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Ese modelo era una ruina y, ahora, esta ruina es el modelo
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Marc Vidal

Salida de Emergencia

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Marc Vidal

Ese modelo era una ruina y, ahora, esta ruina es el modelo

Hace pocos días, el Foro Económico Mundial nos regalaba uno de esos informes que tan poca gracia hacen a unos y tanta gasolina dan a otros.

Hace pocos días, el Foro Económico Mundial nos regalaba uno de esos informes que tan poca gracia hacen a unos y tanta gasolina dan a otros. En este caso aseguraba que la competitividad española estaba cayendo en picado y que, si nadie lo remedia, seguirá en ese camino durante un lustro más. La verdad que es poco nutritivo que en la merienda esta de las economías que mejor compiten, nosotros estemos en un modestísimo puesto número 42, por debajo de Chile, Bahrein, Chipre, Puerto Rico Estonia u Omán. No se entristezcan, seguimos con el soporte bien asentado, aun superamos a Portugal y a Mauritania.

 

Este informe, en la medida que es un índice realizado según unos criterios más o menos objetivos, responde a un hecho que se ha evidenciado cada vez más crónico: la economía española no está aprovechando la crisis para mejorar la plataforma sobre la que se sujeta un cambio de modelo. Si este país no aprovechó la bonanza económica de hace unos días, esa que nos permitía crecer el doble que nuestro entorno, esa que permitió que un churrero de barrio se convirtiera en un promotor inmobiliario de éxito, esa que se sujetaba a una tipología industrial basada en la fabricación de algo que no necesitábamos hasta llegar a la locura colectiva del “pásame tu piso que te lo revendo por el doble en diez minutos y luego tu compras otro por el triple del primero y lo vendes por el cuádruple del segundo”. Ese modelo era una ruina y, ahora, esta ruina parece el modelo.

Ahora bien, como hay que ser positivos, como hay que intentar encontrar lo bueno a todo, vamos a buscar bajo las piedras a fin de dar con la respuesta, con la alentadora buenaventura que permita a unos afianzarse en eso de “las crisis son buenas para ofrecer nuevas oportunidades y con el optimismo y la confianza saldremos de esta”, y para que otros se agarren al “con el gobierno actual no saldremos, hacen falta ideas nuevas que traeremos gente que ya gobernamos hace un montón de años”. Perdonen la rabieta: estamos en manos de lo peor, de un lado y de otro. Rezar no es algo que me reconforte, dicen que debes ser creyente para eso, pero empiezo a pensar que a lo mejor, “por si acaso”, me pongo.

Y es que cuesta ponerse en plan positivo. Reconozco que el valor de un escenario de crisis como el actual es precisamente la obligatoriedad de ofrecer  nuevas expectativas económicas, nuevos elementos industriales, nuevas leyes que favorezcan la fabricación de riquezas y, por descontado, un nuevo abono a que la economía del conocimiento y el talento florezcan. Pero la realidad de momento no parece representar ese cuadro abstracto. Resulta que la caída en la competitividad no debería de sorprendernos, responde a un desplome general del sector económico que debía sustituir como motor al inmobiliario: el industrial.

El equipo económico del gobierno se agarra en un “teórico” cambio de modelo del crecimiento que se debe estar impulsando desde alguna dimensión paralela. Si así fuera, no parece muy lógico que se reduzcan las partidas presupuestarias de manera constante sobre un ministerio que debía promocionar ese relevo. Hasta tal punto ha llegado ese recorte, que parece más que posible que sea eliminado como Ministerio (el de Innovación) en una inminente (después de las elecciones catalanas) crisis de gobierno. Y es que la caída industrial no hace más que cronificar el paro, y con ello, aleja aun más la hipotética salida de la crisis.

¿Qué hace pensar que la destrucción de empleo continuará?

Por un lado que el aumento de desempleo entre los extranjeros no ha dejado de crecer, está ya por encima del 36% a fecha de septiembre. Ese colectivo muestra muy claramente las expectativas de creación a aprovechamiento de las medidas de estímulo, y su curva es descendente desde hace dos años si desfallecer en su caída, ni cuando ha habido repuntes esta indicación se ha dado la vuelta. Por otro, que la industria sigue destruyendo empleo y la deslocalización (ahora la pintan de diversos tonos pastel disimulándola con diferentes eufemismos) sigue firme. También influye que los mayores de 45 años ya sean más de un millón doscientos mil, casi un 70% más que en 2009. Finalmente nos hace pensar que la destrucción de empleo seguirá, el hecho que la economía española sigue sin grasa, sin crédito, pero lo que es peor, sin actividad. Estamos empezando a acostumbrarnos a una raquítica escena comercial en muchos centros. Dicen “yo veo los restaurantes llenos”, pero no dicen “cuantos ya no sirven platos”.

Ahora mismo, ni el crédito acentuaría el intercambio comercial. Ya no es un problema de liquidez exclusivamente, que también, sino que el asunto responde a que las empresas ya no quieren crédito para estimular su funcionamiento, en todo caso sería para pagar una maquinaria que se ha detenido hace meses. Ese es el drama, no que escasee el crédito, sino que escasean los clientes. Obviamente hay quien no lo ve así y está bien que imputen la teórica parada técnica de esta economía a otros factores, me alegraría que así fuera, pero los tentáculos de la recesión continúan llegando a todos los sectores. Hace unos meses recuerdo que se hablaba de “sectores inmunes”. Cada vez es más estrecho ese club de los que no tienen ni un rasguño.

¿Cómo parar este terrible bucle destructivo?

Acelerando la puesta en marcha de medidas creíbles y urgentes que de verdad incentiven el mantenimiento del empleo y que proteja a los que lo pierden. No tengo claro que la reforma laboral vaya en esa línea. La dichosa reforma amplificará en primera instancia el paro, aunque a medio plazo afiance el trabajo de los que se queden pues por lo menos algunos podrán sobrevivir. Ahora las empresas que no tienen actividad y están al borde del cierre, dispondrán de una herramienta para salvar parte de los muebles y algo de plantilla. Es duro reconocer que las víctimas colaterales serán siempre los mismos y eso es lo que hay que evitar en la medida de lo posible. Jóvenes, inmigrantes y los peor formados serán expulsados de sus empleos en breve por una nueva ley que lo facilita, pero que podrán, en principio, recuperar algunos de esos puestos cuando la economía repunte. O no, ya veremos, y ese “ya veremos” es lo más mecánico e inhumano del tema. No sabemos si esta “reforma urgente” habrá servido para algo o, encima, tanta salsa lo que va provocar es que nos quememos.

Sigamos. Otro elemento urgente es reactivar las medidas tributarias que permitan reducir el peso para las empresas y para los ciudadanos. Ahora hay que buscar el difícil equilibrio entre lo necesario para atender a las órdenes de Ángela y las rebajas de coste tributario para permitir el gasto y la inversión privada.

En este segundo semestre nos vamos a llevar la dura sorpresa de lo que realmente ha significado eso de estimular la economía de manera artificial e inmediatamente después meternos un palo de madera por el ambidiestro para recortar el déficit creado con la primera medida. Al tiempo, el IVA y la falta de “ayudas” se va a llevar por delante a más de uno de esos que hablaban de “recalentar la economía”. Se me escapa, pero me temo que si no ponemos a calentar lo que sea con impulso decidido hacía el cambio y con la creencia sin desperdicios de que hay otro modo de industrializar un país a partir de las nuevas tecnologías, a partir de un turismo diferencial, a partir de ayudas para financiar la exportación y de la emancipación de las pymes de este país o esto no arrancará ni con alcohol para destilar.

El error de poner en marcha una reforma laboral ahora, es que ésta servirá para que unos se monten encima de sus banderas de juguete y de sus visas oro, y lo hagan en nombre de los derechos de los trabajadores. El error lo pagaremos caro, pues el conflicto irá en aumento y lo que tenía que ser un mecanismo para afrontar el mayor de los lastres que tiene este país, su poca flexibilidad laboral (algo que nos relega en el puesto 130 del mundo), se convertirá en todo lo contrario. Esta reforma genera paro, paro inminente, pero apuesta por una nueva etapa en lo laboral que nos equipare con el resto de países de nuestro entorno. Si lo logra o no está por ver, pero que algo había que hacer también.

Ahora bien, soy de los que piensan que talvez hubiera sido mejor, en lugar de poner en marcha una reforma laboral tan difícil en estos tiempos, haber desarrollado una especie de “contrato de crisis” que ayudara a intermediar este gélido momento. A medida que la situación se estabilizara la reforma tendría más sentido, pero con el tiempo y el papel de fumar. Si no ponemos en marcha procesos de cambio y de estabilidad del intercambio comercial, con la exportación y con las ayudas hacia la potenciación de nuevos elementos de producción, cada día seguirán cerrando centenares de empresas al día en España. Casi medio millón de pequeñas empresas han cerrado en lo que llevamos de crisis, mil millones de euros se largan cada día de España a otros jardines. Si no atajamos estas goteras, ni reformas, ni innovaciones, ni gaitas.

Hace pocos días, el Foro Económico Mundial nos regalaba uno de esos informes que tan poca gracia hacen a unos y tanta gasolina dan a otros. En este caso aseguraba que la competitividad española estaba cayendo en picado y que, si nadie lo remedia, seguirá en ese camino durante un lustro más. La verdad que es poco nutritivo que en la merienda esta de las economías que mejor compiten, nosotros estemos en un modestísimo puesto número 42, por debajo de Chile, Bahrein, Chipre, Puerto Rico Estonia u Omán. No se entristezcan, seguimos con el soporte bien asentado, aun superamos a Portugal y a Mauritania.

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