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Cómo tratar al gran oligopolio digital
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Manuel Escudero

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Cómo tratar al gran oligopolio digital

Estas empresas acumulan ya tal cantidad de datos respecto a sus miles de millones de clientes que tienen una ventaja inigualable, una situación de dominio en el mercado que no puede ser contestada por nuevos entrantes

Foto: Un almacén de Amazon. (Reuters/Francis Mascarenhas)
Un almacén de Amazon. (Reuters/Francis Mascarenhas)

Las cinco empresas “Big Tech”, - Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet (Google) y Meta (Facebook) -, están creciendo de modo exponencial, del mismo modo que lo hacen también Huawei y Alibaba, en China. Google realiza 9 de cada 10 búsquedas en Internet en todo el mundo. Meta tiene más de dos mil millones de usuarios. Entre las dos controlan más de la mitad de la publicidad mundial online. Apple tiene el 80% del mercado mundial de aplicaciones, de apps. Amazon captura cada segundo dólar que se gasta online en los EEUU. Todos estos son datos, estupendamente sintetizados en un brillante artículo que ha inspirado esta reflexión (A Big Choice for Big Tech: Share Data or Suffer the Consequences, by Viktor Mayer-Schönberger and Thomas Ramge September/October 2018) y que nos hablan de un éxito espectacular de las grandes empresas tecnológicas.

Si estas empresas han crecido exponencialmente es porque nos aportan muchos beneficios a millones de usuarios: compramos rápidamente lo que más se adapta en el mercado a nuestras preferencias y nos lo entregan en el lugar y momento más conveniente para nosotros. Cualquier información que necesitemos, cualquier dato de referencia que podamos precisar, se encuentra, como mucho a dos “clicks” de distancia en nuestro ordenador, gracias a esas empresas. Adquirimos todos los artilugios virtuales que nos hagan fácil la vida, desde un GPS que nos conduce con seguridad y minimizando los atascos a cualquier sitio, lo conozcamos o no, hasta un monitor que nos asesora respecto a nuestros hábitos de salud. Tenemos en nuestro móvil todo lo que podamos precisar: radio, videocámara, grabación de audio, toda la música del mundo, todos los vídeos del mundo, todos los discos del mundo, lupa, linterna, banca electrónica, medios de pago, juegos, pasatiempos, “podcast” de todo lo que nos apetezca escuchar, y el móvil nos da consejos médicos, puede hacer electros o medir el oxígeno en la sangre…

Estas empresas son mercados globales en los que también venden los productos y servicios muchas otras empresas

Pero no todo son beneficios, ni para nosotros, ni para el resto del mercado, por varias razones. Estas empresas acumulan ya tal cantidad de datos respecto a sus miles de millones de clientes que tienen una ventaja inigualable, una situación de dominio en el mercado que no es previsible pueda ser contestada por nuevos entrantes.

Esa posición de dominio se refuerza incesantemente a sí misma por dos razones añadidas. Por un lado, porque no solo acumulan una ingente cantidad de datos sobre los gustos, preferencias, hábitos y apetencias de sus clientes, sino que lo hacen además mediante algoritmos que aprenden a ir un paso por delante en nuestros gustos y posibles preferencias: de este modo cuanto más compramos a estas empresas, más conocen de nosotros a través de sus algoritmos y más nos fidelizan. Por otro lado, porque estas empresas son, además, mercados globales en los que también venden los productos y servicios muchas otras empresas, cuyos datos también van a parar a manos de las grandes tecnológicas.

¿Cómo hacemos desaparecer estos peligros potenciales de dominio, centralización del mercado y fomento raquítico de la innovación?

Debido a estas características nos encontramos con una situación de monopolio u oligopolio que, aunque ha nacido de la innovación, sin embargo, en vez de ir desapareciendo atemperado por la adopción de esas innovaciones por la competencia (como nos enseñó Schumpeter que debería pasar con las rentas de monopolio ocasionadas por la innovación), tenderán a reforzarse en el futuro de modo creciente en su posición de dominio en el mercado.

Y de ahí nacen varios problemas: además de esa situación de dominio en el mercado, se está ocasionando una centralización excesiva de la producción, que puede dar lugar a fallos sistémicos (fallos que se evitan en los mercados donde existe competencia y que son, por definición, descentralizados), y, por otro lado, se da una menor tensión de progreso basado en innovaciones que puedan surgir y prosperar fuera de estas grandes empresas.

El problema así planteado consiste, por lo tanto, en responder a la pregunta de ¿cómo hacemos desaparecer estos peligros potenciales de dominio, centralización del mercado y fomento raquítico de la innovación? Una respuesta que viene a la cabeza de modo inmediato es plantear el despiece de estas grandes empresas tecnológicas en unidades menores, como ya ocurrió en el pasado con Standard Oil o con AT&T.

Pero yo pienso que esa no es la mejor alternativa

La economía digital, por definición, opera a través de unidades que tienden a aumentar su tamaño: la información, las plataformas y los datos digitalizados son por naturaleza a-espaciales, no necesitan un ámbito geográfico concreto ni se detienen en las fronteras, se basan en economías de red (cuantos más miembros tiene la red más útil es a cada uno de sus miembros) y tienden a reforzarse a través de algoritmos inteligentes que van fidelizando a más y más clientes potenciales.

Foto: Foto: EFE/Sergey Dolzhenko.

Si se despiezan estas empresas los servicios que realizan y que son tan beneficiosos para los ciudadanos sufrirán un retroceso. Además, la solución será temporal porque, tarde o temprano, algunas de las empresas despiezadas volverán a copar los mercados y volverán a tener una situación de dominio. Y por último, una solución de este tipo supone un coste político muy alto, debido a la naturaleza imperativa que los poderes públicos habrían de ejercer para forzar la aplicación de dicha solución.

Hay otra alternativa mejor

Los datos digitalizados hoy ya no solo son un input para la producción, lo son para el diseño, para el marketing, para el I+D, para la comercialización, en definitiva, para toda la cadena de valor. Dicho de otro modo, los datos digitalizados son la nueva infraestructura en la base de los negocios. Los datos hoy son como las redes físicas de telecomunicaciones hace unas décadas: las redes físicas estaban en manos de unas operadoras y solamente de ellas. Y como entonces, ahora también probablemente la mejor solución para despojar a las grandes tecnológicas de su poder y dominio de mercado sin que se resientan sus actividades, es hacer accesible esa infraestructura, la infraestructura de datos acumulados por las grandes tecnológicas, a las empresas que los necesiten para sus propios negocios.

Foto: Foto: EC.

El principio que invoco y que defiendo es hacer posible el acceso a los grandes bancos de datos, acumulados por las grandes tecnológicas, al resto de los agentes económicos que lo precisen, por supuesto de modo anonimizado y regulado.

Existe, en el caso español, ya un precedente. Porque eso fue exactamente lo que se hizo con Telefónica, cuando pasó de ser la empresa monopolista propietaria de la red física de telecomunicaciones a que esa red, y más precisamente, toda su obra civil, fuera utilizada por varias nuevas operadoras. O es lo mismo que se ha hecho con la red de transportes ferroviarios y la posibilidad de que discurran por ella trenes de diferentes empresas.

Nos encontramos al comienzo de tres transiciones, -la digital, junto a la ecológica y la demográfica-

Cómo se puede regular ese acceso universal, si va a ser por decreto, de modo ilimitado o con límites claros, dada la naturaleza de las actividades, con qué tipo de obligatoriedad, para qué tipos de empresas, etc., son materias sobre las que diseñar políticas futuras. Pero habrá que hacerlo de modo inevitable para salvar a la economía del poder excesivo de las empresas tecnológicas, su alta centralización y el freno que pueden ir suponiendo respecto a la innovación.

Nos encontramos al comienzo de tres transiciones, -la digital, junto a la ecológica y la demográfica-, que van a entrañar en su recorrido diversos y variados pulsos de poder. En ellos el objetivo de un partido socialdemócrata reformador no será nacionalizar todo lo que se le resista, sino pactar con firmeza para que los poderes económicos privados se vean forzados a alinearse con el bien común, de modo que la transición ni se retrase ni se desvíe. Esa es la tarea de la que no cabe huir pues si por algo se ha de distinguir la nueva socialdemocracia es porque, más allá de la pura gestión, se afana por lograr reformas necesarias.

*Manuel Escudero es economista, embajador de España ante la OCDE y autor de “Nueva socialdemocracia”.

Las cinco empresas “Big Tech”, - Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet (Google) y Meta (Facebook) -, están creciendo de modo exponencial, del mismo modo que lo hacen también Huawei y Alibaba, en China. Google realiza 9 de cada 10 búsquedas en Internet en todo el mundo. Meta tiene más de dos mil millones de usuarios. Entre las dos controlan más de la mitad de la publicidad mundial online. Apple tiene el 80% del mercado mundial de aplicaciones, de apps. Amazon captura cada segundo dólar que se gasta online en los EEUU. Todos estos son datos, estupendamente sintetizados en un brillante artículo que ha inspirado esta reflexión (A Big Choice for Big Tech: Share Data or Suffer the Consequences, by Viktor Mayer-Schönberger and Thomas Ramge September/October 2018) y que nos hablan de un éxito espectacular de las grandes empresas tecnológicas.

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