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Una mentira sobre la transición energética

La verdad es que las energías renovables, que son el primer vector de descarbonización de la economía, pueden y deberían producir un abaratamiento de los precios de la electricidad

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La subida del precio de la electricidad en el mercado mayorista y, por decantación, en la factura que pagan los consumidores ha sido utilizada por algunos portavoces de la industria de la energía y otros voceros para establecer una relación de causa-efecto con la transición energética.

“Hay que explicar a los consumidores que la transición energética tiene un coste”, es el mensaje que repiten algunos con el fin de justificar el alza en el precio de la electricidad, que en números redondos está hoy tres veces más cara que a principios de año. Claro que la evolución hacia un sistema energético que no contribuya al cambio climático conlleva unas inversiones, pero tales inversiones no explican ni justifican en caso alguno que la electricidad sea más cara, sino todo lo contrario. Esta falacia sirve de alimento para negacionistas del cambio climático y, sobre todo, para defender espuriamente los beneficios caídos del cielo de aquellas compañías que siguen produciendo electricidad con combustibles fósiles.

Una prueba de este intento de culpar al cambio climático son unas declaraciones del secretario general de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), Mohammed Barkindo, quien dijo recientemente en una entrevista en la cadena de televisión CNBC que la transición energética estaba impulsando precios más altos. Esta afirmación, no fundamentada en cifras, fue rebatida por el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, a través de un comunicado emitido el 21 de septiembre: “Los recientes aumentos en los precios mundiales del gas natural son el resultado de múltiples factores, y es inexacto y engañoso poner la responsabilidad en la puerta de la transición a la energía limpia”.

El riesgo siempre presente de precios altos y volátiles del gas demuestra la importancia de un sistema energético descarbonizado diverso

La verdad es que las energías renovables, que son el primer vector de descarbonización de la economía, pueden y deberían producir un abaratamiento de los precios de la electricidad. En España aportan un beneficio adicional de carácter estratégico: la reducción de la dependencia en energías primarias, que se sitúa aún en el 73%, cota que se incrementa hasta el 99% en el caso del gas. Esta dependencia de las importaciones de gas, por ejemplo, explica en buena medida el alza en los precios del mercado mayorista, a pesar de que las centrales de ciclo combinado que usan tal combustible apenas han aportado el 15% de la generación eléctrica en lo que va de año.

Así lo entiende Frank Gordon, director de políticas de la Asociación de Energías Renovables y Tecnologías Limpias del Reino Unido (REA): “El riesgo siempre presente de precios altos y volátiles del gas demuestra la importancia de un sistema energético descarbonizado diverso, utilizando todas las diferentes tecnologías renovables y limpias disponibles para nosotros, incluida la bioenergía, el almacenamiento de energía y la marina, todos trabajando juntos para garantizar una sistema y la reducción de la exposición a los precios internacionales y la reducción de las emisiones”.

Las energías renovables trabajan más que otras para impulsar la transición energética y, en el momento actual, para contener los precios. Cabe recordar que frente a los 288 euros por megavatio hora alcanzados el 7 de octubre (con puntas horarias de 319 euros), la mayoría de los contratos en la modalidad de PPA suscritos por las empresas generadoras de energías verdes en los últimos dos años se sitúan en el entorno de los 40 euros. En esta misma línea, los precios medios ponderados alcanzados en la última subasta celebrada por el Gobierno de España en enero de este año fueron de 24,47 euros por MWh para la energía fotovoltaica y de 25,31 para la eólica. Estos precios desmontan la engañosa tesis que culpa a las energías renovables del incremento de la tarifa eléctrica.

Foto: La disminución de la factura eléctrica pasa por la a puesta por l as renovables. Foto: EFE

Son entendibles los esfuerzos del gobierno para contener la subida en los precios de la electricidad, que repercute de forma casi automática y directa en los consumidores que se mantienen en el mercado regulado. Y no nos engañemos, más temprano que tarde también afectarán a los clientes que compran su electricidad en el mercado liberalizado, como ya están demostrando algunas comercializadoras al romper los contratos de suministro con grandes consumidores.

Pero las medidas del ejecutivo deben preservar el ecosistema que ha permitido el florecimiento de las energías renovables, que hoy ya son rentables en un mercado de generación libre y, en consecuencia, no necesitan subvenciones.

España no tiene alternativa. En ausencia de petróleo, gas y carbón, sus únicos activos energéticos son el sol, el viento y, en menor medida, el agua. Sería una irresponsabilidad histórica que no acelerásemos el desarrollo de las energías limpias, no sólo por la urgencia en la lucha contra el cambio climático, sino también para evitar la subida del precio de la energía y la transferencia de rentas a países como Argelia, Rusia o Arabia Saudí, cuyos ciudadanos (en el caso de este último país) pagan el kilovatio-hora a 0,041 euros frente a los 0,26562 que pagó un consumidor doméstico español a las 20 horas del día 28 de septiembre.

La subida del precio de la electricidad en el mercado mayorista y, por decantación, en la factura que pagan los consumidores ha sido utilizada por algunos portavoces de la industria de la energía y otros voceros para establecer una relación de causa-efecto con la transición energética.

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