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Recetas infalibles para el fracaso de la economía circular
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Recetas infalibles para el fracaso de la economía circular

Ya va siendo hora de no prestar tanta atención a intentar cambiar lo que la gente piensa, sino ayudar a cambiar cómo la gente piensa

Foto: Imagen: Reuters.
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La economía circular está en boga por lo que, gobernantes y legisladores, están tomando creciente interés en el tema. En principio, esto es una excelente noticia. Sin embargo, los mitos, los malentendidos y las recetas fáciles en torno a ella amenazan con convertir los buenos augurios en un fiasco.

La economía circular busca desconectar la creación de valor de la extracción de recursos naturales, eliminando además la toxicidad, la contaminación y los residuos. En definitiva, se trata de imitar a los sistemas vivos, en los que hay una generación permanente de valor al tiempo que una renovación de los recursos. En un ecosistema no hay desechos: los subproductos de unos son los alimentos de otros.

Volver a traer envases vacíos desde Alemania a España para su higienizado y reutilización hace del cartón una opción ambiental mucho mejor

Es por esto que siempre hay que pensar de forma sistémica, analizando y midiendo las repercusiones a largo plazo y a varios niveles de cualquier acción a través de los complejos procesos económicos y naturales en los que estamos operando. Esto hace que los economistas circulares huyamos de las recetas fáciles como quien huye de la peste. Por tanto, cuando alguien nos pregunta “¿carne o proteína vegetal?”, “¿vehículo eléctrico o diésel?”, o cosas por el estilo, nuestra respuesta suele ser un rotundo “depende”.

Un conocido ejemplo de tiro por la culata ecológico lo ofrecen algunos servicios de bicicletas y patinetes compartidos para movilidad urbana. Debido a una mala implementación y una falta de visión sistémica, se han ido generando colosales vertederos de bicicletas y patinetes en China. El saldo en emisiones y despilfarro de materiales es trágico, por no hablar de los desechos electrónicos que llevan aparejados.

El cartón es un material con altas cotas de reciclaje (84,2% según Eurostat) y puede soportar hasta 25 ciclos de reciclaje

En España vamos camino de fracasos parecidos si no hacemos bien nuestros deberes. Un ejemplo notable es la nueva legislación de envases ahora en discusión que, en su redacción actual, fomenta el uso de los embalajes reutilizables de plástico, y en la práctica implicaría penalizar los envases reciclables de cartón para la exportación. Supuestamente esto haría avanzar la economía circular.

Pongamos a examen la receta fácil. ¿Los envases reutilizables son siempre más ecoeficientes que los desechables? Depende. En el caso de España, nuestra huerta provee frutas y hortalizas a un mercado internacional, sobre todo europeo, al que hay que servir con agilidad un producto perecedero a largas distancias. Un minucioso estudio de la Universidad Politécnica de Valencia ha comparado la huella en emisiones de CO2 en la exportación de 1.000 toneladas de tomates desde Almería hasta Alemania. El veredicto es claro: aún en el mejor de los casos, volver a traer los envases vacíos desde los mercados alemanes hasta la huerta española para su higienizado y reutilización hace que el cartón sea una mucho mejor opción ambiental. Estudios similares realizados en los EEUU llegan a parecidas conclusiones.

Si consideramos la circularidad y la salubridad de los materiales, el cartón se impone con una trayectoria de décadas de reciclaje exitoso

Si además de la huella de carbono consideramos la circularidad y la salubridad de los materiales, el cartón también se impone: biodegradable, con un origen renovable cada vez mejor gestionado, y con una trayectoria de décadas de reciclaje exitoso -todo ello asignaturas pendientes para el plástico-. Si bien el cartón es un material con altas cotas de reciclaje (84,2% según Eurostat) y puede soportar hasta 25 ciclos de reciclaje, el polipropileno -el polímero plástico que se emplea para las cajas- tiene una historia de reciclaje pésima: su tasa de reciclaje es inferior al 1% en EEUU (según Association of Plastic Recyclers) y se estima entre un 10/15% en Europa (según Plastics Recyclers Europe). Además, el polipropileno rara vez se emplea más de un ciclo. La producción de polipropileno requiere un complejo cóctel de aditivos tóxicos y su fin de vida, como el de todos los plásticos, es problemático: no es biodegradable, pero se va fragmentando en microplásticos que contaminan el medio ambiente y pueden impactar en la salud de las personas.

Por supuesto, los economistas circulares sabemos que los envases reutilizables son óptimos en numerosas aplicaciones, especialmente cuando los ciclos logísticos son favorables y los envases están diseñados para durar, y con materiales reciclables. Yo mismo utilizo envases reutilizables casi a diario para ir al mercado, como hacían nuestros abuelos. Habrá sin duda rutas logísticas en las que las cajas reutilizables tengan ventajas, pero las cosas no son tan sencillas. Generalizar estas ventajas ambientales a contextos diversos, como nuestro sector exportador, puede generar consecuencias aberrantes. Imponer, a golpe de decreto, una solución como la única válida, parece la peor manera de fomentar el reúso, especialmente si se hace a costa del material más renovable, biodegradable y reciclable.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

¿Cómo escapar de pensar dentro de una caja?

Podríamos decir sin exagerar que el afán por aplicar recetas fáciles en un mundo cada vez más complejo es una de las razones del fiasco global de nuestras políticas ambientales. En el siglo XXI uno de los retos esenciales del ser humano es gestionar la complejidad exponencial de nuestros sistemas antropoterrestres. Para ello, deberemos usar cada vez más la ciencia y las nuevas tecnologías en la toma de decisiones que maximicen la eco-eficacia y la regeneración de nuestros sistemas vivos.

Realizar una transición acelerada hacia una economía circular es un reto tan ineludible como formidable. Si bien los gobernantes y legisladores están escuchando las campanadas, no siempre saben ni interpretarlas y menos traducirlas en el tipo de acciones que son necesarias. Su forma de pensar apenas ha evolucionado.

Debemos estar dispuestos a ayudar a las instituciones a adaptarse a la realidad de la economía circular

Esto es algo muy grave que nos compete a todos solucionar desde un espíritu riguroso, constructivo, abierto y colaborativo, asumiendo que nos toca hacer los deberes que nuestros gobernantes no quieren o simplemente no saben hacer. Instituciones académicas, expertos, certificadores, periodistas de investigación y otros miembros de la sociedad civil debemos estar dispuestos a ayudar a las instituciones a adaptarse a la realidad de la economía circular, haciendo una llamada a la unidad en torno al rigor científico y al pensamiento sistémico para resolver un reto medioambiental sin precedentes.

Ya hablemos de patinetes, vehículos eléctricos, carne, proteínas vegetales, cartón, plástico, o lo que sea, en economía circular lo importante no es lo que haces, sino cómo lo haces. De lo contrario, las pretendidas soluciones corren riesgo de convertirse en los nuevos problemas. En un mundo complejo, las recetas fáciles solo sirven para cocinar fracasos. Ya va siendo hora de no prestar tanta atención a intentar cambiar lo que la gente piensa, sino ayudar a cambiar cómo la gente piensa. La economía circular así lo exige, y las generaciones futuras lo agradecerán.

* Manuel Maqueda es profesor de economía circular aplicada en la Universidad de Harvard

La economía circular está en boga por lo que, gobernantes y legisladores, están tomando creciente interés en el tema. En principio, esto es una excelente noticia. Sin embargo, los mitos, los malentendidos y las recetas fáciles en torno a ella amenazan con convertir los buenos augurios en un fiasco.

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