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Tropezar otra vez con la misma piedra: la dualidad del mercado de trabajo
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José Luis Malo de Molina

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Tropezar otra vez con la misma piedra: la dualidad del mercado de trabajo

El tratamiento de una crisis de origen no económico como la que enfrentamos no está en el vademécum de los gestores de la política económica

Foto: Tropezar otra vez con la misma piedra: la dualidad del mercado de trabajo. (EFE)
Tropezar otra vez con la misma piedra: la dualidad del mercado de trabajo. (EFE)

Ya hay pocas dudas de que la grave crisis sanitaria del Covid-19 desencadenará la segunda Gran Recesión del siglo XXI, más intensa que la primera. Esta vez es diferente. Muy diferente. Es totalmente exógena. No tiene su origen en desequilibrios económicos o financieros. Ni siquiera en perturbaciones geopolíticas o militares. Es diferente, pero no nueva. La historia económica acredita que las grandes crisis sanitarias, junto con las guerras, han sido la fuente de las mayores catástrofes económicas de la humanidad. Sobre todo, antes de la revolución científica de la microbiología. Pero el Covid-19 ha venido a demostrar que las mutaciones de los virus y los cambios de la naturaleza pueden ir por delante de la velocidad del progreso científico-técnico.

En el plano económico, los instrumentos de la política económica han progresado mucho, aunque tampoco suficientemente, para capear las perturbaciones cíclicas o financieras. Incluso para superar, con muchos costes económicos y sociales, las perturbaciones financieras más violentas e impredecibles. Sin embargo, el tratamiento de una crisis de origen no económico como la que enfrentamos no está en el vademécum de los gestores de la política económica. No sirven las recetas tradicionales, con independencia de su orientación más o menos ortodoxa.

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La prioridad es superar la crisis sanitaria y minimizar sus costes en vidas humanas y número de enfermos. Y para ello hay que incurrir en formidables costes económicos, que en buena parte terminarán recayendo sobre los sectores públicos. También esa es la prioridad económica porque, sin superar la crisis sanitaria, las economías no podrán sobrevivir sin sufrir un retroceso profundo y duradero. El enfoque que más se adecúa a esta situación es el de la economía de guerra: todo el esfuerzo para vencer a corto plazo y reservar las mayores energías posibles para la posterior reconstrucción.

Este es un enfoque general válido para todos los países, porque la crisis sanitaria afecta a todos: es una perturbación simétrica. Aunque no a todos afectará en la misma medida, ni todos están en las mismas condiciones para combatirla.

Foto: Vista del barrio de El Carmel, de Barcelona. (EFE) Opinión
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España se encuentra en una posición delicada. Nos encontramos entre los países donde la pandemia ha alcanzado una intensidad relativa más elevada y, en cambio, no estamos entre los países mejor preparados para absorber su impacto. Sobre todo, porque tenemos un elevado nivel de endeudamiento y el mercado de trabajo arrastra importantes deficiencias que lo convierten en un factor de amplificación de los efectos contractivos de cualquier clase de perturbación.

El alto nivel de endeudamiento nos hace especialmente dependientes de las fórmulas que se arbitren a nivel europeo y mundial para la garantía de la solvencia de los importantes incrementos de deuda en que habrá que incurrir para atender las necesidades sanitarias y proteger los sectores más vulnerables, y para que el aparato productivo pueda sobrevivir al forzoso parón de la actividad. Si todo dependiera de la capacidad soberana para captar en los mercados los importantes fondos necesarios, nos enfrentaríamos a una crisis de deuda más grave que la de 2012.

Tenemos un mercado en el que conviven un núcleo de contratos fijos con alto nivel de protección y una amplia franja de trabajo temporal y precario

Y en el mercado de trabajo, volvemos a tropezar con la misma piedra con que hemos tropezado en todas las recesiones del periodo democrático: la dualidad de un mercado de trabajo en el que conviven un núcleo de contratos fijos con alto nivel de protección y una amplia franja de trabajo temporal y precario, que hace que todas las perturbaciones se trasladen rápidamente a la destrucción de empleo, amplificando la magnitud de la contracción.

Minimizar las pérdidas de empleo tiene la prioridad máxima. La solución de los ERTE y la prórroga de los contratos temporales mientras dure el estado de alarma son medidas muy acertadas, aunque comporten un elevado coste para el erario público. Pero esta es una solución parcial, como se puede comprobar en las dramáticas cifras del empleo. Será necesario complementarla con la creación de los máximos incentivos para la contratación laboral durante la propia crisis sanitaria, como se ha hecho, por ejemplo, con las actividades agrícolas, y, sobre todo, cuando empiece la reactivación. Para ello, habrá que combinar con pragmatismo medidas transitorias de corto plazo, que hagan posible la mayor cantidad de contratos, con unos compromisos de medio plazo para establecer una renovada estructura institucional del mercado de trabajo orientada a generalizar en la mayor medida posible los contratos estables.

El mercado de trabajo será una pieza clave en la duración e intensidad de la Segunda Gran Recesión en España y del vigor de la recuperación posterior

El nuevo marco no puede consistir en la mera contrarreforma de las últimas modificaciones, que, aunque adolecieron de eficacia en la reducción de la dualidad del mercado de trabajo, fueron capaces de aumentar el empleo a un ritmo superior al que se justificaría por el dinamismo económico.

El mercado de trabajo será una pieza clave en la duración e intensidad de la Segunda Gran Recesión en España y del vigor de la recuperación posterior. Como se sabe, en los Pactos de la Moncloa de 1977, las medidas sobre el mercado de trabajo fueron un tema central de la negociación y del acuerdo. En el imprescindible esfuerzo de concertación política, económica y social que se necesita para afrontar la reconstrucción y configurar un nuevo modelo en el que asentar nuestra economía y el nuevo diseño del Estado de bienestar, los cambios en el mercado de trabajo deberán estar muy presentes, tanto para fomentar una recuperación rápida del empleo como para configurar a medio plazo un marco más favorable al empleo estable y de calidad. Es el momento de intentar alcanzar un consenso en lo fundamental que permita superar uno de los rasgos idiosincráticos más perjudiciales de nuestra estructura económica.

* José Luis Malo de Molina es economista.

Ya hay pocas dudas de que la grave crisis sanitaria del Covid-19 desencadenará la segunda Gran Recesión del siglo XXI, más intensa que la primera. Esta vez es diferente. Muy diferente. Es totalmente exógena. No tiene su origen en desequilibrios económicos o financieros. Ni siquiera en perturbaciones geopolíticas o militares. Es diferente, pero no nueva. La historia económica acredita que las grandes crisis sanitarias, junto con las guerras, han sido la fuente de las mayores catástrofes económicas de la humanidad. Sobre todo, antes de la revolución científica de la microbiología. Pero el Covid-19 ha venido a demostrar que las mutaciones de los virus y los cambios de la naturaleza pueden ir por delante de la velocidad del progreso científico-técnico.

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