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Que el covid no nos impida ver los retos de futuro del consumo financiero
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Que el covid no nos impida ver los retos de futuro del consumo financiero

El panorama que deja la pandemia tendrá que convivir con las transformaciones que impone el desarrollo tecnológico y el imperativo que tenemos como sociedad de preservar el medio ambiente

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Una de las reflexiones, de las muchas que pueden hacerse sobre 2020, es que el inmenso bosque lleno de peligros que estamos atravesando obstaculiza, como no podía ser de otro modo, retos muy importantes de futuro en el ámbito del consumo financiero. Es evidente que la emergencia sanitaria ha sido prioridad, hasta el punto de remover con fuerza los cimientos más sólidos que sostenían nuestro 'modus vivendi'. Pero no hay que olvidar que el futuro no se detiene y que el panorama desolador que en términos sociales, laborales y económicos deja este año tendrá que convivir con las propias transformaciones que imponen el desarrollo tecnológico, por un lado, y el imperativo que tenemos como sociedad de preservar el medio ambiente, por otro.

Del lado del desarrollo tecnológico, sabemos que los rigores que ha impuesto la pandemia han servido, sin embargo, de palanca para impulsar procesos de gestión 'online' de las finanzas y terminar de implantarlos de manera definitiva en la sociedad. Es más, lo que ahora nos preocupa a quienes nos dedicamos a la protección de los consumidores es que la velocidad de los cambios no vaya acompañada de mayor conocimiento y esté dejando atrás a colectivos sensibles, la conocida como brecha digital.

"Solo si al consumidor se le ha facilitado toda la información necesaria de aquello que va a contratar, existe una transacción equilibrada"

Hablamos de una población mayor, menos familiarizada con el uso de la tecnología, pero tampoco hay que olvidarlo, del segmento de los más jóvenes, cuya intensa exposición a los entornos 'online' no significa necesariamente que tengan conocimientos para gestionar mejor los riesgos de la digitalización. Cuidado con esta cuestión: uno de los pilares fundamentales en los que se asienta el derecho comunitario de protección a los consumidores es el de la transparencia en la comercialización de bienes y servicios. Solo si al consumidor se le ha facilitado toda la información necesaria del coste presente y futuro de aquello que va a contratar, estamos en disposición de hablar de una transacción más equilibrada. En este contexto, resulta difícil imaginar que se está dando toda la información a los usuarios a golpe de clic y aquí es donde nos queda un importante margen de mejora por conseguir.

Llegados a este punto, refirámonos al desafío medioambiental. ¿Tan alejado está de las metas que hay que perseguir en el ámbito financiero? ¿Es posible mantener el discurso de que desarrollo económico y protección del entorno no pueden confluir? Parece claro que no, que con las evidencias científicas de las que ya disponemos, toda actividad económica que no esté alineada en mayor o menor medida con la sostenibilidad está condenada al fracaso, tarde o temprano.

"La estrategia a cinco años que plantea la Comisión Europea incluye una mayor protección ante las prácticas de 'greenwashing' de las empresas"

Desde las instituciones europeas, por ejemplo, ya se avanza en la taxonomía verde de las inversiones. La hoja de ruta se está trazando en estos momentos y, desde organizaciones de la sociedad civil de toda la Unión Europea, vigilamos con detenimiento que el texto final que determine qué actividades quedarán señaladas como 'brown finance' frente a las 'green finance' responda a criterios científicos. Así lo hemos reclamado asociaciones como Asufin, que ha respaldado, junto a más de un centenar de homólogas, la declaración auspiciada por la organización proteccionista WWF. Porque una taxonomía verde de fondos, en los que Estados, empresas y ciudadanos en definitiva vayan a invertir su dinero, será bajo el prisma de la ciencia o no será.

Aterrizando la cuestión al ámbito del consumo financiero propiamente dicho, sobre la mesa se ha puesto hace unas pocas semanas la agenda del consumidor, la estrategia a cinco años que plantea la Comisión Europea. Este listado de prioridades normativas incluye una mayor protección ante las prácticas de 'greenwashing' de las empresas o la lucha contra la obsolescencia programada, entre otras muchas. Aún es solo un catálogo de buenas intenciones, pero la voluntad que expresan las autoridades europeas de poner el foco en estas cuestiones representa una gran noticia en estos momentos. Hemos tenido ocasión de analizar estos temas durante la realización del proyecto 'Servicios financieros y tecnofinanzas', subvencionado por el Ministerio de Consumo.

Afrontamos el nuevo año, en fin, con la esperanza puesta en que la ciencia nos ayudará, una vez más, como lleva siglos haciendo, a preservar nuestra vida, el bien más preciado. Y llegado ese momento, es evidente que todas las partes implicadas deben afanarse por conseguir una recuperación sostenible de nuestras economías que tan violentamente han sido golpeadas tras la pandemia. Nuestras decisiones de consumo no son neutras, tienen impacto en nuestras economías y, más importante aún, en el futuro de nuestro planeta.

*Patricia Suárez Ramírez es presidenta de la Asociación de Usuarios Financieros, Asufin.

Una de las reflexiones, de las muchas que pueden hacerse sobre 2020, es que el inmenso bosque lleno de peligros que estamos atravesando obstaculiza, como no podía ser de otro modo, retos muy importantes de futuro en el ámbito del consumo financiero. Es evidente que la emergencia sanitaria ha sido prioridad, hasta el punto de remover con fuerza los cimientos más sólidos que sostenían nuestro 'modus vivendi'. Pero no hay que olvidar que el futuro no se detiene y que el panorama desolador que en términos sociales, laborales y económicos deja este año tendrá que convivir con las propias transformaciones que imponen el desarrollo tecnológico, por un lado, y el imperativo que tenemos como sociedad de preservar el medio ambiente, por otro.

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