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¡Cuidado, Trump, con lo que deseas!

Trump desconoce o prefiere desconocer la realidad subyacente: que EEUU vive por encima de sus posibilidades. A eso responde la acumulación de desequilibrios fiscales y comerciales más de dos décadas

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Aaron Schwartz)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Aaron Schwartz)

Una semana trepidante en el noticiario internacional ha tenido como protagonista, cómo no, al recién elegido presidente de los EEUU, Trump. Arrancó con la amenaza de aranceles del 25% a sus socios norteamericanos, Canadá y México. Los puso luego en suspenso un mes, pendientes del cumplimiento de una serie de requisitos. A China le aplica un arancel del 10% que se une a los de la legislatura anterior y la negociación queda pendiente. Y a Europa le toca el turno las próximas semanas. El presidente sigue obsesionado por los déficits comerciales y la idea de que el resto del mundo se aprovecha de EEUU. El pensamiento es de brocha gorda. Desconoce o prefiere desconocer la realidad subyacente: que EEUU vive por encima de sus posibilidades. A eso responde la acumulación de desequilibrios fiscales y comerciales más de dos décadas. ¿Y quién se lo financia? Ese mismo resto del mundo al que pretende extorsionar, un juego a la larga peligroso. Una pauta recurrente del modus operandi presidencial, impredecible, confrontacional, puede poner en cuestión el privilegio exorbitante del dólar que es precisamente el corolario de esos déficits.

A la hora de calificar la imposición unilateral de aranceles, las editoriales de los periódicos de negocios internacionales mejor reputados- el WSJ, el FT o Bloomberg- no han escatimado: “La más estúpida de las guerras comerciales”. No es para menos, pues se tira por la borda todo el fundamento económico financiero que ha forjado la globalización estos últimos 70 años y que hunde sus raíces con los padres del liberalismo económico, Adam Smith y Ricardo. Y sus réditos en forma de cadenas de valor eficientes, especialización comparativa por países y menores precios para todos. La consistencia intelectual no es un fuerte en las propuestas populistas de solución fácil. No se trata de “liberalismo”, sino de su mismísima antípoda, el nacional populismo. Un debate abierto sobre aranceles con Milei, otro exponente del mismo espectro ideológico, sería cuando menos entretenido.

Vivir por encima de las posibilidades y a base de crédito es muy consustancial a la cultura financiera americana. Y algo constatable por ecuaciones matemáticas. Consumir por encima de lo que se produce. EEUU constituye el 30% de consumo global frente al 15% de producción industrial. O invertir por encima de lo que se ahorra- apenas un 4% de tasa de ahorro privado. Estos hechos tienen su correlato final en un déficit por cuenta corriente del 5-6% y un déficit fiscal presupuestario del 6-7%. Si, por un lado, la agilidad en la movilización de recursos y la propensión al riesgo son algo meritorio y digno de replicación por estos lares, conviene no obviar los límites sobre los que opera el crédito que extiende el resto del mundo.

La combinación de déficits por cuenta corriente y fiscales presupuestarios perpetuados en el tiempo es ciertamente extraordinaria. Ante una coyuntura similar, el mercado induciría una depreciación secular de la moneda que tendería a reducir naturalmente esos déficits tan deplorables que denuncia el Sr. Trump. Pero el dólar hace acopio de su privilegio desorbitante como moneda de reserva global: la demanda de dólares y de activos denominados en dólares es insensible a esos fundamentales. El dólar está así sistemáticamente sobredemandado. Si además computamos una economía sobreestimulada el último quinquenio, fiscal y monetariamente, tanto más para explicar la absorción de capital del resto del mundo. Así, por ejemplo, el valor de su mercado bursátil frente al total global es ahora un 70%, máximo histórico, y casi 3 veces el peso relativo de su economía frente a la global.

La cooperación internacional forjada durante décadas que está detrás de los enormes beneficios de la globalización para generaciones, ha tenido como piedra fundacional ese orden internacional basado en reglas. Justo el que aporta la predictibilidad y estabilidad que necesita el capital para invertir a medio y largo plazo. —¡América ya era Grande!— Con independencia de cómo le resulten a Trump la extorsión a base de aranceles, el socavamiento de la garantía de un marco institucional idílico para los negocios, arriesga en grado sumo la percepción de su papel en el mundo. No sólo es antagonizar al resto, que obviamente responde. En última instancia, es poner en peligro ese privilegio exorbitante del dólar, la financiación de esos déficits públicos y comerciales de carácter estructural. Muchísimo cuidado con lo que deseas.

Quedamos pendientes de la batalla con Europa con la cual tienen un déficit comercial de algo más de 200.000 millones de dólares (aunque superavitaria en servicios). Veremos si Trump trata a la UE como un todo o escora por la estrategia de división focalizando el tiro en algunos de sus miembros. En cualquier caso, la UE ya ha declarado su intención de replicar con medidas proporcionales a la dimensión del ataque comercial. Es en el sector tecnológico donde la UE cuenta con un frente enorme de valor expuesto a nuestro mercado de 450 millones de consumidores. Además, se han adelantado posibles concesiones en forma de mayores compras de gas licuado o armamento. La pauta conductual del presidente revela la necesidad de encumbrar su imagen de deal maker con algo que esgrimir como victoria.

Desmitificar populismos de toda guisa exige atenerse a la realidad y confrontar los hechos, porque estos perduran con independencia de la valencia emocional que nos susciten. La asignatura pendiente americana es la fragilidad subyacente a todo su predicamento económico financiero encapsulado en esos déficits. Y el riesgo que toma renegando del papel de garante de un sistema económico financiero internacional que ha confeccionado a su medida. La de Europa, la arrastramos desde la crisis del euro y tiene su expresión en el polo contrario: la falta de asunción de riesgo a la hora de atajar el diagnóstico concurrente y secular de los informes Draghi y Letta: fragmentación. Lo que nos dejamos por hacer entonces, compartición de riesgos sin vuelta atrás, que ahora nos compele a pensar en “autonomía estratégica” u orientarnos con “Brújulas de Competitividad”. Ahora por fin, hay un plan, una dirección, un propósito, un sentido por ejecutar.

*Fernando Primo de Rivera, autor de La economía que viene… (Editorial Arzalia).

Una semana trepidante en el noticiario internacional ha tenido como protagonista, cómo no, al recién elegido presidente de los EEUU, Trump. Arrancó con la amenaza de aranceles del 25% a sus socios norteamericanos, Canadá y México. Los puso luego en suspenso un mes, pendientes del cumplimiento de una serie de requisitos. A China le aplica un arancel del 10% que se une a los de la legislatura anterior y la negociación queda pendiente. Y a Europa le toca el turno las próximas semanas. El presidente sigue obsesionado por los déficits comerciales y la idea de que el resto del mundo se aprovecha de EEUU. El pensamiento es de brocha gorda. Desconoce o prefiere desconocer la realidad subyacente: que EEUU vive por encima de sus posibilidades. A eso responde la acumulación de desequilibrios fiscales y comerciales más de dos décadas. ¿Y quién se lo financia? Ese mismo resto del mundo al que pretende extorsionar, un juego a la larga peligroso. Una pauta recurrente del modus operandi presidencial, impredecible, confrontacional, puede poner en cuestión el privilegio exorbitante del dólar que es precisamente el corolario de esos déficits.

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