Laissez faire
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El trumponomics será la puntilla para Europa
¿Qué sucederá con la competitividad de Europa frente a la de EEUU si Trump logra sus principales objetivos programáticos?
Donald Trump será proclamado cuadragésimo séptimo presidente de EEUU el próximo 6 de enero. A partir de entonces, el trumponomics volverá a regir en la principal economía del planeta, lo cual acarreará efectos positivos pero también negativos sobre EEUU… y sobre la del resto del mundo.
Comencemos sintetizando el núcleo de la política económica del republicano: estimular la actividad económica interna por todos los medios posibles (salvo acaso el aumento del gasto público). Impuestos bajos, tipos de interés bajos, desregulación económica y aranceles altos. Trump pretende reducir el Impuesto sobre Sociedades al 15%, aplicar un recorte adicional al IRPF, forzar a la Reserva Federal a que mantenga los tipos de interés bajos y elevar los aranceles a un mínimo del 20% para todas las mercancías (y del 60% si proceden desde China).
Bajar impuestos conlleva dos tipos de efectos. Por un lado, estimular la demanda agregada interna (si no va acompañado de un recorte proporcional del gasto), algo típicamente keynesiano y que no resulta en absoluto aconsejable en una economía que presentaba claros signos de recalentamiento hasta hace apenas algunos meses; por otro, incrementar los factores productivos ofertados como consecuencia de la menor cuña fiscal, algo que siempre resulta aconsejable para incrementar sostenidamente la producción agregada.
Ahora bien, para que disminuir impuestos no recalentara la demanda agregada y para que los estímulos a la oferta fueran sostenibles en el tiempo, resultaría necesario recortar con determinación el gasto público. Y Trump no parece tener intención de hacerlo, salvo de manera cosmética. Es verdad que el republicano le ha ofrecido a Elon Musk la dirección de una Comisión de Eficiencia Gubernamental, destinada a detectar los gastos estatales más superfluos e ineficientes que puedan ser podados, pero la estructura de los desembolsos federales es la que es y no parece que haya un enorme margen para recortar si, como ha prometido Trump, no piensa minorar las transferencias sanitarias y pensionales. En particular, las pensiones representan el 21% de todo el presupuesto; los gastos sanitarios el 24%; los intereses el 15%; y el gasto en defensa, el 13%. Es decir, tres cuartas partes del presupuesto federal son "intocables" para Trump: y el otro 25%, como es obvio, tampoco lo recortará en su totalidad.
Así pues, si Trump baja impuestos ampliando el déficit público solo estará contribuyendo a aumentar las presiones inflacionistas dentro de su país, aún más si pretende forzar a la Fed a bajar tipos de interés para que la emisión de deuda pública resulte más financieramente asequible. Aún más sí pretende disparar los aranceles sobre las importaciones estadounidenses.
Esta última política es, de hecho, la peor de cuantas Trump tiene en agenda: multiplicar los aranceles solo servirá para proteger a las compañías estadounidenses no competitivas restringiendo la accesibilidad de bienes y servicios asequibles a la ciudadanía estadounidense… dentro de la que también se hallan los propios empresarios estadounidenses. Por ejemplo, los aranceles sobre el acero perjudican a los fabricantes locales de automóviles, pues ven encarecer sus inputs y mermada su competitividad interna y externa. No solo eso, en la medida en que EEUU inicie una carrera arancelaria, otros Estados harán lo propio contra EEUU (ya sucedió en 2019 con China), lo cual solo contribuirá a hacer implosionar la división internacional del trabajo y las ganancias de eficiencia que pueden lograrse con ella.
Pero por cuestionable que pueda ser su política fiscal o repudiable su política arancelaria, hay un área de la agenda trumpista que sí resulta potencialmente muy positiva: la radical desregulación que, según ha prometido, pretende hacer de la economía. Durante su primer mandato, Trump ya se caracterizó por su aversión contra el exceso de regulaciones, pero su estrategia desreguladora fue en general de brocha gorda: la orden ejecutiva 2-por-1 (eliminar dos regulaciones por cada una aprobada) podía contribuir a suprimir la hojarasca, pero no constituía un plan coherente de desregulación sectorial. En esta ocasión, parece que Trump ha entendido la necesidad de desregular a conciencia ciertos sectores como el de la energía, el de los "criptoactivos" o el de la inteligencia artificial. De hecho, se ha marcado como objetivo conseguir que EEUU sea la economía con un coste energético más bajo de todo el planeta.
Y todo esto debería conducirnos a una profunda reflexión en el caso de la Unión Europea. Hace dos meses se publicó el famoso Informe Draghi, cuya principal conclusión fue que la productividad europea se había quedado estancada respecto a la estadounidense por la excesiva carga regulatoria del Viejo Continente. Lo que señalaba Draghi es que muchas start-ups arrancan sus operaciones en Europa, pero más tarde, cuando intentan crecer capitalizándose dentro de este territorio, son incapaces de hacerlo, de modo que terminan trasladándose a EEUU para completar su ciclo vital.
Pues bien, si esto ya era así hasta el momento, ¿qué sucederá con la competitividad de Europa frente a la de EEUU si Trump logra sus principales objetivos programáticos? Impuesto de Sociedades al 15%, tipos sobre el IRPF mucho más reducidos, desregulación masiva, coste energético mucho menor y, también, barreras arancelarias para exportar a EEUU (lo que significa que, para vender dentro de EEUU, habrá que producir dentro de EEUU). Si ahora mismo Europa ya era una región económica decadente y sin vitalidad, la competencia (en algunos casos desleal, como con los aranceles) que puede hacernos a partir de ahora EEUU puede suponer un golpe definitivo a nuestra prosperidad futura.
Se suele decir que la victoria de Trump en EEUU debería constituir un golpe de realismo para que los gobiernos europeos despierten de su ensoñación. Sin embargo, quienes efectúan este tipo de afirmaciones suelen pensar en clave geopolítica y defensiva: dar aún más poder a la Unión Europea y gastar mucho más en un ejército unificado. Pero, en verdad, la prioridad es otra: una profunda reforma fiscal y regulatoria de la Unión Europea para que pueda volver a florecer económicamente.
Donald Trump será proclamado cuadragésimo séptimo presidente de EEUU el próximo 6 de enero. A partir de entonces, el trumponomics volverá a regir en la principal economía del planeta, lo cual acarreará efectos positivos pero también negativos sobre EEUU… y sobre la del resto del mundo.
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