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¿Tenemos un problema de balanza o de ahorro?
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Antonio España

Monetae Mutatione

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¿Tenemos un problema de balanza o de ahorro?

Imaginen que el presidente de su comunidad de vecinos, en una extralimitación de sus atribuciones, se encargara de recopilar la información de todos los cobros y

Imaginen que el presidente de su comunidad de vecinos, en una extralimitación de sus atribuciones, se encargara de recopilar la información de todos los cobros y pagos que ustedes realizan con el “exterior” de la urbanización para luego envírasela de forma agregada bajo el pomposo encabezado de Balanza de pagos. El que esta información les resultara de utilidad o no pasara de ser un mero divertimento contable, es algo que discutiremos algún otro día pero, en todo caso, esto mismo es lo que realiza el Banco de España mensualmente con el global de todos los españoles. Hace unos días ha publicado el último boletín con los datos de noviembre de 2011 (ver nota informativa) del que hoy quería hacer algunos comentarios.

No voy a aburrirles con los datos ni a comentar todas las partidas que componen la balanza de pagos, que el Banco de España elabora según las intrincadas normas del FMI. Pero permítanme un par de apuntes sobre estos indicadores económicos, parientes pobres -en lo que a salir en prensa se refiere- de la popular triada PIB, IPC y desempleo.

La balanza de pagos española

En esencia y de forma muy simplificada, la balanza de pagos de un país -o de cualquier grupo arbitrario de personas, como su comunidad de vecinos o la mía- se compone de dos grandes cuentas contables: (1) la cuenta corriente y (2) la cuenta financiera. Los saldos netos de ambas han de compensarse entre sí. Aparte de errores u omisiones, que haberlos, haylos pues la contabilidad, pese a su apariencia de exactitud y precisión, no deja de ser un reflejo imperfecto de las valoraciones en términos de dinero de una realidad cambiante.

La cuenta corriente, consigna la diferencia entre egresos e ingresos monetarios derivados de las operaciones ordinarias con el entorno exterior: compra y venta de bienes y servicios, pagos y cobros de rentas y regalos entregados y recibidos -en argot conocidos como transferencias corrientes-.

Pues bien, desde hace décadas, España es endémicamente deficitaria en su cuenta corriente. Es decir, los pagos por los bienes que importamos de otros países son históricamente superiores a los cobros recibidos de nuestras exportaciones al extranjero, aún asumiendo que somos “exportadores” netos de servicios ¾el turismo algo compensa.

Lo más significativo de todo -y poca gente parecía hablar de ello en aquel momento- es que este déficit, y más concretamente el componente de la balanza comercial, se disparó precisamente cuando supuestamente mejor nos iba. Es decir, en pleno apogeo del boom de la construcción. Así, en 2007 alcanzó el pico de los 100.000 millones de euros, un 10% del PIB y todo un récord histórico, momento en el que empezó a bajar tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. De hecho, el acumulado hasta noviembre de 2011 ya alcanzaba la aún nada despreciable cantidad de 36.000 millones de euros.

Y esto es lo que trae de cabeza a algunos economistas, que ven en el déficit por cuenta corriente español, y más concretamente, en nuestra balanza comercial negativa, la causa de todos nuestros males. Y por eso suele escucharse a menudo el mantra: «hay que exportar más». Como si eso fuera algo que pudiera publicarse en el BOE y al día siguiente todos nos pusiéramos a exportar como si no hubiera un mañana.

¿El déficit de la balanza comercial es una causa o un síntoma?

Fíjense que un servidor ha deslizado unos párrafos arriba el ahorro, un aspecto del comportamiento individual que ya ha aparecido antes en esta columna como algo importante. Más de hecho que el consumo que, por cierto, pone de relieve una contradicción más de los defensores de las medidas de estímulo de la demanda como salida a la crisis actual. Estos amigos, como Krugman, son capaces de pedir sin sonrojarse, mayor gasto- o sea, más importaciones salvo que vivamos en una economía cerrada como Corea del Norte y a la vez mayor devaluación interna -o sea, reducir los salarios un 20%- para «restaurar la competitividad» y así poder exportar más.

Pero, ¿tenemos un problema de que no exportamos lo suficiente o es que gastamos más de la cuenta? Fíjense en el siguiente gráfico que habla por sí solo. En él pueden observar cómo desde que se inició la época dorada de la economía española, en algún momento a finales de los 90, las importaciones comenzaron a crecer de forma exponencial, mientras que las exportaciones seguían creciendo de forma lineal, lenta pero segura.

Si tuvieran que apostar, ¿dónde se jugarían su dinero, a que las importaciones eran en su mayoría de bienes de consumo -tipo Porsche Cayenne y plasmas de muchas pulgadas- o a que se trataba más bien de bienes de capital de alta tecnología para dotar fábricas con las que poder producir más bienes a exportar en el futuro? Si yo fuera ustedes, no me lo jugaría a los segundo.

Así, para poder exportar más, tenemos que ser más competitivos y para ser más competitivos tenemos que acumular capital vía el ahorro -patrio o ajeno- que nos permita aumentar la productividad de nuestras empresas y producir mejor y más barato. Y no hay atajos, la devaluación no lo es, al menos. 

Imaginen que el presidente de su comunidad de vecinos, en una extralimitación de sus atribuciones, se encargara de recopilar la información de todos los cobros y pagos que ustedes realizan con el “exterior” de la urbanización para luego envírasela de forma agregada bajo el pomposo encabezado de Balanza de pagos. El que esta información les resultara de utilidad o no pasara de ser un mero divertimento contable, es algo que discutiremos algún otro día pero, en todo caso, esto mismo es lo que realiza el Banco de España mensualmente con el global de todos los españoles. Hace unos días ha publicado el último boletín con los datos de noviembre de 2011 (ver nota informativa) del que hoy quería hacer algunos comentarios.