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La reforma laboral y la batalla de Covadonga
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Javier G. Jorrín

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La reforma laboral y la batalla de Covadonga

El Gobierno presentó la reforma como la solución al desempleo y la precariedad, pero en 2018 España cerrará su brecha de producto con un desempleo superior al 15% y mucha precariedad

Foto: La exministra de Empleo, Fátima Báñez, junto a su sucesora, Magdalena Valerio. (EFE)
La exministra de Empleo, Fátima Báñez, junto a su sucesora, Magdalena Valerio. (EFE)

Una de las batallas históricas más recordadas en España es la victoria de don Pelayo frente a los musulmanes en Covadonga, que sirvió para iniciar la Reconquista. Esa victoria se ha escrito con laureles en nuestra historia, pero como señalaba el historiador Manuel Fernández Álvarez, "es dudoso que el combate de Covadonga pasara de ser algo más que una escaramuza". En muchas ocasiones, el relato se encarga de encumbrar episodios que no fueron tales. En el caso de la reforma laboral española, fue rápidamente encumbrada por el FMI, la OCDE, la Comisión Europea, las casas de análisis de las empresas, etc., incluso antes de que tuvieran tiempo para analizar sus efectos.

Juan Ramón Rallo, uno de los articulistas económicos que mejor fundamenta sus textos en España, me recordaba en este artículo que, efectivamente, la reforma laboral había permitido evitar la destrucción de 900.000 puestos de trabajo durante la segunda recesión que vivió España. Lo hace citando un estudio de BBVA Research en el que se estima un escenario contrafactual que determina qué hubiese sucedido en España si no se hubiese aprobado la reforma económica. Ese escenario contrafactual apunta a que la rigidez de los salarios hubiera provocado una destrucción de empleo mucho mayor.

Foto: Imagen: EC.

Es cierto que ese escenario contrafactual es alarmante, pero en los últimos años nos hemos acostumbrado a ver estudios que plantean escenarios contrafactuales alarmantes. Por ejemplo, BBVA Research también analizó el impacto de la incertidumbre política sobre la economía española. Lo hizo al inicio del año 2016, cuando los partidos de la oposición se negaban a dar sus votos a Mariano Rajoy y España se pasó un año sin Gobierno. Según sus previsiones, el impacto económico oscilaría entre 0,2 y 0,4 puntos porcentuales el primer año y entre 0,3 y 1,1 puntos el segundo. La incertidumbre se prolongó durante más de un año, pero BBVA Research (como el resto de casas de análisis) tuvieron que asumir la realidad y revisar al alza sus previsiones económicas. La actividad económica mantuvo su dinamismo y se mostró que su escenario contrafactual nunca llegó a ser certero.

[La reforma laboral no ha servido para crear empleo]

España creció nada menos que un 3,2% ese año de incertidumbre. Y la tasa de ahorro de los hogares cayó desde el 8,6% hasta el 6,9%. Esto es, los hogares aumentaron la parte de su renta destinada al consumo, lo que evidencia que la incertidumbre política no tuvo efectos sobre su nivel de confianza ni sobre el consumo interno. Ese es precisamente el problema de los escenarios contrafactuales. Su elaboración implica un grave problema de partida y es que es imposible conocer con certeza cuál habría sido la realidad en un mundo paralelo sin las reformas.

Una aproximación diferente

En el año 2012 los países del sur de Europa comenzaron una segunda recesión que fue muy intensa. En España coincidió, además, con la reforma laboral. La comparativa desde entonces con Italia (a pesar de los gravísimos problemas estructurales que todavía tiene Italia) es sorprendente. La destrucción de PIB en los dos países fue similar en ese primer año: 2,9%. Sin embargo, Italia apenas perdió empleo (asalariados equivalentes a tiempo completo), -0,2%, pero España destruyó nada menos que un 4,7% de sus puestos de trabajo por cuenta ajena.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su discurso de cierre de año. (Reuters)

Esto es, en una recesión similar, la destrucción de empleo en España fue mucho más intensa. Se puede pensar que en un hipotético escenario sin reforma laboral la caída de España podría haber sido mucho mayor (o tal vez no), lo que sí es cierto, sin ninguna duda, es que tras la reforma laboral, la pérdida de empleo en España fue más intensa.

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Si se amplía el análisis hasta 2017, la situación no es mucho mejor. El PIB en España ha crecido (siempre medido en volumen encadenado) un 6,7% desde 2011, sin embargo, el empleo apenas ha avanzado un 2,3%. Por el contrario, en Italia, cuyo PIB sigue estancado, ha aumentado un 3,5% el número de asalariados. En el caso de Portugal, el PIB ha crecido un 2,1% y el empleo un 3,2%.

Estos datos reflejan de forma clara que tras la reforma laboral, España ha creado menos empleo para el mismo nivel de PIB que la mayor parte de Europa. El crecimiento del PIB ha sido 2,9 veces superior al del empleo, el dato más alto de toda la eurozona con la excepción de Letonia, Lituania y Holanda. Y, como último apunte, España no ha crecido en este periodo más que Europa, sino menos: la eurozona ha avanzado un 6,9%; la UE, un 8,6% y España un 6,6%.

España ha creado menos empleo para el mismo nivel de PIB que la mayor parte de Europa

El problema es que la reforma laboral permitió una destrucción intensa de empleo, pero mucho más intensa de los salarios. Si se ignora la pérdida de consumo derivado de esa destrucción de masa salarial, es fácil ignorar los efectos perversos de la reforma laboral en un modelo contrafactual. De hecho, si se lleva al límite, se podría afirmar que no habría desempleo si la mano de obra fuese gratis. Pero ¿qué pasaría con el consumo y, por extensión, con el PIB en ese caso?

En el de España es paradigmático. El consumo de los hogares desde 2011 hasta 2017 ha crecido un 3,17%, esto es, casi la mitad que el PIB. Este dato es una anomalía en Europa, ya que el resto de países tienen una evolución del consumo más próxima al PIB. Por ejemplo, en el conjunto de la Unión Europea, el PIB creció un 8,6% y el consumo un 7,3%. ¿Qué hubiese ocurrido en España si el consumo hubiese crecido más rápidamente? Es de esperar que hubiese tirado de la demanda interna y, por tanto, del PIB y de la creación de empleo. Si se ignora este factor y solo se tiene en cuenta el ajuste del empleo que quieren realizar las empresas durante la recesión, el análisis está cojo.

En el artículo inicial, yo ya reconocía que la reforma laboral tiene efectos durante las fases de recesión: "La reforma laboral sí que introdujo un cambio, que se aprecia principalmente en la fase de recesión [...] la reforma laboral introdujo más flexibilidad para que el ajuste se realizara por la vía de los salarios y no de los empleos". Sin embargo, el ciclo económico no se compone solo de fases de recesión, si no se tiene en cuenta cómo evoluciona el empleo durante las expansiones, el análisis se vuelve a quedar cojo.

La holgura en el mercado laboral genera una segunda distorsión: nunca se llegan a producir presiones salariales por la escasez de trabajadores

Con el SMI ocurre una situación similar. Hay estudios que alertan que una subida del salario mínimo destruye empleo, y otros que afirman que lo crea, ya que el consumo derivado de esa mejora salarial impulsa la economía. En el caso de la reforma laboral española, sirvió claramente para recortar la masa salarial y elevar la temporalidad. En el largo plazo, una economía basada en empleos precarios tiene los pies de barro. Es posible que durante las recesiones se comporte algo mejor, pero ¿será una buena estrategia a largo plazo?

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La Comisión Europea, la OCDE y el FMI estiman que España ha cerrado en 2018 su 'output gap'. Esto es, se sitúa en una situación de equilibrio económico. A partir de aquí, el crecimiento del PIB debería ir en línea con el potencial para mantenerse en el equilibrio. España ha llegado a este punto con una tasa de paro del 15% (según la previsión del Gobierno, cerrará el año en el 15,5%). Esto significa que, para los cálculos actuales, España no ha conseguido ningún avance al reducir el paro estructural a pesar de la reforma laboral.

La holgura en el mercado laboral genera una segunda distorsión: nunca se llegan a producir presiones salariales por la escasez de mano de obra. Esto es: las empresas siempre pueden contratar barato porque hay muchos desempleados o subempleados esperando una oportunidad. En esta situación de tasa de paro estructural muy elevada, cualquier medida encaminada a restar poder de negociación a los sindicatos servirá para precarizar el empleo.

Eso es precisamente lo que ha ocurrido en España. A pesar de la salida de la crisis, hay muchos trabajadores pobres gracias a las políticas que permiten contratos muy precarios. Es evidente que la política de un país no puede centrarse en tener muchos trabajadores pobres, sino muchos trabajadores productivos con un sueldo digno. Ese es el reto de España, y flexibilizar el despido, la rebaja de los salarios y las inaplicaciones de convenios, tal vez no haya sido la mejor decisión para lograrlo.

Una de las batallas históricas más recordadas en España es la victoria de don Pelayo frente a los musulmanes en Covadonga, que sirvió para iniciar la Reconquista. Esa victoria se ha escrito con laureles en nuestra historia, pero como señalaba el historiador Manuel Fernández Álvarez, "es dudoso que el combate de Covadonga pasara de ser algo más que una escaramuza". En muchas ocasiones, el relato se encarga de encumbrar episodios que no fueron tales. En el caso de la reforma laboral española, fue rápidamente encumbrada por el FMI, la OCDE, la Comisión Europea, las casas de análisis de las empresas, etc., incluso antes de que tuvieran tiempo para analizar sus efectos.

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