Tribuna
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Banco de España: otra institución contaminada
Pasar de un día para otro de ser miembro de un Gobierno y tomar decisiones políticas a ser máxima autoridad económica de una institución que debe actuar con independencia es algo imposible
Uno de los déficits que lastran la calidad de nuestra democracia, es la contaminación de las instituciones. Esto no es algo solo de ahora, pues lleva tiempo instalándose en la forma de proceder de los dirigentes de los partidos, in crescendo y que, en determinados casos, se revela como algo patológico.
Tenemos ahora el disparate de que sea nombrado gobernador del Banco de España alguien que transita sin ninguna pausa a desempeñar dicho cargo desde su asiento del Consejo de Ministros. Allí ha estado cuatro años, José Luis Escrivá, siempre en primera línea, y no ha tenido reparo en actuar con vehemencia en todo momento. Su cualificación técnica está fuera de duda, pero pasar sin un pequeño paréntesis de un puesto muy político de alto nivel a ser la máxima autoridad monetaria del país, que se supone ha de ser independiente, es algo impresentable e indefendible.
Esta lacra de okupar las instituciones por personajes políticos es algo, decía, que lleva dos décadas produciéndose y han sido los dos principales partidos quienes la han utilizado, PSOE y PP. El Tribunal Constitucional, el CGPJ, el Defensor del Pueblo, el Consejo de Estado y el Tribunal de Cuentas, por mencionar solo las recogidas en la Constitución, son manifestación de ese deterioro. Pero lo cierto es que eso ha ido a más.
En los seis años de gobierno de Pedro Sánchez, esta “colonización" se ha incrementado sin recato. Tanto admitiendo del PP algunos nombres muy contaminados políticamente como por otros propuestos por él y su partido, el PSOE. Embajadores políticos sin mérito alguno, exministras nombradas consejeras de Estado a perpetuidad, directivos en RTVE cuyo mérito es el carnet de militante, la esperpéntica presencia de un activista político como Félix Tezanos en el CIS entre otros casos revelan la actitud que tiene el actual presidente de Gobierno.
Quien ha ejercido en estos seis años anteriores, Hernández de Cos, era una propuesta pactada entre ambos partidos, siendo el candidato del PP. Técnico muy cualificado, fue muy duro con el Gobierno progresista, actuando con unas ideas de ortodoxia casi ultraliberal. Sin embargo, no estaba marcado por su pasado ni remoto ni inmediato. Desde su enfoque ejerció con independencia su cargo, algo que no podrá hacer Escrivá, pues es muy deudor del apoyo incondicional del presidente Sánchez.
Es un gran error su nombramiento, pues deteriora la institución que va a presidir y, particularmente, la imagen de esta. Además, su trayectoria como devorador de funcionarios cualificados y colaboradores por los dos ministerios que ha pasado, tendrá que moderarse mucho. El Banco de España no es un cortijo, pues tiene sus reglas y personas y departamentos de alto valor donde comportamientos prepotentes no tienen hueco.
Llegó antaño a trabajar en él, como técnico en el Servicio de Estudios, pero no había sido aún el potente ministro al servicio de un proyecto político. No por eso queda nadie estigmatizado, pero pasar de un día para otro de ser miembro de un Gobierno y tomar decisiones políticas a ser máxima autoridad económica de una institución que debe actuar con independencia es algo imposible.
Con esmero, los medios oficiales y afines se han hecho eco de lo que consideran precedentes, pero no valen en modo alguno. La comparación con Luis de Guindos como vicepresidente de una institución relevante comunitaria para la que fue nombrado por el Consejo Europeo, no tiene un pase. Tampoco la invocación de casos menores en algún país aislado vale, pues en ningún Estado europeo medianamente fuerte esto se produce. Pero el problema es que aquí, esta captación y neutralización de instituciones de alto asesoramiento o control es algo que está manchando nuestra democracia y esto parece que a ninguno, ni al PSOE ni al PP les preocupa.
La estética es importante y no puede entenderse que es solo la imagen de Pedro Sánchez contemplándose al espejo, pues esa belleza debe ser reconocida por todos más que por uno mismo y es algo más que la apariencia. La belleza interior, en este caso, no existe.
*Jesús López-Medel, abogado del Estado. Autor del libro 'Calidad democrática. Partidos voraces, instituciones contaminadas. 1978-2024'.
Uno de los déficits que lastran la calidad de nuestra democracia, es la contaminación de las instituciones. Esto no es algo solo de ahora, pues lleva tiempo instalándose en la forma de proceder de los dirigentes de los partidos, in crescendo y que, en determinados casos, se revela como algo patológico.