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El ingreso mínimo vital y el efecto Mateo
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Liliana Marcos

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El ingreso mínimo vital y el efecto Mateo

La evidencia nos dice que prestaciones bien diseñadas se convierten en un trampolín hacia el empleo para muchos hogares

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Si algunos de los lectores de este artículo tienen dudas sobre qué pensar acerca del ingreso mínimo vital (IMV) (si se trata de una buena idea para construir una sociedad mejor o es una 'paguita' con la que reforzar una sociedad de la picaresca), les recomiendo la lectura de la breve y deliciosa novela ‘Silencio administrativo’ (Sara Mesa, 2019): la historia real de un mujer sin hogar, discapacitada y enferma que tropieza con la crueldad de la Administración y un laberinto burocrático que le exige miles de requisitos para acreditar su pobreza legítima.

Pensar que acceder a una prestación de 400 euros tiene que ver con una elección (la de no trabajar) es un insulto para las personas con quienes la vida, simplemente, ha sido demasiado dura. Si no son de emociones fáciles y prefieren argumentos más cartesianos para dejarse seducir por la idea de un IMV, déjenme que les cuente que algunas de las rentas mínimas que hoy dan las comunidades autónomas son más altas que las cantidades que baraja el Gobierno para el IMV y que, además, se dan mientras la familia lo necesite. Si se tratara de 'paguitas' para toda la vida, los registros administrativos nos dirían que una gran cantidad de personas no se inserta laboralmente. Todo lo contrario, la evidencia nos dice que prestaciones bien diseñadas se convierten en un trampolín hacia el empleo para muchos hogares.

"Pensar que una prestación de 400 euros tiene que ver con la elección de no trabajar es un insulto para aquellos que han tenido una vida demasiado dura"

Si esto no les convence de que el IMV puede ser una buena idea y se decantan por pensar que ser pobre no tendría por qué dar derecho a ninguna ayuda, mi siguiente consejo sería que se acerquen a los números que están detrás de todas las ayudas públicas que reciben tanto pobres como ricos.

Las rentas mínimas autonómicas mueven cada año unos 1.500 millones de euros. Puede parecer mucho, pero lo cierto es que en España hay algo más de cuatro millones de personas que viven en la pobreza severa y que la inmensa mayoría de ellas no accede a estas prestaciones. Pero si lo hicieran y repartiéramos todo ese dinero entre esas familias, les tocaría a poco más de un euro al día por persona. Todo un chollo.

El efecto Mateo

En el otro extremo, y tan solo a modo de ejemplo, la reducción de la base imponible del IRPF por las aportaciones a planes de pensiones privados le cuesta al Estado cada año unos 800 millones. En 2015, el 56% de los declarantes que accedieron a esa 'paguita' se situaba en el tramo de ingresos que va entre 150.000 y 601.000 euros al año. Solo es uno de los muchos ejemplos de la regresividad de las ayudas públicas. Otro más: las familias de ese tramo de ingresos que acceden a la deducción de familia numerosa multiplican por cinco las familias de ingresos bajos que reciben esa ayuda.

"Las ciencias sociales conocen como ‘efecto Mateo’ que las políticas públicas tiendan a dar más a quien más tiene y menos a quien más lo necesita"

En la Biblia, se lee el siguiente versículo: “Porque al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará” (Mateo 25:29). En honor al evangelista, las ciencias sociales conocen como ‘efecto Mateo’ que las políticas públicas tiendan a dar más a quien más tiene y menos a quien más lo necesita. Una paradoja muy presente en nuestra protección social. Según la OCDE, por cada euro de ayudas públicas que recibe el 20% más pobre de la población en edad de trabajar, al 20% más rico le llegan tres.

La explicación tiene que ver con que algunas políticas públicas —como las anteriormente descritas— se han diseñado sin ningún tipo de criterio de equidad; y también con que nuestro sistema de protección social es eminentemente contributivo: se accede a protección si previamente se contribuye a través de un contrato laboral. El resultado es que quien más puede aportar a la Seguridad Social por tener un mejor contrato laboral adquiere derecho a llevarse un trozo más grande del pastel.

En una sociedad donde la precariedad campa a sus anchas y donde el paro estructural es problemáticamente alto, condicionar una gran cantidad de las prestaciones sociales a las cotizaciones laborales deja sin red a miles de familias. Hogares de personas sin estudios, con baja intensidad laboral, jóvenes precarios, mujeres… Son las víctimas del efecto Mateo. Sin un aporte suficientemente grande en prestaciones sociales no contributivas que complemente la Seguridad Social, seguiremos siendo un estado de bienestar que deja en la estacada a muchos de quienes más lo necesitan.

"Oxfam Intermón calculó en un reciente informe que para acabar con la pobreza severa en España serían necesarios unos 6.000 millones adicionales"

Luego no cabe duda de que el IMV es un paso decidido y necesario para mejorar la progresividad de nuestras políticas públicas. La cuestión radica ahora en saber si lo que se apruebe a finales de este mes es una zancada en la dirección correcta o, por el contrario, un paso más modesto. Oxfam Intermón calculó en un reciente informe que para acabar con la pobreza severa en España serían necesarios unos 6.000 millones adicionales, y el Gobierno apunta a la puesta en marcha de una prestación con un presupuesto mucho menor, lo que podría significar que se sigan dejando hogares en necesidad por el camino. Una decisión, sin lugar a dudas, a celebrar, pero a la que a algunos nos dejaría con la miel en los labios.

Si algunos de los lectores de este artículo tienen dudas sobre qué pensar acerca del ingreso mínimo vital (IMV) (si se trata de una buena idea para construir una sociedad mejor o es una 'paguita' con la que reforzar una sociedad de la picaresca), les recomiendo la lectura de la breve y deliciosa novela ‘Silencio administrativo’ (Sara Mesa, 2019): la historia real de un mujer sin hogar, discapacitada y enferma que tropieza con la crueldad de la Administración y un laberinto burocrático que le exige miles de requisitos para acreditar su pobreza legítima.

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