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Paz, guerra y chips: geotecnología del sistema global
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Gerardo del Cerro Santamaría

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Paz, guerra y chips: geotecnología del sistema global

Los gobiernos tienen un interés geopolítico directo en supervisar y regular (e incluso en diseñar estratégicamente) la orientación de la industria tecnológica, particularmente en relación con la defensa y la seguridad nacional

Foto: Dos miniaturas de trabajadores se encuentran junto a la bandera de China y unos semiconductores. (Reuters)
Dos miniaturas de trabajadores se encuentran junto a la bandera de China y unos semiconductores. (Reuters)

La tecnología —la capacidad de innovación en tecnología avanzada, más precisamente— juega ya un papel geopolítico del mismo nivel de importancia que cuestiones como el comercio o las alianzas militares. De hecho, es ya la nueva moneda de cambio del poder y la prosperidad económica.

Además de entrar rápidamente en el campo de batalla (guerra cognitiva y confrontación sistémica), las tecnologías avanzadas también están causando tensiones a escala global. Las redes de suministro globales y los flujos de datos están siendo reconfigurados por los gobiernos que utilizan la política industrial, las restricciones a la exportación y la inversión y las barreras comerciales en su búsqueda de una mayor ventaja tecnológica y autonomía estratégica.

Esta creciente relevancia de la tecnología avanzada —y particularmente de la IA— en los asuntos económicos y políticos globales puede expresarse mediante la idea de "poder de innovación", que definimos como la capacidad de los estados y naciones soberanos, y otras entidades sub y supra nacionales, de aprovechar y diseñar estrategias de innovación tecnológica para promover objetivos económicos domésticos, proyectar poder en el exterior y seguir siendo competitivos en la carrera tecnológica internacional.

En una próxima publicación explico cómo el liderazgo actual de los EEUU en innovación tecnológica y su "poder de innovación" se basan en el espíritu emprendedor urbano-regional, en la expansión de lo que he llamado "régimen urbano de IA" y en la movilización estratégica de esas capacidades a través de políticas federales adecuadas.

Foto: Vista de aérea de la planta de Kumamoto. (Reuters/Kiodo)

Un ejemplo reciente es la ley CHIPS and Science de Biden (2022), que tiene como objetivo atraer la fabricación de microchips a Estados Unidos después de varias décadas de deslocalización y reducir la dependencia de los fabricantes taiwaneses. La inversión total es de 380.000 millones de dólares, con la mayor parte del gasto hasta 2030. Construir una fab (una planta de fabricación de semiconductores) de última generación puede superar los 30.000 millones de dólares, y diseñar un solo chip cuesta cientos de millones. Intel ha recibido 8.500 millones de inversión pública directa para sus proyectos a través de la ley, y la taiwanesa TSMC recibió 6.500 millones para sus nuevas fabs de Arizona, en las que la inversión total de la empresa es de 65.000 millones. A pesar de la amenaza china, TSMC no busca trasladar toda la producción y el talento a EEUU, al menos de momento.

China pretende "reunificarse pacíficamente" con Taiwán y persigue este objetivo fomentando el cambio político interno en la isla, incluso mediante amenazas de bloqueo, compromisos económicos y captura de la élite taiwanesa. Esta ambición china amenaza directamente al sistema global, puesto que la fabricación de chips es una industria geoestratégica clave de la que dependen otras industrias de fabricación avanzada, también la IA, y las cadenas de suministro globales dependen de la producción taiwanesa de semiconductores. Estas implicaciones sistémicas intensifican las ambiciones de anexión chinas: unificamos la patria y, de paso, desorganizamos los sistemas industriales, tecnológicos y económicos de los adversarios.

Foto: Una de las máquinas de ASML. (Reuters)

Xi Jinping puede buscar la reunificación a través de una serie de medios no militares. A principios de 2024, el Ministerio de Seguridad chino publicó un artículo titulado La espada de la ley antisecesión pende en lo alto. Ese artículo destacaba la relevancia de la "Ley Antisecesión" de China de 2005 como solución a cualquier posible intento de independencia de Taiwán. Según el argumento del Gobierno chino, la ley establece una base legal y un mecanismo para que las fuerzas pro-China se activen en Taiwán en caso de que "elementos independentistas de Taiwán crucen la línea roja". El artículo explica cómo fomentar las tensiones políticas internas en Taiwán y cómo el PCC puede detener a los líderes independentistas taiwaneses.

En paralelo con la campaña de guerra jurídica reflejada en ese artículo, Pekín usa su habilidad política y económica para acercar a Taiwán al continente. La estrategia se centra en abrir completamente el mercado a las empresas taiwanesas de una manera que permita que las dos partes construyan conjuntamente una cadena industrial completa en la que China dominaría los segmentos de menor valor añadido y Taiwán cubriría el diseño y la fabricación de chips de alta gama a través de TSMC.

A la vista de todo esto, la posición dominante de TSMC en la cadena de valor de semiconductores no beneficia los intereses occidentales y el apoyo estadounidense al dominio global de TSMC parece hoy un error estratégico, a menos que vaya acompañado de un apoyo efectivo a Taiwán (no solo militar) y de una diversificación de las cadenas de suministro de semiconductores de Estados Unidos —ya sea mediante incentivos, créditos fiscales específicos, o mediante un escrutinio regulatorio (la controversia antitrust)— uno de los objetivos de la ley CHIPS and Science, que se revisará en función de los resultados.

Construir una 'fab' (una planta de fabricación de semiconductores) puede superar los 30.000 M de dólares, y un solo chip cuesta cientos de millones

El caso de TSMC, paradigmático en geotecnología, muestra que los gobiernos tienen un interés geopolítico directo en supervisar y regular (e incluso en diseñar estratégicamente) la orientación de la industria tecnológica, particularmente en relación con la defensa y la seguridad nacional. El recientemente anunciado Proyecto Stargate (una empresa conjunta de infraestructura de IA de 500.000 millones de dólares entre OpenAI, Oracle, SoftBank y MGX) recibe apoyo estratégico, beneficios fiscales y regulatorios del Gobierno federal, pero no financiación directa. En otros países vemos políticas de innovación "orientadas a la misión" (según la definición de Mazzucato) para comenzar a repensar el papel del Estado en la economía mediante la identificación de desafíos que requieren una transformación amplia y profunda de la gobernanza antes de definir políticas específicas.

Cualquier estrategia geotecnológica nacional se enfrentará al desafío de encontrar socios geopolíticos y formar alianzas basadas en la confianza y valores compartidos (¿una futura OTAN de ciencia y tecnología?). La intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China no beneficia a las partes ni al mundo. Estados Unidos puede perder una parte importante de los recursos de los que depende actualmente para la innovación (los está ya buscando, por ejemplo, "tierras raras" en Ucrania), mientras que China perdería el acceso a los mercados, necesario para su expansión.

Este espíritu competitivo se desarrolla en paralelo con el de la cooperación y colaboración internacionales entre gobiernos, empresas internacionales, academia, instituciones de investigación y organizaciones de la sociedad civil para facilitar el rápido desarrollo y el uso de aplicaciones de alta tecnología en todo el mundo, en particular la IA, y para crear un conocimiento común sobre los riesgos más graves y existenciales de la IA avanzada.

Foto: Fábrica de TSMC en Taiwán. (Getty/Annabelle Chih)

Por otro lado, en un contexto de experimentación de políticas después del neoliberalismo, un papel activo de los gobiernos en el apoyo a la innovación tecnológica también puede contribuir a generar políticas inclusivas. La pregunta fundamental es cómo diseñar políticas tecnológicas que canalicen parte de la enorme riqueza creada y por crearse como resultado de las estrategias de innovación de alta tecnología hacia un objetivo ampliamente beneficioso con efectos multiplicadores: crear un futuro más inclusivo.

El nuevo Zeitgeist geotecnológico es, en esencia, una estrategia de competitividad y poder territorial (tierra, mar, aire, espacio, ciberespacio, mente humana) que pivota a partir del poder de innovación en tecnología avanzada y que conlleva profundas consecuencias socioeconómicas. Moviliza redes de poder, influencia y acción, de información, de finanzas, de infraestructuras, de megaproyectos, y también de mercados, de cadenas de suministro, de acceso a la tecnología y de conectividad eficiente. Es acertado tratar de comprender, describir y explicar la geotecnología como un sistema complejo que, simultáneamente, habilita y restringe, de forma creciente y de maneras fundamentales, los vectores, las trayectorias, los actores y los procesos clave del sistema global.

*Gerardo del Cerro Santamaría reside en Nueva York desde 1992 y es U.S. Fulbright Fellow, profesor invitado en el MIT y miembro de la New York Academy of Sciences. Ha formado parte de la National Science Foundation, The Cooper Union for the Advancement of Science and Art (Manhattan) y Columbia University. Es autor de numerosas publicaciones académicas y, de próxima publicación, High-Tech Innovation Power: Urban-National Trajectories in the United States, en The Geopolitics and Geoeconomics of Technology. Concepts and Cases, editado por Mark Munoz, London: Routledge.

La tecnología —la capacidad de innovación en tecnología avanzada, más precisamente— juega ya un papel geopolítico del mismo nivel de importancia que cuestiones como el comercio o las alianzas militares. De hecho, es ya la nueva moneda de cambio del poder y la prosperidad económica.

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