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El Estado de Bienestar español: un Ponzi migratorio
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Juan Ramón Rallo

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El Estado de Bienestar español: un Ponzi migratorio

Hacer depender el futuro patrimonial de los españoles de variables tan incontrolables como esos masivos flujos migratorios constituye una enorme irresponsabilidad financiera

Foto: EC Diseño/Blanca Casanova
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La tasa de dependencia es la relación entre la población con más de 66 años (personas que ya no están oficialmente en edad de trabajar) y la población entre 16 y 66 años (personas en edad de trabajar). A día de hoy, es del 26,5%: en España hay 8,5 millones de personas con más de 66 años y 32,1 millones con edad de estar trabajando. Si incluyéramos a los menores de 16 años como población dependiente, la tasa de dependencia sería del 48,7%.

Pues bien, según el Instituto Nacional de Estadística, dentro de 30 años la tasa de dependencia será no del 26,5%, sino del 47,5%: la población en edad de trabajar caerá hasta los 31,2 millones de personas y, sobre todo, los mayores de 66 años se dispararán hasta los 14,8 millones. Si incluyéramos a los menores de 16 años dentro de la población dependiente, la tasa de dependencia en 2053 ascendería al 69,5%.

Foto: Unos jubilados y un joven, en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)

A la luz de los datos, está claro que el gran salto en la tasa de dependencia tiene lugar por el incremento de la población mayor de 66 años. Sin embargo, también deberíamos inspeccionar algo más de cerca el supuesto que subyace a la estabilización de la población en edad de trabajar: ¿cómo es posible que, si la población con más de 66 años se incrementa en más de seis millones de individuos, la población en edad de trabajar se mantenga prácticamente estable? ¿Acaso es que los nacimientos esperados en ese período aumentan de manera muy sustancial?

No exactamente: de acuerdo también con el INE, el 40% de la población en edad de trabajar en el año 2053 será nacida fuera de España. Es decir, que para que la tasa de dependencia solo se dispare del 26,5% al 47,5% en 30 años, necesitamos un fortísimo flujo de inmigración a nuestro favor. Solo con la población nacida en España, la tasa de dependencia (respecto a mayores de 66 años) se ubicaría casi en el 80%.

Foto: El exministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE/Mariscal)

Otra forma de plantearlo es tal como hizo esta semana el Banco de España: ¿cuántos inmigrantes necesitaríamos en 2053 para conseguir que la tasa de dependencia no aumentara respecto a sus niveles actuales? Pues dado que, con 14,8 millones de personas mayores de 66 años requeriríamos de 55 millones de individuos en edad de trabajar y de ellos solo 18 millones habrán nacido en España, la tasa de dependencia únicamente quedaría anclada en el 26,5% merced a la entrada de 37 millones de inmigrantes.

Los habrá que crean que existe otro camino que el INE y el Banco de España se niegan a considerar: el estallido de la natalidad autóctona española. Pero la ventana temporal para que ese mecanismo funcione es extremadamente corta: toda persona española que, en 2053, tenga al menos 30 años ya ha tenido que nacer. Salvo que en la próxima década presenciemos el mayor estallido de la natalidad, en todos los tramos de edad, de nuestra historia (del orden de 4 o 5 hijos por mujer en edad fértil), no conseguiremos estabilizar, o ni siquiera frenar sustancialmente, la fuerte subida esperable de la tasa de dependencia en ausencia de los anteriores flujos migratorios.

Y una fuerte subida de la tasa de dependencia se traduce o en mayores impuestos o en menores gastos futuros, dado que la explosiva factura de las pensiones sale a repartir entre muchos menos: de modo que o reducimos la factura total o aumentamos el peaje por ciudadano. Por tanto, la entrada de inmigrantes permitirá, aparentemente, pagar esa mayor factura global sin subir el peaje por ciudadano. Ahora bien, tampoco deberíamos sentirnos especialmente reconfortados por el hecho de que la inmigración acaso termine salvándole la papeleta financiera a nuestro "Estado del Bienestar". Por tres razones.

Foto: José Luis Escrivá, ministro de Transformación Digital y de Función Pública. (EFE)

Primero, por la incertidumbre cuantitativa sobre esos flujos migratorios. ¿De verdad seremos capaces de atraer y de retener a esos millones de personas que el propio gobierno socialista dice necesitar para mantener en pie el sistema público de pensiones sin subidas tributarias mucho más brutales que las que ya serán necesarias incluso con esos flujos migratorios?

Segundo, por la incertidumbre cualitativa sobre esos flujos migratorios. No todos los inmigrantes son igual de productivos y no todos ellos conllevan el mismo saldo fiscal frente al Estado: por ejemplo, en los países anglosajones los inmigrantes tienden a ser contribuyentes netos, mientras que en muchos países europeos son consumidores netos de los recursos del Estado. Por tanto, si el perfil de inmigrantes que atraemos es un perfil menos productivo que los trabajadores en activo a los que reemplazan o si el perfil de inmigrantes que atraemos recibe más prestaciones estatales que aquellas que repone vía impuestos, entonces la atracción de inmigrantes no solventará el problema de fondo detrás del deterioro de nuestra tasa de dependencia.

Foto: Un grupo de alumnos pega un último repaso antes de la EBAU. (EFE) Opinión

Y tercero, por la incertidumbre respecto a los efectos no fiscales de esos flujos migratorios. Y es que la integración de 10, 20 o 30 millones de inmigrantes dentro de una sociedad con una población total de entre 50 o 60 millones de personas es un reto político, económico, social y cultural no menor y con consecuencias no enteramente previsibles (consecuencias que pueden impactar, para bien o para mal, en nuestra convivencia y en nuestra capacidad de crecimiento futuro, esto es, la entrada masiva de millones de inmigrantes no puede modelizarse con un mero ceteris paribus).

En definitiva, hemos diseñado (y cebado) un Estado de Bienestar que, para su supervivencia, requiere de enormes oleadas migratorias en su favor. Y no es que personalmente sea contrario a la inmigración, más bien al revés, pero hacer depender el futuro patrimonial de los españoles (los términos en los que podrán jubilarse o la calidad de la asistencia sanitaria que recibirán) de variables tan incontrolables e inciertas como esos masivos flujos migratorios constituye una enorme irresponsabilidad financiera más propia de quienes administran fraudulentos esquemas Ponzi que de quienes gestionan prudentemente la riqueza ajena.

La tasa de dependencia es la relación entre la población con más de 66 años (personas que ya no están oficialmente en edad de trabajar) y la población entre 16 y 66 años (personas en edad de trabajar). A día de hoy, es del 26,5%: en España hay 8,5 millones de personas con más de 66 años y 32,1 millones con edad de estar trabajando. Si incluyéramos a los menores de 16 años como población dependiente, la tasa de dependencia sería del 48,7%.

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