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2021: ¿año II de pandemia o año I pospandemia? Una visión del sector legal
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2021: ¿año II de pandemia o año I pospandemia? Una visión del sector legal

El ramo legal se presenta con una cierta orgullosa prudencia como un sector que ha sido capaz de navegar de una manera más que razonable en mitad de la crisis

Foto: Un abogado, firmando documentos. (iStock)
Un abogado, firmando documentos. (iStock)

Estamos a pocos días de que se cumpla un año de la primera declaración del estado de alarma motivado por la ya entonces desbordante primera ola del covid-19. Fue un momento en el que se precipitaron decisiones que, si bien en algunos casos estaban ya en fase de estudio avanzado o incluso a medio implementar, hubo que acometer de manera urgente por la gravedad de la situación. La más rupturista fue quizás la implantación del teletrabajo obligatorio y el cierre total de las oficinas durante un tiempo. Se abrió entonces el interrogante de cómo iba a afrontar el sector legal una situación tan novedosa. Un sector habitualmente tachado de poco innovador, excesivamente tradicional y muy resistente a los cambios.

Un año después, el sector se presenta con una cierta orgullosa prudencia como un sector que ha sido capaz de navegar de una manera más que razonable en mitad de la crisis. Los datos que nos llegan de jurisdicciones como Estados Unidos y el Reino Unido hablan en buena medida de 2020 como un año mejor de lo esperado en términos de facturación y beneficio por socio. No se han hecho aún públicos los datos de despachos españoles pero los que empiezan a conocerse apuntan también a un año que, si bien es cierto que, con diferencias, mejora en mucho las negras expectativas de los meses de marzo y abril. Cierto es que estos resultados reflejan el comportamiento de firmas de un cierto tamaño y tipo de negocio y que no pueden extrapolarse a toda una profesión donde son muchos los despachos unipersonales o de pocos integrantes donde el comportamiento ha podido ser más desigual.

¿Cuáles son las claves de lo sucedido en el 2020? En mi opinión y desde mi experiencia más directa, hay varios factores que han influido en este comportamiento.

Con carácter general, los despachos —en especial, los de un cierto tamaño— han tenido normalmente estructuras financieras saneadas

Con carácter general, los despachos —en especial los de un cierto tamaño— han tenido normalmente estructuras financieras saneadas, con muy poco apalancamiento y un elevado compromiso de los socios que los integran. Partir de unos cimientos solventes ha permitido resistir mejor cualquier bajada puntual de ingresos. Por otro lado, el hecho de basar la financiación en buena medida en los propios socios facilita la adopción rápida de medidas de alivio frente a una ralentización de ingresos o cobros.

En segundo lugar, los despachos estábamos mejor preparados de lo que nosotros mismos pensábamos para afrontar un giro radical en la forma de trabajar. Una vez superado el vértigo del salto a la no presencialidad, se ha comprobado que las piezas encajaban mejor de lo que se podía anticipar y que el mecanismo seguía funcionando sin fisuras.

Es muy importante destacar también la importancia de la cultura corporativa. Más que nunca se ha puesto de manifiesto la enorme relevancia de formar parte de una estructura donde hay un proyecto integrador y unos valores de firma que guían y a la vez cohesionan a todos sus integrantes. En momentos de incertidumbre el poder anticipar cómo se va a comportar una organización rebaja inmediatamente la tensión y proporciona la necesaria estabilidad..

Foto: Ya hay letradas abriéndose camino en el ámbito del M&A. (iStock)

Sobre todo en despachos multidisciplinares, la actividad tiende a ser un tanto acíclica. Es un hecho demostrado que las crisis impactan menos en el sector legal que en otras actividades, lo cual en buena medida está influido por la necesidad de asesoramiento en terrenos en los que precisamente surgen cuestiones derivadas directa o indirectamente de las propias crisis.

Por último, quiero destacar la importancia de la relación de confianza con el cliente. Posiblemente sea esta la clave principal. La confianza es el eje de nuestra profesión y se manifiesta con mayor intensidad cuando se afrontan situaciones complicadas y el entorno no contribuye a facilitar decisiones que pueden ser trascendentales para los clientes. Es en este punto cuando se pone en valor una relación bien construida con el cliente, cuando el conocimiento de la idiosincrasia de una empresa y de un sector ofrece la tranquilidad para descansar en el abogado. Mucho más aún cuando el abogado viene acompañando al cliente de una manera totalmente involucrada.

Pues bien, cerrado ya 2020, ¿qué podemos esperar de 2021? La cuestión es si lo acontecido en la pandemia va a marcar un punto de inflexión en la abogacía de los negocios o, por el contrario, no dejará de haber sido un periodo de pura reacción sin cambios derivados de las enseñanzas aprendidas. El escenario global que 'a priori' se nos muestra para los próximos meses invita a un moderado optimismo en la medida en que nos moveremos ―salvo sorpresa― en terreno ya conocido, sin que haya en el horizonte una amenaza de cierres totales, se vislumbra una mejora sanitaria apoyada, ahora sí, en una vacunación que pronto debería ser masiva y se habla de algo parecido a una normalización de nuestra vida diaria hacia el final del año.

Foto: Imagen del Atomium, en Bruselas. (iStock)

Pues bien, a mi modo de ver, más allá de la obviedad que supone el mayor protagonismo de la tecnología y el acortamiento de los plazos de digitalización de nuestras estructuras ―cuestión ciertamente muy relevante, pero ya muy tratada―, hay otros efectos a los que vamos a asistir y otras tendencias que podemos impulsar y que pueden influir notablemente en el mayor o menor éxito de las firmas en los próximos años.

El primer efecto es el reforzamiento de la segmentación. El posicionamiento de las firmas en uno u otro segmento del mercado (desde el del máximo valor añadido al de la mayor 'comoditización') se convierte cada vez en más relevante. Los clientes identifican de manera más marcada el posicionamiento y el tipo de trabajo que se refiere a cada firma. Esta circunstancia es determinante y transciende todos los elementos clave de la vida de la firma, empezando por el talento que se puede atraer.

El último elemento significativo que mencionaré es la sostenibilidad como forma de enfocar globalmente la organización

En segundo lugar, la profesión de abogado y el trabajo en las firmas pueden y deben reivindicarse desde una perspectiva diferente para las nuevas generaciones: una perspectiva en la que decaiga el puro presencialismo innecesario, en la que se incorporen procedimientos mucho más innovadores, en la que se muestre la relevancia de la cohesión interna y se ponga en valor una cultura de participación activa en un proyecto común.

Como último elemento muy relevante quiero referirme a la sostenibilidad como forma de enfocar globalmente la organización y la práctica de un despacho. Me refiero a la sostenibilidad en su sentido más amplio, que incluye aspectos como la diversidad, la transparencia, la responsabilidad medioambiental y social o la mejor eficiencia y procedimientos. Nuestros clientes y los propios abogados y profesionales que integran nuestras firmas están demandando cada vez más un giro hacia la organización sostenible. Me atrevo a decir que será un elemento muy determinante en el posicionamiento de los despachos y en su éxito a medio plazo. No se trata solo de un marchamo de corrección política. Las estructuras organizadas sobre principios de sostenibilidad mejorarán a buen seguro sus indicadores. Sin olvidar que en buena medida habrá en los próximos años un importante desarrollo de negocio gravitando en torno a los proyectos y desarrollos sostenibles. Qué mejor que haberlo aplicado internamente para asesorar con conocimiento de causa.

*Carlos Rueda, socio director de Gómez-Acebo & Pombo.

Estamos a pocos días de que se cumpla un año de la primera declaración del estado de alarma motivado por la ya entonces desbordante primera ola del covid-19. Fue un momento en el que se precipitaron decisiones que, si bien en algunos casos estaban ya en fase de estudio avanzado o incluso a medio implementar, hubo que acometer de manera urgente por la gravedad de la situación. La más rupturista fue quizás la implantación del teletrabajo obligatorio y el cierre total de las oficinas durante un tiempo. Se abrió entonces el interrogante de cómo iba a afrontar el sector legal una situación tan novedosa. Un sector habitualmente tachado de poco innovador, excesivamente tradicional y muy resistente a los cambios.

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