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Índice de Gestión Pública (I)

Probablemente, uno de los mayores favores que nos hacen a los economistas quienes no lo son es plantearnos preguntas del por qué pasan ciertas cosas o

Probablemente, uno de los mayores favores que nos hacen a los economistas quienes no lo son es plantearnos preguntas del por qué pasan ciertas cosas o cómo se puede evaluar si se están haciendo las cosas bien en materia económica. Lo único que pedimos es un poco de paciencia, ya que la ciencia económica podría tener unas 200 áreas de estudio y, como se comprenderá, no estamos al día de todas ellas, pero dennos tiempo que con trabajo conjunto y debate les proporcionaremos una buena respuesta.

Hace ya muchos años un abogado interesado por la política me planteo si había un índice objetivo que sirviera de baremo general sobre la buena gestión pública. Tras la sorpresa que siempre nos producen esas preguntas, la discusión llevó a la construcción de un índice ponderado bastante complejo. Pasado un tiempo, volvió con la misma cuestión pues la primera respuesta la vio engorrosa y poco accesible al ciudadano común, que al fin y al cabo es el que debe evaluar a sus políticos en sus decisiones de voto. Para acortar la historia les diré que concluí entonces, y hoy sigo pensando lo mismo, que el mejor indicador era y es la evolución de la Deuda Pública respecto del Producto Interior Bruto. Intentaré explicar porque.

La participación del Sector Público en la Economía implica substraer recursos a particulares y utilizarlos con fines públicos. Dichos recursos substraídos de los ciudadanos, que algún atrevido incompetente -de los muchos que hay- piensa que no son de nadie, tienen un coste de oportunidad y si no son utilizados correctamente tienen un efecto en la creación de riqueza menor que el que tendría si lo usaran sus legítimos propietarios y, por tanto, podemos concluir que un buen uso temporal de los recursos por encima de los ingresos públicos ordinarios debería hacer disminuir, con el tiempo, la relación Deuda Pública en relación al PIB (DIB). Por supuesto que un solo índice no es suficiente, pero gana en objetividad y utilidad cuando se comparan países cultural y económicamente similares, resultando que casi solo necesita algunos matices para hacer una evaluación general.

Adicionalmente, en los países de la OCDE, que en su mayoría tienen sistemas democráticos bastante avanzados, se puede decir que el ratio DIB tiene la “crueldad” de que no solo califica a los gestores públicos, si no que en cierta medida también evalúa a sus ciudadanos por su competencia política y económica. Por áreas económicas de la OCDE la evolución de ese ratio ha sido la siguiente:

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La información que nos da la OCDE podemos dividirla en tres etapas, una primera en que se venía de una fase des-inflacionaria en que la tasa de inflación se iba reduciendo paulatinamente y que terminó en el 2.000 con el pinchazo de la llamada burbuja puntocom. Fue un período favorable al pago de la deuda por la ayuda de la inflación, un fenómeno ignorado por analistas hasta que publicamos aquí el trabajo Deuda y Deflación: un ejercicio de reflexión. En esa primera parte Estados Unidos lo hizo, a priori, bastante mejor que la que luego sería la Zona Euro, que por aquel entonces vivía su euforia europeísta solo enfriada por una Alemania que empezaba a darse cuenta de sus tremendos excesos en la reunificación. 

La segunda etapa se inicia con la crisis del 2.000 con su consiguiente recesión, y en la que dicho evento económico se combatió con políticas expansivas típicas de reducción de impuestos, más gasto público y expansión monetaria para reducir los tipos de interés. Fue un período en que el esfuerzo locomotor corrió a cargo de Estados Unidos principalmente; mientras tanto Europa vivía los efectos inflacionarios de la introducción del euro, con sus disfuncionalidades particulares y sus asimetrías de gestión, y en que además una buena parte de la OCDE (en términos de PIB) se embarcó en la Guerra en Iraq como frente contra la lucha común contra el terrorismo islámico. Dejando de lado ese último hecho, todo parecía ir muy bien, la economía volvía a crecer, el ratio DIB se mantuvo en niveles razonables; se llegó a pensar que éramos tan listos que incluso hubo algún amateur mediático anunció el fin de los ciclos económicos. ¡Ole!

En el inicio del nuevo milenio todos nos las deseábamos felices mientras cabalgábamos entre unicornios: con una inflación tan baja, no se veía razón para frenar la expansión monetaria y mucho menos cambiar nuestros malos hábitos de gestión. Pero lo cierto es que se estaba incubando una bomba de destrucción masiva que terminó con la fantasía económica. Llegada la segunda Crisis, la Economía global entra de lleno en la última fase del Ciclo Largo, en ella veremos quien hace buena gestión económica de verdad y en la que el PIB Nominal podría entrar en un período estacionario. En esta tercera parte de la gráfica se repite la medicina y pareciera que Europa lo ha hecho mejor de los Estado Unidos; sin embargo conviene que revisitemos el G7, pues al fin y al cabo han sido sus invenciones las que conformaron el actual Ciclo Largo y ahora lo crítico es su salud individual al marca los límites de la terapia económica.

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Un buen uso temporal de los recursos por encima de los ingresos públicos ordinarios debería hacer disminuir, con el tiempo, la relación Deuda Pública en relación al PIB

En este momento solo destacaré el caso Japonés, al que, por desbocado, ha habido que ponerle su propio eje en la gráfica. Se habla mucho de los PIIGs, y con razón, pero mientras tanto Japón va camino de 200% de DIB y su pirámide demográfica se une a su perenne deflación como factor de contracción de la recaudación fiscal y del PIB nominal; de hecho, tanto Moody’s como Standard & Poor’s han rebajado su calificación crediticia de “estable” a “negativa”. El Japón tiene su importancia ilustrativa pues entraron en la fase deflacionaria allá por el año 90 (ver penúltima gráfica) y ahí siguen; es un caso complejo que podría resumirse como la suma de mala gestión de los efectos sus burbujas inmobiliaria y bursátil, mala reforma del sistema financiero, las reformas corruptas entre “amigos”, mala gestión de la política fiscal y monetaria y, finalmente para no extendernos, un sector privado que durante mucho tiempo siguió con su business as usual como si nada hubiera pasado. ¿A que les suena? Creo que hace tiempo que pasó lo que llamo el punto de no retorno fiscal, hasta que colapse, claro, porque no les veo visos de que encuentren la solución.   

El punto de no retorno fiscal tiene su interés ya que, como han demostrado Rogoff y Reinhart, niveles de DIB cercanos al 90% reducen el crecimiento real en un 1% de PIB anual aproximadamente, y esto ocurre justo en una etapa de episodios deflacionarios y donde la recesiones son más frecuentes. Todo buen navegante sabe lo que significa el las acuciantes necesidades que tiene nuestra economía de mejorar su saldo exterior, resulta muy conveniente detectar que países de la OCDE saben hacer una buena gestión pública y estarán en condiciones de utilizar su Sector Público para impulsar su economía si buscamos mercados exteriores con potencial para nuestro país.

Dicho esto, dejo para la semana que viene una segunda parte del estudio donde analizaremos este ratio en los países de la OCDE, que serán agrupados según sus similitudes económicas y culturales, y así podremos matizar más este indicador de gestión pública según cada caso, ahora que nos acercamos al momento crucial en que se debe atender los desequilibrios fiscales aflorados por la última Crisis.

* Luis Riestra Delgado es economista.

Probablemente, uno de los mayores favores que nos hacen a los economistas quienes no lo son es plantearnos preguntas del por qué pasan ciertas cosas o cómo se puede evaluar si se están haciendo las cosas bien en materia económica. Lo único que pedimos es un poco de paciencia, ya que la ciencia económica podría tener unas 200 áreas de estudio y, como se comprenderá, no estamos al día de todas ellas, pero dennos tiempo que con trabajo conjunto y debate les proporcionaremos una buena respuesta.

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