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El fin de los bancos, ¿distopía o futuro cercano?
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El fin de los bancos, ¿distopía o futuro cercano?

Qué pasará si los ciudadanos europeos cambian sus depósitos actuales por la moneda digital del BCE o si este permite operar para efectuar pagos, domiciliaciones... ¿Dónde queda el banco nacional?

Foto: Foto: Reuters.
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Para alguien como yo, que desde hace 12 años dedica todas sus energías a mejorar la protección de los usuarios financieros y promover un cambio de cultura bancaria, siquiera atisbar la idea del fin de los bancos, sobre los que se asientan en buena parte los fundamentos de nuestro sistema económico moderno, resulta del todo inverosímil. La idea, distópica como pocas, ronda sin embargo las mentes de muchos desde hace tiempo, y no solo a raíz de la pandemia que tantas transformaciones parece estar desencadenando. De hecho, pudimos compartir hace unas semanas reflexiones muy interesantes con el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que ha abordado el tema en su libro 'Adiós a los bancos' y ofreció para Asufin una ponencia al respecto.

En su opinión, lo que se avecina es una "profunda y necesaria reforma estructural de los bancos que han podido operar siempre aislados de la competencia en situación de oligopolio". Razonó que tendrán que convertirse en empresas y en la necesidad de competir con otras, unos cambios que en su momento tuvieron que asimilar las aerolíneas o las compañías telefónicas. Y afirmó rotundo: "Una vez que tengamos algo de dinero digital, el siguiente paso será el adiós a los bancos".

Lo cierto es que estas ideas no solo transitan en el discurso teórico. Desde el Banco Central Europeo, se lleva tiempo trabajando en la idea de un euro digital y hay una consulta pública abierta para recabar opiniones de todas las partes afectadas, entre las que estará nuestra asociación. Hay modelos teóricos que plantean, por ejemplo, un CBDC directo (divisa digital emitida por un banco central, en este caso, el euro digital), con las enormes implicaciones que ello tendría: qué pasará si los ciudadanos europeos cambian sus depósitos actuales por la moneda digital del BCE o si este permite operar para efectuar pagos, domiciliaciones, etc. ¿Dónde queda el banco nacional de turno?

El proyecto de libra, de Facebook, implica que una sola corporación pueda disponer de entre 1.500 y 3.000 millones de usuarios y potenciales clientes

No parece factible que algo tan radical vaya a suceder de momento, entre otras cosas, por la compleja arquitectura administrativa que tendrían que poner en marcha los bancos centrales; por no hablar de la resistencia que habría desde el sector privado. Pero no perdamos de vista que la mayor amenaza, oportunidad o factor externo que forzará a esa transformación del ecosistema bancario no está tanto en la posibilidad que plantee una divisa digital como en los nuevos 'players' que esperan agazapados el momento de atacar: las 'Big Tech'.

Tras los cambios impulsados por la crisis financiera de 2008, la pandemia se presenta como agente acelerador inesperado de todos los procesos de digitalización, pero muy especialmente sobre el uso del dinero efectivo. En este contexto, el proyecto de moneda digital libra, de Facebook (ahora, denominada diem), ha abierto un debate que hace que hoy todos estemos reflexionando acerca del futuro del sector bancario. Esto nos lo contaba en el mismo foro al que ha hecho referencia Alfredo Muñoz, catedrático de la UCM: libra es solo un proyecto del que empezamos a tener noticia en mayo de 2019, pero que es ya un hito en la historia del dinero, aunque nunca llegue a ser posible, ni lleguemos nunca a operar con ella. Es así. La mera hipótesis de que una corporación como Facebook —titular de WhatsApp, Instagram y Messenger— pueda disponer de entre 1.500 y 3.000 millones de usuarios en todo el mundo, potenciales tenedores de libras, implica que hablemos de la mayor red clientelar de la que pueda disponer ninguna otra empresa en el mundo. ¿Asusta, inquieta, obliga a mover ficha? Sin duda, y por ello no es casualidad que en Estados Unidos se esté discutiendo sobre la posibilidad de dividir el imperio de Zuckerberg.

Libra podría comprar deuda pública y mover los cimientos de la estabilidad financiera, como nos recordaba Fernández Ordóñez. Desde la compañía, ya se dijo que solo invertiría en sus depósitos en euros, dólares, yenes y libras esterlinas. Por no hablar de la rápida implantación de que llegaría a disfrutar. Su arquitectura sería de código abierto, lo que permitiría el fácil desarrollo de aplicaciones, de modo que si un coreano necesitara 3.000 dólares o euros, nosotros, desde la otra punta del globo, podríamos prestárselos. La 'big data' le permitiría, además, disponer de un perfil de solvencia de todos sus usuarios. Los desafíos que plantea son enormes.

"El fin del dinero efectivo o su mayor uso 'en digital' nos plantea el desafío de paliar las significativas deficiencias en materia de equidad"

Todo esto está por ver, dicen los más escépticos. Y es verdad. También lo es que grandes cambios acontecen frente a las grandes necesidades de la humanidad, como bien estamos comprobando estos días. Y que los bancos tienen ante sí una profunda reflexión para determinar qué papel jugarán en las próximas décadas. Aunque no solo ellos: a todos nos tocará hacer ese ejercicio. El fin del dinero efectivo, por simplificar, o su mayor uso 'en digital' nos plantea el desafío de paliar las significativas deficiencias en materia de equidad en nuestra sociedad, con amplios sectores necesitados de asistencia financiera y tecnológica: los denominados consumidores vulnerables. Hemos tenido ocasión de analizar estos temas durante la realización del proyecto 'Servicios financieros y tecnofinanzas', subvencionado por el Ministerio de Consumo.

Finalmente, no podemos olvidarnos del mayor colectivo al que todas estas transformaciones profundas afectará en primer término: los propios usuarios de banca. No perdamos de vista que todo sigue descansando en un producto o servicio que alguien provee a quien lo demanda. Esa transacción ha de seguir siendo justa, equitativa, equilibrada y ajustada a los parámetros de la legalidad; elementos todos ellos difíciles de medir en las grandes tecnológicas. Mucho hemos de trabajar para lograr un escenario digital globalizado en el que los derechos de los consumidores prevalezcan o llegará el día en que, al comparar, recordemos con nostalgia que tan malos no eran nuestros bancos.

*Patricia Suárez Ramírez es presidenta de la Asociación de Usuarios Financieros, Asufin.

Para alguien como yo, que desde hace 12 años dedica todas sus energías a mejorar la protección de los usuarios financieros y promover un cambio de cultura bancaria, siquiera atisbar la idea del fin de los bancos, sobre los que se asientan en buena parte los fundamentos de nuestro sistema económico moderno, resulta del todo inverosímil. La idea, distópica como pocas, ronda sin embargo las mentes de muchos desde hace tiempo, y no solo a raíz de la pandemia que tantas transformaciones parece estar desencadenando. De hecho, pudimos compartir hace unas semanas reflexiones muy interesantes con el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que ha abordado el tema en su libro 'Adiós a los bancos' y ofreció para Asufin una ponencia al respecto.

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