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El drama de las Oficinas Comerciales españolas en tiempo de crisis
Históricamente, y no digamos en tiempos de debacle económica como los que corren, la autarquía no ha sido ni es un régimen propicio para la salud
Históricamente, y no digamos en tiempos de debacle económica como los que corren, la autarquía no ha sido ni es un régimen propicio para la salud económica de un país. No vamos a hablar a estas alturas de la “aldea global”, o a explicar que el sector industrial de un país moderno (y al hablar de moderno me refiero a EEUU, Japón o Alemania) tiene que pensar que el mundo es un único mercado y no una suma de distintos países a los que es muy difícil llegar.
El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio de Zapatero dice que ayuda a la pequeña empresa española a crecer y a llegar con sus productos a clientes de todo el mundo. Pues si eso es ayudar, apaga y vámonos.
Dentro del citado Ministerio se enmarca el ICEX (Instituto Español de Comercio Exterior), creado en los primeros años de la democracia para potenciar la internacionalización de nuestro tejido empresarial, en especial, por supuesto, la de las PYMES. La idea de fondo siempre ha sido llevar de la mano en el extranjero a esos emprendedores que con su esfuerzo contribuyen decisivamente a sostener nuestra economía.
Cuando hablamos de emprendedores nos referimos a ese autónomo o a esas dos o tres personas que se han asociado y que, a partir de una idea y mucho trabajo, han conseguido salir adelante y ahora dan y generan empleo. Con datos referidos a 2008, en España y según el INE (Instituto Nacional de Estadística), de las 3.422.239 de empresas localizadas solo 92.477 empleaban a más de 20 personas. Esto quiere decir que el 97,3% de las sociedades mercantiles hispanas está formado por esos “emprendedores”.
La principal herramienta con que el ICEX cuenta para cumplir ese objetivo de ayudar a la empresa española por el mundo adelante es la Red de Oficinas Comerciales, integradas en las Embajadas españolas a lo largo de más de 90 países.
Estas Oficinas Comerciales están encabezadas por la figura de un Consejero Comercial, que tiene estatus de diplomático, con sus correspondientes privilegios, y unos sueldos elevadísimos. A esto hay que sumar todo el personal: un analista de mercado, un analista de inversiones, unos cuatro o cinco empleados fijos, y personal que es enviado cada año desde España (entre seis y siete más) en periodo de prácticas, pero con su correspondiente remuneración.
Hay que tener en cuenta que las Oficinas Comerciales están situadas en barrios céntricos de las principales ciudades, con los consecuentes costes de alquiler, amén de coche oficial a disposición del consejero comercial. Y es que, como funcionarios que son, no se mira mucho por la ‘cartera’. El resultado es que cada una de las cerca de 90 Oficinas Comerciales que hay repartidas por todo el mundo tienen unos gastos fijos anuales de alrededor de un millón de euros.
Pero, ¿cómo es el servicio que prestan al valiente emprendedor? Imaginemos el caso de los promotores de Producto S.L., pequeña empresa de reciente creación, lanzada por dos socios capaces de hipotecar a sus respectivas familias en el empeño. Ocurre que la situación en España no es muy buena, que el mercado local está parado y que las cuentas no salen, lo que les lleva a pensar que la viabilidad de su proyecto pasa por buscar otros mercados.
Y en esto aparece el ICEX para convencerles de lo fácil que es vender fuera, que es como vender en España y que ellos les van a ayudar a través de las Oficinas Comerciales. Manos a la obra, desde Producto S.L. se ponen en contacto con la Oficina del país en que están interesados, les anuncian que se van a gastar una suma cuantiosa en viaje y alojamiento para intentar buscar clientes allí, de modo que estarían encantados si, como les han asegurado, el ICEX pudiera concertarles un par de citas con empresas locales potencialmente interesadas en su producto.
La Oficina Comercial les contesta que el precio por esas gestiones son 1.044 euros (300 euros más IVA por identificar socios comerciales, y 600 euros más IVA por organizar una agenda de entrevistas). Ahí es cuando en Producto S.L. hacen cuentas y concluyen alarmados que entre los billetes de avión, los hoteles, las comidas, los taxis y lo que nos cobra el ICEX por organizar la agenda, va a ser imposible que nos salgan los números, de modo que mejor lo dejamos y nos dedicamos a otra cosa. El disgusto de la Oficina Comercial es fácil de imaginar: menos trabajo a la vista.
¿Y qué dice el ICEX? En el organismo aseguran que han marcado unos precios simbólicos para evitar que la gente abuse de la gratuidad de esos servicios, ya que empresas que no tenían interés real en ir a un país los solicitaban por el mero hecho de no costar nada. Hasta aquí se entiende que el precio simbólico puede apartar a los aprovechados de turno. Pero, ¿es que solicitar una agenda de entrevistas no es evidencia acaso de un interés real por un mercado?
Pretender cobrar 348 euros por buscar un listado de 10 o 15 empresas, labor que no lleva más de media mañana y cuya dificultad no va más allá de la pertinente búsqueda en Google, parece una exageración. Otro tanto puede decirse de la organización de la agenda (696 euros), un esfuerzo consistente en hacer un par de llamadas a las empresas del listado de marras, y en preguntarles si les importaría recibir unos minutos a unos señores que vienen de España para presentarles un producto que puede ser de su interés. Medio día de trabajo.
Todo lo cual tiene una ‘cara B’ muy curiosa y todavía más increíble. Resulta que cuando a estas Oficinas llega la petición de una gran empresa, el Consejero Comercial de turno se emociona hasta tal punto al oír apellidos tan sonoros como Entrecanales o Del Rivero que es capaz de cualquier cosa sin cobrar un euro. Obviamente, se trata de empresas con dimensión y recursos sobrados para hacer esas gestiones por su cuenta.
Entre las gestiones que gratia et amore se piden al Consejero puede figura, por ejemplo, la organización de reuniones con los directores de los bancos más importantes del país, con la dificultad, esta vez sí, que supone llegar a personalidades de tal calibre... ¿Quién se beneficia de este tipo de cosas? Pues, muy recientemente, los dueños italianos de Endesa, que son los que al final sacan provecho del gasto público del Estado español en su Red de Oficinas Comerciales.
Esta es una de las muchas formas con que Zapatero derrocha recursos por el mundo adelante que salen de los impuestos del español de a pie: en tiempos de aguda crisis como los actuales, manteniendo a funcionarios que no dan palo el agua a cambio de sueldazos de infarto. Lo más sangrante, con todo, es que una institución pública pretenda cobrar por algo para lo que se supone fue creada, y por lo que recibe los fondos que le asigna el Estado.
Históricamente, y no digamos en tiempos de debacle económica como los que corren, la autarquía no ha sido ni es un régimen propicio para la salud económica de un país. No vamos a hablar a estas alturas de la “aldea global”, o a explicar que el sector industrial de un país moderno (y al hablar de moderno me refiero a EEUU, Japón o Alemania) tiene que pensar que el mundo es un único mercado y no una suma de distintos países a los que es muy difícil llegar.