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Draghi: el hombre que salvó al euro y ahora quiere salvar a los jóvenes
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Ramón González Férriz

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Draghi: el hombre que salvó al euro y ahora quiere salvar a los jóvenes

Es una “obligación moral” gastar en los jóvenes una parte importante del paquete económico europeo destinado a paliar los efectos del covid-19

Foto: El expresidente del BCE Mario Draghi. (Reuters)
El expresidente del BCE Mario Draghi. (Reuters)
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En su primer gran discurso después de abandonar la presidencia del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que durante su mandato evitó la caída del euro, puso en la agenda una tarea igualmente difícil: salvar a los jóvenes.

Fueron ellos quienes sufrieron el peor impacto de la crisis de 2008: a corto plazo, no solo perdieron en mayor medida su puesto de trabajo, por lo general temporal o a tiempo parcial, sino que a largo plazo iban a tener que pagar la deuda pública acumulada por los gobiernos en un momento en que había pocos ingresos fiscales. La historia vuelve a repetirse con la crisis generada por la pandemia, con el añadido del tiempo perdido en formación a causa de las cuarentenas y los cierres de escuelas y universidades.

Foto: Dos jóvenes usan tapabocas dentro de su casa, durante la cuarentena por el coronavirus. EFE

Por eso, dijo Draghi en Rímini, Italia, durante un encuentro de políticos, intelectuales y empresarios reunidos bajo el paraguas del diálogo religioso, es una “obligación moral” gastar en los jóvenes una parte importante del paquete económico europeo destinado a paliar los efectos del covid-19. “La deuda generada por la pandemia no tiene precedentes y tendrán que devolverla sobre todo quienes hoy son jóvenes”, dijo. “Por lo tanto, es nuestra obligación equiparles con los medios necesarios para devolver esa deuda y para que lo hagan mientras viven en sociedades mejores (...). Durante años, una forma de egoísmo colectivo ha llevado a los gobiernos a dirigir la atención y los recursos a iniciativas que generaban beneficios políticos garantizados e inmediatos. Eso ya no es aceptable hoy en día”, dijo.

Por bien que suenen esas palabras, es poco probable que los políticos hagan mucho más que simular que las escuchan. Sistemática y reiteradamente, la política actual ha adoptado un sesgo contrario a los jóvenes y favorable a los mayores. Es indudable que los riesgos más graves de la pandemia los están sufriendo las personas de mayor edad, que tienen unas tasas de mortalidad mucho más elevada. Pero la incapacidad para dar con un plan creíble que permita a los estudiantes retomar en condiciones su educación —el fiasco de la selectividad británica o la huelga anunciada por los sindicatos de profesores madrileños para septiembre son solo una muestra— es muy ilustrativa de cuáles son las prioridades.

Foto: Oficina de empleo en Madrid. (EFE)

El mercado laboral favorece enormemente a los empleados con un contrato indefinido —por lo general, mayores— frente a los jóvenes, que además tienen ahora más dificultades para incorporarse a un mercado laboral que, debido a la incertidumbre, está prácticamente cerrado. Como afirmó el colectivo Politikon en su libro 'El muro invisible', previo a la crisis del covid-19 pero más vigente hoy que cuando apareció hace un par de años: “Los jóvenes tienen malos trabajos, ganan salarios más bajos y sufren para acceder a una vivienda, tener hijos o formar un hogar. Por primera vez, vivirán peor que sus padres. Las políticas sociales no les ayudan, sino que los desatienden”. Los jóvenes, contaba el libro, vieron cómo durante los años de la crisis su renta mediana se redujo un 20% mientras que la de los mayores de 65 años aumentaba un 5%. Es probable que esta nueva crisis provoque efectos similares.

La retórica política actual, en toda Europa y también en España, es que no va a suceder algo así de nuevo. Los 750.000 millones de euros van a dedicarse a fines nobles y transformadores como la transición ecológica, la digitalización, el despliegue del 5G, el cierre de la brecha digital entre los estudiantes, la igualdad de género y la cohesión social o la digitalización de la Administración pública. Todo eso suena muy bien. Y es de desear que ese inmenso desembolso sirva para alcanzar esos objetivos. Pero sigue existiendo el riesgo de que una parte importante de ese dinero se dedique a proteger rentas ya existentes, en lugar de hacer el sistema más inclusivo.

Foto: Foto: Pixabay.

Como dijo en Bloomberg Ferdinando Giugliano, uno de los comentaristas más agudos de la economía europea actual, “hay deuda ‘buena’, que se utiliza para mejorar la productividad y ampliar las oportunidades, y existe deuda ‘deuda’, que se utiliza para fines improductivos como jubilaciones anticipadas”. Draghi, decía Giugliano, representa una síntesis pragmática del keynesianismo y el liberalismo clásico: políticas expansivas y gasto público en momentos de necesidad, pero una prudencia extrema y eficiencia en las economías que ya están fuertemente endeudadas. Draghi “acepta la necesidad de un endeudamiento mayor, pero quiere que los gobiernos tengan un cuidado extraordinario y que ofrezcan la máxima transparencia del uso que hacen de él”, escribió ayer. Esos deseos no quedarán en nada, pero tampoco se satisfarán plenamente, y hay que tenerlo en cuenta para no dejarse hipnotizar por la retórica política del momento.

“Deberíamos inspirarnos en quienes participaron en la reconstrucción del mundo, de Europa e Italia después de la Segunda Guerra Mundial”, dijo Draghi el martes. Por dura que sea la crisis social, política y económica que provoque el covid-19, no será comparable con la que causó la guerra más monstruosa de todos los tiempos. Pero el ejemplo político de quienes condujeron la posguerra debería servir de guía. A fin de cuentas, su esfuerzo creó un nuevo orden mundial —de la ONU a la OTAN, del Fondo Monetario Internacional al Banco Mundial— que dio lugar a los 30 años más prósperos de la historia, el periodo entre 1945 y 1975, conocido como los 'treinte glouriouses'. Quizá sea demasiado esperar ahora algo así. Pero es probable que las migajas con las que deberemos conformarnos sean insuficientes. Necesitamos esa mezcla de keynesianimo y liberalismo clásico que Draghi reclama.

En su primer gran discurso después de abandonar la presidencia del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que durante su mandato evitó la caída del euro, puso en la agenda una tarea igualmente difícil: salvar a los jóvenes.

Mario Draghi