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Luis Javaloyes

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Morosidad 'revolving'

Son el producto perfecto para el comprador del 'lo quiero ya' pero sus efectos son perniciosos en el medio y en el largo plazo y poco tienen que ver con la "incultura financiera"

Foto: Un datáfono. (EFE)
Un datáfono. (EFE)

Ni es un producto de crédito nuevo ni proporciona al usuario mejores soluciones ni peores preocupaciones que hace años, cuando empezaron a comercializarse en España acuñado como 'tarjetas revolving'. Su mayor ventaja es el poder disponer de una cantidad bastante aceptable de dinero (pongamos 3.000 euros) de una manera rápida y sencilla. Y el principal inconveniente no es sino la cruz de la misma moneda: el precio que se paga, en todos sus términos y extremos, por el dinero concedido.

Destacan, sin embargo, por la mecánica de su uso. El atractivo para el posible cliente es que él elije la cuota que pagará cada mes por las cantidades dispuestas en el crédito de la tarjeta, y es el plazo total durante el que se pagan esas cuotas el que varía en relación a lo que se debe.

Foto: Una tarjeta de crédito, junto a un ordenador. (Pexels)

Un producto perfecto para el comprador de 'lo quiero ya' cuyos efectos perniciosos en el medio y en el largo plazo poco tienen que ver, como en otras cuestiones de naturaleza bancaria, con la llamada 'incultura financiera'. Cualquiera está expuesto al riesgo de verse atrapado en las redes de las tarjetas 'revolving'.

¿Atrapado? ¿Por qué? Solo consiste en pagar lo que se debe según la modalidad elegida, ¿no? En efecto, solo consiste en eso. Nada más que en eso, y nada menos que en eso. Porque, como sucede en la inmensa mayoría de los casos, la cantidad elegida en la cuota mínima de amortización apenas llega para cubrir los intereses, lo que convierte los saldos dispuestos en una deuda eterna, a menos que se le ponga solución, vía amortización anticipada de capital e intereses. O también, cómo no, de que demandemos al emisor de la tarjeta.

placeholder Tarjeta de crédito. (Pixabay)
Tarjeta de crédito. (Pixabay)

Visto lo visto con la peripecia judicial de otros productos de crédito —hipotecas, por ejemplo—, los despachos de abogados aprovechan para extender la barra libre de demandar al banco al ámbito de las tarjetas 'revolving', con un mensaje bien claro: “No tienes por qué pagar. Hay trampa en el contrato”.

Ya forma parte del paisaje que el consumidor se sienta protegido por una red de salvaguardas que el sistema pone a su disposición para exonerarle de la responsabilidad de tener que devolver el dinero que pide prestado. La posverdad, es decir, la nueva falsedad, hace el resto. ¿Por qué habría de ser distinto en lo relativo a las tarjetas revolving?

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Se han creado monstruos tales como que la responsabilidad de haberse endeudado no es de quien gasta sin preocuparse de cómo pagará, sino de quien puso es sus manos el instrumento financiero que no ha sabido, podido o querido utilizar con la mesura que exige cualquier asunción de una responsabilidad crediticia, porque en eso consiste contratar un tarjeta.

Ya forma parte del paisaje que el consumidor cuente con salvaguardas que le exoneran de tener que devolver el dinero que pide prestado

La cuestión es que mucha gente, con independencia de si conocía o no el funcionamiento de este tipo de tarjetas, se plantea muy seriamente no pagar; y lo está meditando tras la cuesta de enero mientras, precisamente, se funde su o sus tarjetas 'revolving' en los últimos coletazos de las rebajas. Así de simple: no pagar, porque con un coste asumible puede demandar a la entidad emisora de la tarjeta. Precisamente, el 26 de este febrero el Tribunal Supremo se pronunciará sobre si los tipos cobrados en este tipo de tarjetas son o no usurarios después del recurso interpuesto por una entidad emisora, WiZink.

Es verdad que hay gente que se ha endeudado mal; es verdad que hay personas que han puesto por delante el querer comprar que el poder pagar. Pero la mayor verdad es que, hoy en día, parece que demandar a las entidades financieras es una especie de obligación cívica y ética. Y no. Antes de que siga creciendo el agujero de la 'morosidad revolving' quizás habría que explicar que existen maneras de poder pagar sin dejarse el alma en ello; de hacer frente a los compromisos, de aprender la lección y, para la próxima pensar un poquito antes de firmar.

*Luis Javaloyes es CEO de Agencia Negociadora de Productos Bancarios.

Ni es un producto de crédito nuevo ni proporciona al usuario mejores soluciones ni peores preocupaciones que hace años, cuando empezaron a comercializarse en España acuñado como 'tarjetas revolving'. Su mayor ventaja es el poder disponer de una cantidad bastante aceptable de dinero (pongamos 3.000 euros) de una manera rápida y sencilla. Y el principal inconveniente no es sino la cruz de la misma moneda: el precio que se paga, en todos sus términos y extremos, por el dinero concedido.

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