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Hidrógeno verde: ¿'Hype'? ¿Moda pasajera? ¿Dónde estamos con el hidrógeno verde?
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Hidrógeno verde: ¿'Hype'? ¿Moda pasajera? ¿Dónde estamos con el hidrógeno verde?

Los medios de comunicación se han hecho eco de la futura economía en la cual el hidrógeno podría sustituir al gas natural para generar calor industrial

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En la última década, se ha visto un crecimiento rápido de la concienciación acerca del reto climático en nuestras sociedades. También se han multiplicado las respuestas políticas para hacer frente a la amenaza del calentamiento global, con los objetivos del Acuerdo de París, que busca limitar el calentamiento debajo de los 1,5 °C como referencia.

Entre las iniciativas políticas que buscan descarbonizar nuestras economías, una de las que más han copado los titulares y la atención del público ha sido, sin duda, el desarrollo del hidrógeno verde. Los medios de comunicación se han hecho eco de la futura economía en la cual el hidrógeno podría sustituir al gas natural para generar calor industrial, calentar nuestros edificios, o para almacenar electricidad.

El motivo es que el hidrógeno tiene una característica muy interesante: es un vector energético que puede generar calor (por combustión) o electricidad (a través de una pila de combustible) sin que se genere ningún tipo de gas de efecto invernadero. Esa especificidad hace que a menudo se presente como la solución definitiva para librar al mundo de las emisiones de CO₂. Este hype ha sido alimentado tanto por los gobiernos —que han establecido estrategias H2 cada vez más ambiciosas— como por las empresas del sector energético, que ven en el hidrógeno un nuevo negocio apto para un futuro descarbonizado.

Sin embargo, desde finales de 2023 se nota un creciente escepticismo en el mercado acerca de la capacidad real de nuestras economías para producir, transportar y consumir tanto hidrógeno en los plazos contemplados por la Unión Europea, los gobiernos y las empresas del sector.

Hidrógeno renovable a gran escala

El hidrógeno está disponible en la naturaleza en cantidades muy limitadas (se habla de hidrógeno "blanco"), y, por tanto, se tiene que producir a partir de otras fuentes. La demanda existente de hidrógeno —la cual se concentra en el refino, en la industria química, en la producción de fertilizantes y de acero— se suministra en su gran mayoría con hidrógeno gris, que se obtiene rompiendo moléculas de gas natural, un proceso que genera grandes cantidades de CO₂.

En un mundo descarbonizado, tanto la demanda existente de hidrógeno como los nuevos usos de este gas, se tendrán que abastecer con hidrógeno verde o renovable, es decir producido por electrólisis del agua con electricidad renovable, o hidrógeno azul, producido con gas natural pero almacenando el CO₂ generado en el suelo.

El Gobierno de España, en la última revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima o PNIEC fija como objetivo alcanzar 11 GW de capacidad de electrólisis instalada en 2030 para producir cerca de un millón de toneladas al año de hidrógeno renovable en el país. Los expertos coinciden en que este objetivo, muy ambicioso, será muy difícil alcanzar por varias razones:

  • Incorporar una capacidad de electrólisis de tal magnitud en el sistema eléctrico requiere desarrollar una importante capacidad renovable dedicada (y las redes eléctricas correspondientes), adicional a la que requieren los objetivos de electrificación y de descarbonización de la economía del país.
  • Hasta la fecha, en el mundo occidental no se ha conseguido poner en marcha plantas de electrólisis de más de 30 MW de capacidad, y los retos para hacer funcionar mega plantas de H2 de más de 200 MW son enormes; y son necesarias para alcanzar el objetivo de 11 GW.
  • La financiación de los proyectos de electrólisis es otro reto mayúsculo. Por un lado, estas plantas son muy intensivas en capex, cerca de 2 millones de euros por MW instalado, lo cual significa que una mega planta de 500 MW puede rondar una inversión de 1.000 millones de euros. Por otro lado, son proyectos industriales que tienen una gran complejidad técnica, muy superior a la de las plantas eólicas o solares.
  • Además el hidrógeno verde es caro, los proyectos más avanzados alcanzan un precio final por encima de €5/kg o €150/MWh, cuando el hidrógeno gris cuesta €1,5/kg y el gas natural €30/MWh. Por esa razón, el hidrógeno verde no tiene sentido económico sin una regulación que ayude a impulsarlo a través de ayudas a la producción o a la demanda.

La demanda de hidrógeno renovable

En la Unión Europea, la forma de incentivar el desarrollo del hidrógeno se contempla a través la combinación de:

  • Unas metas regulatorias vinculantes (“binding”) para la penetración del hidrógeno renovable. La última revisión de la Directiva Energía Renovable (RED III) fija como objetivo para 2030 que las industrias que consumen hidrógeno tengan como mínimo un 42% de H2 renovable en su portfolio; también obliga a que el sector transporte use en 2030 un mínimo de 1% de hidrógeno renovable y sus derivados entre los fueles, con subobjetivos de hasta 1,2% en el sector marítimo y 1,5% en la aviación. No alcanzar dichas metas debería generar penalizaciones.
  • Unos subsidios al Capex o a la producción del hidrógeno, a través de subastas, por ejemplo.

Por eso es muy probable que, en esta década, la demanda de hidrógeno renovable se materialice principalmente en las industrias que ya consumen H2 (fertilizantes, química, acero, refino) y en el sector transporte, que son los sectores en los que la regulación europea busca provocar el cambio.

Hay menos hype, pero tiene el futuro asegurado

Las dificultades que han encontrado muchos proyectos de H2 renovable para avanzar en su desarrollo, debidas tanto a la complejidad de producir H2 renovable a gran escala como al número reducido de industrias/sectores realmente capaces de (o incentivados para) comprar H2 renovable, han hecho que una ola de escepticismo se haya instalado en el sector.

No obstante, muchos observadores coinciden en que este menor entusiasmo generalizado en torno al H2 verde es muy sano porque permitirá al sector centrar sus esfuerzos en las prioridades fijadas por la regulación: descarbonizar el consumo existente de hidrógeno y usar el hidrógeno verde como vector de descarbonización para el sector del transporte. Además, debería ayudar también a que el esfuerzo de financiación pública se dirija hacia los proyectos más competitivos económicamente y maduros técnicamente.

Si bien muchas de las metas políticas para el desarrollo del hidrógeno verde para 2030 parecen difícilmente alcanzables (la primera, el objetivo de RePower EU de producir 10 millones de toneladas en Europa, e importar otros 10 millones), no cabe la menor duda de que en los próximos años proyectos a gran escala verán la luz.

*Dorian de Kermadec es managing director de Asesoramiento ESG en BBVA CIB

En la última década, se ha visto un crecimiento rápido de la concienciación acerca del reto climático en nuestras sociedades. También se han multiplicado las respuestas políticas para hacer frente a la amenaza del calentamiento global, con los objetivos del Acuerdo de París, que busca limitar el calentamiento debajo de los 1,5 °C como referencia.

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