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China-España, comercio y comunicación

La visita a España de Wen Jiabao, primer ministro de la República Popular China, es una ocasión particularmente oportuna para reflexionar acerca de dos necesidades recíprocas:

La visita a España de Wen Jiabao, primer ministro de la República Popular China, es una ocasión particularmente oportuna para reflexionar acerca de dos necesidades recíprocas: precisamos intensificar nuestras relaciones comerciales, pero para ello, necesitamos conocernos mejor. Lo primero parece obvio por el potencial chino tanto cualitativo -sus productos- como cuantitativo -el tamaño demográfico de su mercado-, pero no así lo segundo. De China desconocemos casi todo en España y allí ocurre algo semejante respecto de nuestro país. Porque pese a la dimensión de China, la presencia empresarial española es escasa. La distancia física, las enormes diferencias políticas, económicas, sociales y culturales -incluida la fuerte barrera del idioma- están imponiendo un gran alejamiento con el enorme país asiático que, no obstante recibe muy bien y con interés -lo hemos comprobado- a las empresas extranjeras que establecen relaciones comerciales “win-win” y que ofrecen servicios o productos que les aportan valor o que cubren necesidades existentes en un desempeño altamente eficaz.

La idiosincrasia china es muy diferente a la occidental, sus protocolos de negociación son también muy distintos y es imprescindible conocer las claves, pero tanto aquella como éstos, permiten alcanzar acuerdos sólidos. Y allí los compromisos se cumplen. Debidamente adaptadas al terreno, las compañías foráneas disfrutan en China de una alta seguridad jurídica una vez transmiten seguridad y eficiencia. Todo esto se desconoce en nuestro país, en buena medida porque los mecanismos de cooperación son muy limitados y los flujos turísticos (otra gran fuente de conocimiento), aunque cada vez más profusos, son insuficientes para crear corrientes de empatía mutua.

El viaje de Wen Jiabao, hombre muy respetado y de gran solvencia, se configura como una oportunidad para conocer también de primera mano cómo el Gobierno chino está manejando la crisis económica (allí no hay recesión, aunque sí un menor crecimiento) y cómo son las relaciones con las entidades financieras propias y extranjeras en las que el Estado chino tiene depósitos de gran cuantía. Hasta el momento, la prudencia preside los criterios gubernamentales chinos.

Es urgente establecer vías de colaboración comerciales con el gran gigante asiático tanto para encontrar allí mercados que absorban nuestros productos y servicios, como para acoger en España al que será el colectivo turístico con mayor poder adquisitivo en los próximos años. China es la gran alternativa a la saturación occidental y la cultura del confort instalada en los países con altos estándares de bienestar estadístico. El gran salto de España hacia China no se ha producido, no tanto por ausencia de ambición empresarial ni por carencia de audacia gestora, sino por la existencia de mercados afines relativamente más cercanos y por el profundo desconocimiento de la sociedad y el mercado chinos. El conocimiento del país es el presupuesto básico, la condición sine qua non, para iniciar allí una extraordinaria aventura de colaboración también orientada a los países de Latinoamérica con los que el gigante asiático mantiene cada vez mayores intercambios.

 Comercio, pues, desde luego, pero, antes, comunicación, conocimiento, entendimiento y proximidad intelectual.

 Olga Cuenca es presidenta ejecutiva y socia fundadora de Llorente&Cuenca

La visita a España de Wen Jiabao, primer ministro de la República Popular China, es una ocasión particularmente oportuna para reflexionar acerca de dos necesidades recíprocas: precisamos intensificar nuestras relaciones comerciales, pero para ello, necesitamos conocernos mejor. Lo primero parece obvio por el potencial chino tanto cualitativo -sus productos- como cuantitativo -el tamaño demográfico de su mercado-, pero no así lo segundo. De China desconocemos casi todo en España y allí ocurre algo semejante respecto de nuestro país. Porque pese a la dimensión de China, la presencia empresarial española es escasa. La distancia física, las enormes diferencias políticas, económicas, sociales y culturales -incluida la fuerte barrera del idioma- están imponiendo un gran alejamiento con el enorme país asiático que, no obstante recibe muy bien y con interés -lo hemos comprobado- a las empresas extranjeras que establecen relaciones comerciales “win-win” y que ofrecen servicios o productos que les aportan valor o que cubren necesidades existentes en un desempeño altamente eficaz.