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Tiene un nombre feo, pero es una bonita solución
Nos gusta más la idea de 'pensión-vivienda'. Tu vivienda que, al tiempo que te cobija, te permite generar una pensión complementaria (y mucho más) vitalicia, es decir, a la que no sobrevivas
Los romanos decían 'nomina sunt omina', que significa literalmente 'los nombres son presagios' o, más libremente, 'los nombres determinan el destino'. Estas primeras palabras son perfectamente aplicables a una expresión que se ha impuesto para designar, de manera presagiosa por cierto, uno de los mejores productos que existen para poner las viviendas al servicio de sus propietarios durante su jubilación: la hipoteca inversa.
No volveremos a pronunciar esa expresión en esta tribuna porque, si su hermana gemela (pero directa) ya suscita cuando menos un respingo, la expresión de marras (aquello que dijimos) causa todo tipo de presagios. Nos gusta más la idea de un 'préstamo vitalicio con garantía inmobiliaria' o 'pensión-vivienda'. Es decir, tu vivienda que, al tiempo que te cobija, te permite generar una pensión complementaria (y mucho más) vitalicia, es decir, a la que no sobrevivas.
No sobrevivir a los activos de uno, o a las rentas que se pueden derivar de ellos, es una condición para no caer en la pobreza y, por lo tanto, una circunstancia vital gravemente ineficiente. Como también lo es, aunque caben opiniones, el que sus activos le sobrevivan a uno. No es fácil lograr, sin caer en la paranoia o violar la ley (humana o natural), que los ahorros se acaben el mismo día en que se acaba la vida. Pero hay formas de lograrlo recurriendo al mercado previsional.
La renta vitalicia, un producto asegurado, es LA vía para lograrlo. Pero no es un producto que goce de mucha demanda en todo el mundo. No es sencillo de entender. Nuestra naturaleza lo entiende de una manera en unas situaciones y de la manera contraria en situaciones distintas. Además, para adquirir una buena renta vitalicia, hacen falta ahorros acumulados hasta el momento en que dicha renta se adquiere.
Si estos ahorros están en forma de pilas de cemento y ladrillos (una vivienda, por ejemplo), es posible venderla y con el producto de la venta suscribir un contrato de rentas vitalicias. Pero si hay que seguir viviendo en aquella, lo mejor es comprarse una pensión-vivienda (aquello que dijimos que no íbamos a volver a mencionar en esta tribuna).
Una pensión-vivienda es un préstamo vitalicio que se contrata con una entidad promotora (banco o aseguradora), con garantía inmobiliaria, en el momento de, o posteriormente a, la jubilación. Préstamo que se devuelve, capitalizado a un cierto tipo de interés, al fallecimiento del deudor, por parte de sus herederos o mediante otras provisiones debidamente establecidas.
No es tan sencillo como parece, así dicho. Y algunos de sus detalles son incluso complejos y/o delicados. Pero, debidamente abordados estos, con todas las cautelas de las normas vigentes y de la buena praxis exigible a los operadores del mercado incorporadas al producto y su comercialización, la pensión-vivienda es una excelente solución en un país como España, donde el patrimonio inmobiliario de los españoles alcanza un valor equivalente a cuatro veces el PIB (sí, han oído bien, cuatro veces el PIB).
Gracias a esta solución, millones de trabajadores españoles podrían tener rentas complementarias de jubilación alcanzada esta etapa vital. En mercados competitivos y de cierto calado, y economías productivas, con solo una fracción del valor de una vivienda media en España, un titular de 65 años podría obtener ingresos mensuales complementarios vitalicios de unos cientos de euros al mes. Se trata, además, de una solución especialmente adaptada al caso de personas con un patrimonio valioso pero carentes de flujos de renta suficientes y regulares. El patrimonio inmobiliario de los herederos, por cierto, no se consume íntegramente en esta operación, solo en parte.
Hay una espesa niebla, cargada de prejuicios, mala comprensión y peor comunicación, alrededor del producto. En España, se cuentan con los dedos de las manos las operaciones que se hacen cada mes, apenas hay entidades que las ofrecen y su proceso de venta requiere una dedicación intensiva que, naturalmente, encarece el producto. Existen incluso experiencias desafortunadas, en las que han tenido que intervenir los jueces, que han retraído la actividad cuando más necesaria empieza a ser esta solución.
La pensión-vivienda, entendida como un préstamo vitalicio con garantía inmobiliaria, es una solución previsional (no solo inmobiliaria) que debería desarrollarse en nuestro país, dada la doble predominancia del ahorro en forma de vivienda y de la necesidad de rentas complementarias para la jubilación. Este desarrollo sigue demandando clarificación normativa y regulatoria, así como un ecosistema de operadores especializados y competitivos, entre los que se encontrarían promotores del producto, asesores independientes y gestores inmobiliarios, ambos certificados, e inversores. Y, también, proveedores de una amplia gama de servicios para la 'senior economy', no solo financieros.
Hemos explicado sumariamente en esta tribuna la variedad 'pura' de este préstamo vitalicio con garantía inmobiliaria, pero hay una serie de variantes que pasan por rentas temporales, o rentas combinadas con servicios como estancias indefinidas o temporales en residencias, o cuidados de larga duración en aquellas o a domicilio, por hablar solo de los más importantes. Igualmente, las modalidades de uso de la vivienda pueden ser muy variadas, como la 'colateralización' de una parte del valor de la vivienda (decidido incluso por el cliente), la venta de la nuda propiedad en vez del pleno dominio o, por el contrario, la cesión a terceros solo del alquiler de la vivienda. Todas estas variantes componen un cuadro de enorme flexibilidad y adaptación a cada caso particular debidamente categorizado.
España se enfrenta, al igual que muchos países, a un problema previsional a medida que la esperanza de vida aumenta mientras que la adaptación de las instituciones y los comportamientos se produce más lentamente que este formidable avance. Con cuatro veces el PIB en forma de riqueza inmobiliaria, los hogares españoles no deberían tener ningún problema de cara a su jubilación.
Los romanos decían 'nomina sunt omina', que significa literalmente 'los nombres son presagios' o, más libremente, 'los nombres determinan el destino'. Estas primeras palabras son perfectamente aplicables a una expresión que se ha impuesto para designar, de manera presagiosa por cierto, uno de los mejores productos que existen para poner las viviendas al servicio de sus propietarios durante su jubilación: la hipoteca inversa.