laissez faire

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El alma nacionalsindicalista de Vox

Solidaridad solo está exponiendo la visión tradicional del nacionalsindicalismo sobre los sindicatos: a saber, su aspiración a convertirse en un sindicato vertical

Foto: Rodrigo Alonso (Vox). (Europa Press/Joaquín Corchero)
Rodrigo Alonso (Vox). (Europa Press/Joaquín Corchero)
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En una reciente conferencia, Rodrigo Alonso, secretario general de Solidaridad, el sindicato de Vox, afirmó lo siguiente:

"Si de repente Telefónica dijese 'voy a despedir al 50% de los trabajadores', [entonces los trabajadores tendrían que contestarle]: 'No, la compañía no es de ustedes, la compañía es nuestra, es del trabajador y aquí no hay ERE que valga. Aquí vamos a hacer un comité y vamos a negociar la forma en que va a seguir funcionando la compañía, porque somos nosotros los dueños de la compañía: el capital humano, el principal capital que tiene una empresa".

El extracto es un completo disparate y no hay por dónde agarrarlo. Primero, la empresa no es de los trabajadores, sino de los accionistas, que son quienes la financian y asumen patrimonialmente el riesgo de pérdida derivado de la actividad empresarial. Segundo, el capital humano no es una fuente de financiación de la empresa (no es un pasivo no exigible que absorba pérdidas) sino un recurso del trabajador que le vende o le alquila a la empresa (un activo) y por el que cobra un precio en forma de salario (al margen de si ese capital humano termina finalmente generando valor o no). Tercero, si el capital humano (todo él, sin distinciones) fuera el principal activo de la compañía, no se entiende demasiado bien por qué Telefónica quiere despedir a un tercio de la plantilla: ¿quiere desprenderse de un tercio de sus más formidables activos? ¿O más bien es que considera que algunos de esos activos no generan suficiente valor en relación con el salario que les está pagando? Cuarto, aun cuando la empresa fuera propiedad de los trabajadores, ello no sería incompatible con que hubiese reducciones de plantilla si los propios trabajadores-propietarios no supieran cómo seguir generando suficiente valor con la fuerza laboral actual. Y quinto, el mero hecho de montar un comité no garantiza con los trabajadores que los problemas estructurales de una compañía (o más bien de un sector entero: el de las telecomunicaciones) se vayan a solucionar por arte de magia, como si solo fuera necesaria buena voluntad para lograr estabilizar el modelo de negocio y mantener las plantillas; pero sí incrementa los niveles de burocracia y de politización de las decisiones empresariales.

Las disparatas declaraciones de Rodrigo Alonso han logrado un eco mucho mayor del que probablemente él esperaba y deseaba, hasta el punto de que se ha visto empujado a rectificarlasen apariencia: ahora resulta que las empresas sí son de los accionistas (“No quería decir que los trabajadores sean los propietarios de las empresas”), pero que los trabajadores han de defender sindicalmente sus puestos de trabajo (“los trabajadores deben tener sindicatos que defiendan sus puestos de trabajo, su salario y su dignidad”) y unirse con los empresarios nacionales frente a la competencia internacional (“Solidaridad cree que empresarios y trabajadores deben ir de la mano frente a quienes quieren destruir la prosperidad de España, obligando a nuestras empresas a competir en condiciones de desigualdad”).

Foto: Varias personas pasan por delante de una oficina de UBS en Zurich (Suiza). (EFE/Walter Bieri) Opinión

En realidad, no hay rectificación alguna. Rodrigo Alonso, y, por tanto, Solidaridad, solo está exponiendo la visión tradicional del nacionalsindicalismo sobre los sindicatos: a saber, la aspiración a convertirse en un sindicato vertical donde se integren los representantes de los trabajadores y de los empresarios nacionales para coordinarse gremialmente y protegerse, a través de la legislación estatal, frente a la competencia extranjera (la cual siempre será desleal o tramposa en caso de que sustituya, y no complemente, a la industria nacional). Rodrigo Alonso, pues, no se ha desdicho: solo ha perfilado su visión filofalangista para diferenciarla de la doctrina marxista sobre la lucha de clases y sobre la comunitización proletaria de los medios de producción.

Dado que Solidaridad es un sindicato apadrinado por Vox y dado que Rodrigo Alonso es portavoz adjunto de Vox Andalucía, estaría bien que, tras estas declaraciones (y otras tantas en una línea similar por parte de Solidaridad), el partido se pronunciara con claridad sobre cuáles son sus propuestas económicas a corto, medio y largo plazo, así como su vinculación, o ausencia de la misma, con el pensamiento nacionalsindicalista. Si Vox es un exponente de la derecha no acomplejada, imagino que no tendrá ningún problema en aclarárnoslo a los ciudadanos para que sepamos a qué atenernos, no ya como votantes (que muchos no lo somos) sino como víctimas futuras de su potencial acción falangista de gobierno. Después de laminar a sus cuadros más cercanos al liberalismo, ¿ha llegado el nacionalsindicalismo a Vox para quedarse?

En una reciente conferencia, Rodrigo Alonso, secretario general de Solidaridad, el sindicato de Vox, afirmó lo siguiente:

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