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Tribuna
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Trump y la recesión que viene. Desidia o perfidia
La última traca del republicano en política arancelaria consuma el aislacionismo económico, revienta los réditos de un modelo de globalización forjado durante décadas y garantiza una recesión sobre los mercados de capital globales
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Hay tiempos en los que la Historia se hace en cuestión de días o semanas. Este es uno de ellos. El 'Día de la Liberación', la última traca de Trump en política arancelaria, consuma el aislacionismo económico, revienta los réditos de un modelo de globalización forjado durante décadas y garantiza una recesión con el consiguiente efecto depresivo sobre los mercados de capital globales. Una veta más de política tóxica que se añade a la virulencia de recortes presupuestarios (DOGE) o los de inmigración. Y a los ataques al imperio de ley y la seguridad jurídica: jueces, medios, universidades, abogacía, etc., que ponen en solfa la credibilidad del marco institucional americano como mejor riesgo soberano. Todo se sedimenta sobre una economía que sufre desequilibrios críticos y agotamiento por estímulos e incertidumbre. La detonación de esta guerra comercial podrá ser más o menos retardada según se negocie, pero es sistémica e irreversible. Y la preeminencia americana en los mercados financieros garantiza un agravamiento del contagio global.
Obligado denunciar el 'Trumpwashing', el blanqueamiento al que han estado sujetas estas políticas por la mayor parte de analistas, sobre todo bancos de inversión americanos, que son los que marcan la pauta a la industria de asesoramiento. Incluida la local, como dio prueba de ello este periódico la semana pasada, exponiendo un consenso institucional cuando menos complaciente. Los fondos alejan una recesión de EEUU, pero ven más gas en bolsa europea que en Wall Street. Es prácticamente seguro que las correcciones en el mercado habidas hasta la fecha, sean un mero aperitivo de lo que nos espera.
Cómo ha sido posible una receta de semejantes políticas en una coyuntura que exige el máximo cuidado, sólo se explica por el talante del personaje a la cabeza, un 'genio' de los negocios con varias quiebras inmobiliarias a sus espaldas. Y la servidumbre acrítica de un equipo que combina soberbia, 'hubris', codicia, desidia y, quién sabe, si hasta la perfidia más dolosa de un plan: que el resto del mundo pague sus excesos.
La expresión prodigada en mercados financieros, “excepcionalidad americana” (EA), nos viene perfecta para revelar en una película nítida la gravedad de qué se puede estar cociendo bajo esta administración tan esencialmente disruptiva. Así como en el plano geopolítico se ha socavado el orden internacional basado en reglas por el cual EEUU hacía de policía internacional liderando la OTAN y reventado el consenso occidental (Ucrania, Groenlandia, y lo que venga), así también, con la misma impudicia ejercen en el plano económico financiero, a base de proteccionismo y nacionalismo económico. El 'Día de la Liberación' constata que la política arancelaria siempre ha sido mucho más que un instrumento de negociación. Es un fin en sí mismo para subvertir el modelo de globalización. ¿Con algún propósito discernible?
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Recapitulemos: la EA describe la acumulación descomunal de ahorro internacional en sus mercados financieros, en máximos históricos. No se trata sólo de haber tenido el coste de capital casi a cero 15 años y el índice tecnológico Nasdaq en esteroides. Se trata sobre todo de lo que lo sustenta: el “privilegio desorbitante del dólar”, la acepción nuclear de la EA, por el cual el resto del mundo financia sus déficits públicos y comerciales y que permite a EEUU vivir por encima de sus posibilidades a un coste exiguo por debajo de lo que el mercado demandaría en cualquier otra jurisdicción. Cuando Trump se queja de que el resto del mundo se aprovecha de los EEUU, obvia esta realidad. ¡Cuidado, Trump, con lo que deseas!, titulamos un post reciente. Lo cierto es que todo menos cuidado. Van como un Titanic al iceberg:
Con el 'Día de la Liberación', el arancel medio ponderado sobre importaciones se va al 20-25 % frente al 1,6%, mínimo que marcó el máximo de globalización abierta durante Trump 1.0. El impuesto sobre el consumidor americano pretende fomentar la producción interna y busca una finalidad recaudatoria para compensar bajadas de impuestos. Consecuencias inmediatas: más inflación y menor crecimiento, por la enorme incertidumbre que abre un proceso en esencia de retaliación y escalada. El cambio de régimen queda bien encapsulado en el siguiente gráfico: niveles arancelarios equivalentes al periodo de depresión económica anterior a las guerras:
Y llueve sobre mojado. Restringir abruptamente la inmigración añade el mismo efecto contractivo en la economía real y el mismo efecto inflacionario. La disponibilidad abundante de mano de obra barata ha estado incardinada en el modelo de crecimiento del último quinquenio. O los recortes al Estado federal vía el DOGE que además de ser inconstitucionales por no pasar por el Congreso, son también contractivos sobre la actividad económica. Con un déficit fiscal del 7%, recortar ineficiencias es una consigna que suscribe cualquier economista. Pero hacerlo sin priorizar el equilibrio presupuestario sobre la extensión del recorte de impuestos de Trump 1.0 y precipitadamente, obviando la precariedad del contexto, es temerario en toda regla. Con todo, recesión prácticamente garantizada.
Y en este punto, la derivada más peligrosa de la EA, la que da cuenta de la enorme fragilidad del actual predicamento económico financiero americano: el hecho de que la coyuntura fiscal, esos déficits al 7% con un desempleo al 4%, prácticamente pleno empleo, es una anomalía histórica de proporciones descomunales, por imprudente. Una vulneración crasa de la ortodoxia keynesiana que aboga por ahorrar cuando la economía va bien. Una práctica de décadas que se ha roto bajo el fragor de la polarización. A esta coyuntura han contribuido tanto los recortes de impuestos de Trump 1.0, como los tres últimos años de Biden.
Sin duda, ese momento extraordinario que vivirán los mercados de bonos en EEUU al constatar que con la recesión ese déficit cruzará el doble dígito y que no existe margen fiscal para lidiar con ella porque se lo han gastado ya, tendrá naturaleza de “epifanía” o “revelación”. De cuatro conocedores a consenso de mercados. Es el 'momento Liz Truss americano'. Quién se lo financia empeñados como han estado en erradicar la confianza.
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El movimiento típico en recesiones entre clases de activos, de bolsa a renta fija soberana anticipando una relajación monetaria ortodoxa por parte de la FED, estará igualmente comprometido, con niveles más altos de inflación. Nótese ya, cómo aguanta ahí arriba, al 4 y pico por ciento, el bono a 10 años UST, con las caídas de bolsas. Igual de extraordinaria en este contexto es la caída del dólar, que pierde brillo. El inversor internacional está saliendo por patas.
Dónde encuentre el mercado el equilibrio es la gran pregunta, porque en ese punto, la naturaleza del fenómeno presentará tintes de disrupción sistémica, alcanzando incluso la posibilidad de quiebra soberana. Al fin y al cabo, socavar la estabilidad del epicentro del sistema financiero internacional, el dólar y sus mercados de capital, no ha pasado nunca desde que se rescindió la convertibilidad en oro allá por los 70. Algún precedente de quiebra sí existe, hundido en los tiempos. The US has never defaulted on its debt — except the four times it did.
Se abrirán tres opciones de política económica, no excluyentes: 1/ vuelta de la FED para contener el caos mediante la política no ortodoxa, la compra de títulos en el mercado de bonos ('quantitative easing'), monetizando expresamente esos déficits, 2/ desregulación bancaria agresiva para que el sistema financiero acuda a suplir al inversor internacional, y 3/ reestructuraciones de deuda soberana selectiva a los tenedores internacionales (hasta un 25% de la deuda). ¿Que no son maneras? Ustedes no saben con quién están tratando.
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Y aquí es donde cabe atisbar cierta lógica en el caos hasta la fecha. La obsesión de Trump por reducir los déficits, abaratar el dólar y cortar dependencias del resto del mundo, tiene amparo en un ensayo publicado por el actual presidente del Consejo de Asesores Económicos, S. Miran, para reestructurar las relaciones comerciales con el resto del mundo. El planteamiento inicial aspiraba a un acuerdo amigable entre países -el “acuerdo Mar-a-Lago”, What a Mar-a-Lago accord could look like, inspirado en los Acuerdos del Plaza en 1985- para debilitar el dólar. Pero Trump no es Reagan y ahora, vista la confrontación de esta administración con sus aliados, es impracticable. En ese mismo texto, se aboga por reestructuraciones de deuda mediante el intercambio de la actual por otra a 100 años sin cupón. Por ejemplo, pasar de 100 dólares de deuda nominal a 7c en valor presente. ¿Quién se apunta?
Si de lo que se trata es de subvertir el modelo de globalización anclado en un sistema internacional basado en reglas, en el que EEUU hacía de patrón benigno (y disfrutaba del privilegio exorbitante del dólar) a otro de esferas de influencia en el que impere la ley del más fuerte, apuntamos que EEUU goza de autosuficiencia energética, tecnológica y militar. Y que la única dependencia, interpretada ahora como debilidad, es… la financiera. La detallada arriba, el correlato a ese privilegio dólar y la excepcionalidad americana, por la cual el resto del mundo financia sus excesos.
Si de lo que se trata es de garantizarse autonomía absoluta y un dólar muy, muy barato al largo plazo para “hacer de nuevo América grande” (MAGA), quizá el repudio de obligaciones con el consiguiente desanclaje del dólar, sea la forma más expeditiva de conseguirlo. Que hayan calibrado en toda su profundidad y extensión el coste y los efectos, la pérdida letal de ascendencia sobre el resto del mundo, o la infección a través de sus mercados de capital en la economía global, es una cuestión distinta. Qué forma de matar la gallina de los huevos de oro. Autocracia consumada. “El poder es derecho”.
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Aunque la propia Lagarde, presidenta de nuestro BCE, ha tildado el plan Mar-a-Lago, o posibles derivadas, como “meramente especulativo”, la singularidad sin precedentes de las acciones en política internacional hasta la fecha, socavando décadas de consenso, así como la personalidad descarriada, y mesiánica del personaje, o su experiencia profesional a base de reestructuraciones de deuda en negocios fallidos, son muy reales. No podemos negar la virulencia y excentricidad de estos meses, Trump 2.0. Y hay que estar con la mente abierta.
Por el momento, cabe tomar la recesión americana inducida por políticas tóxicas y la consiguiente crisis fiscal histórica como altamente probables. Es sólo cuestión de cuándo exactamente, si semanas o meses, y el cómo. Desidia o perfidia- o ambas, el tiempo dirá.
PD: Hay que tener clara la pauta conductual típica de los agentes económicos y de los intermediarios financieros en periodos semejantes, renuente y esquiva a aceptar los hechos. Como humanos, sufrimos el clásico sesgo cognitivo de confirmación, interpretando la realidad de la forma que mejor nos conviene. Por ello, las recesiones típicamente se precipitan como con muy poco aviso. Y por lo que una gestión de riesgos maximalista, es ya imperativa.
A la oportunidad histórica para Europa al medio plazo, le dedicaremos otras entradas.
*Fernando Primo de Rivera, autor de La economía que viene… (Editorial Arzalia).
Hay tiempos en los que la Historia se hace en cuestión de días o semanas. Este es uno de ellos. El 'Día de la Liberación', la última traca de Trump en política arancelaria, consuma el aislacionismo económico, revienta los réditos de un modelo de globalización forjado durante décadas y garantiza una recesión con el consiguiente efecto depresivo sobre los mercados de capital globales. Una veta más de política tóxica que se añade a la virulencia de recortes presupuestarios (DOGE) o los de inmigración. Y a los ataques al imperio de ley y la seguridad jurídica: jueces, medios, universidades, abogacía, etc., que ponen en solfa la credibilidad del marco institucional americano como mejor riesgo soberano. Todo se sedimenta sobre una economía que sufre desequilibrios críticos y agotamiento por estímulos e incertidumbre. La detonación de esta guerra comercial podrá ser más o menos retardada según se negocie, pero es sistémica e irreversible. Y la preeminencia americana en los mercados financieros garantiza un agravamiento del contagio global.