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Del amor al engaño: el gran error de las contraseñas Netflix
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Marta García Aller

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Del amor al engaño: el gran error de las contraseñas Netflix

El problema no está en compartir la contraseña, sino en haberle recordado a muchas personas que hace tiempo que no ven Netflix que continuaban pagándolo

Foto: Foto: EFE/Sedat Suna.
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Ay del día que cada hijo vaya con su padre y cada duro a su bolsillo. Más que un refrán es una distopía. Una con la que mi abuelo se divertía pensando en el caos que supondría que el mundo se pusiera en orden de repente. Y es lo que le puede pasar a Netflix. Ay del día en el que cada contraseña vuelva con su dueño.

El plan de Netflix para evitar que los usuarios compartan contraseñas fuera del hogar seguramente marque el fin de una era. La era en la que Netflix molaba. Es probable que la plataforma de streaming no haya calculado del todo bien el riesgo de acabar con una práctica que antes incentivaba. Hace no mucho que Netflix se promocionaba diciendo que “amor es compartir la contraseña”. Y lo era. Ahora lo llama robar.

Foto: Nuevas reglas de Netflix: cómo cancelar tu suscripción y darse de baja sin que te cobren otro mes (Fuente: iStock)

Compartir contraseñas en la era del streaming no solo era un modo de ahorro de costes, también un bonito e incluso arriesgado gesto de complicidad. Y como en tiempos del amor líquido escasean las certezas, normal que desde que el miércoles Netflix anunció que solo podrán compartir cuenta los que vivan bajo el mismo techo todo sean quejas, dudas y bajas.

Con su intento de convencernos de que un hogar es una IP, Netflix ha roto la magia de su propio símbolo y enfadado a mucha gente. ¿No eran las contraseñas cuestión de amor? Qué tendrán que ver con el padrón. Hay íntimos a miles de kilómetros compartiendo sus series favoritas y gente bajo el mismo techo que comparte más apellidos que palabras.

Normal que sea un lío. Las contraseñas compartidas están por todas partes. Funcionan igual como el último cordón umbilical de los recién emancipados que como el primer paso de que un noviazgo va en serio. Hay contraseñas compartidas en casa de los ex de las que nadie ha reclamado ahora su custodia y otras que se van de erasmus. ¿Qué es un hogar? ¿Una IP? Era mejor eslogan el amor.

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Según la empresa, hay más de 100 millones de hogares que comparten sus cuentas, lo que ha reducido su capacidad de invertir en la creación de grandes historias de la máxima calidad. Pero puede que ese sea el mayor error de todos. Creer que el problema está en compartir la contraseña, cuando el problema es haberle recordado a mucha gente que hace tiempo que no ve Netflix que lo seguía pagando.

Hace no tanto que cuando la plataforma de streaming salía en una conversación era para comentar una de sus series. Netflix empezó a dominar la conversación con producciones originales como “House of cards” u “Orange is the new black”. Siguió con “Stranger Things”, “La Casa de Papel” y “The Crown”. A falta de nuevos hits, eso pasa cada vez menos. Es el resultado de que el gigante del streaming produzca una variedad interminable de contenido del que nadie habla.

Es el resultado de que el gigante del streaming produzca una variedad interminable de contenido del que nadie habla

Ahora Netflix espera que poniendo coto a las contraseñas compartidas remonten las suscripciones porque hace tiempo que se han ralentizado. Es más fácil culpar a las cuentas compartidas de quienes se ahorran unos euros al mes que a la falta de contenidos originales nuevos que enganchen lo suficiente para que apetezca nuevas altas.

Pero si en vez de hablar este fin de semana de Netflix para comentar la última serie que cada uno está viendo la conversación es sobre el jaleo de tarifas y las contraseñas compartidas, tiene pinta que el problema que tiene la compañía no está en las contraseñas, sino en la falta de nuevos contenidos por los que apetezca suscribirse.

Ay del día que cada hijo vaya con su padre y cada duro a su bolsillo. Más que un refrán es una distopía. Una con la que mi abuelo se divertía pensando en el caos que supondría que el mundo se pusiera en orden de repente. Y es lo que le puede pasar a Netflix. Ay del día en el que cada contraseña vuelva con su dueño.

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