Tu entorno es tu éxito... o tu sabotaje
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Sonia Pardo

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Tu entorno es tu éxito... o tu sabotaje

El entorno influye en quién eres y lo que construyes. Rodéate de personas que te desafíen con amor y te impulsen a crecer, protegiendo así tu salud mental y emocional

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No eres sólo tus hábitos. No eres sólo tu profesión. No eres sólo tus sueños. Eres el resultado de las personas que te rodean. La gente que ves cada día. Con quien hablas, con quien trabajas, con quien compartes silencios.

El entorno no es el decorado. Es el protagonista. Tu entorno te eleva o te sabotea. Te lo repito: te eleva o te sabotea. Hay personas que te oxigenan. Y otras que te ahogan. Hay personas que te abrazan con una mirada. Y otras que te arrugan el alma con una palabra. Rodéate de las primeras. Y aléjate de las segundas sin pedir permiso.

Porque si tu entorno normaliza la crítica destructiva, te volverás más severo. Si tu equipo trabaja desde el miedo, dejarás de proponer. Si tus socios compiten, dejarás de confiar. Y si tus relaciones están hechas de juicio, terminarás creyendo que amar es vigilar.

Pero si te rodeas de quienes te desafían desde el respeto, liderarás con empatía. Si convives con quienes te permiten equivocarte sin condena, educarás sin culpa. Si trabajas con personas que saben perdonar de verdad, construirás empresas donde la confianza no sea un eslogan, sino una práctica diaria. Tu entorno no solo afecta quién eres. Afecta lo que construyes.

Foto: El síndrome del héroe puede ser muy perjudicial para la salud mental. (iStock)

Jim Rohn lo dijo con claridad: "Eres el promedio de las cinco personas con las que pasas más tiempo".

No es una frase bonita. Es una advertencia: rodéate de personas que te desafían con amor, que te empujan a crecer sin competir, porque esto es una forma de autocuidado. No puedes florecer en una maceta rota. No puedes volar en un cielo envenenado. El entorno es tu jardín. Protégelo.

Foto: Xabi Cañellas (Youtube)

Hazte preguntas:
— ¿Quién me da paz y quién me da ansiedad?
— ¿Con quién me siento yo?
— ¿A quién le tengo que explicar cada decisión para que no me juzguen?
— ¿Con quién me da miedo equivocarme?
— ¿Quién me suma energía y quién me la roba?

Si no puedes ser tú, AHÍ NO ES.

Entrena tu inteligencia emocional como si fuera tu sistema inmunológico. Porque lo es. La inteligencia emocional no es solo para trabajar mejor. Es para vivir mejor. Te ayuda a identificar quién te apaga la luz, quién no siente si te hace daño, quién necesita controlarte para sentirse fuerte.

Foto: Las empresas. (iStock) Opinión

Es tu radar. Tu escudo. Tu mapa. La inteligencia emocional te permite leer el alma ajena. Detectar miradas que manipulan, silencios que castigan, elogios que esconden cuchillos. Te ayuda a intuir quién suma y quién finge. Te permite establecer límites. Saber decir: por aquí no paso.

Quien no siente, no cuida. Quien no escucha, no construye. Quien no valora, no merece. Hay personas vitamina. Te nutren, te hacen reír, te validan. Y hay personas drenaje. Te critican, te cuestionan, te restan. Identifícalas. No lo justifiques. No lo normalices. No lo aguantes.

Una relación sana no se alimenta de la culpa. No te exige que seas perfecta. No te castiga por fallar. Una relación sana te desafía desde el amor. Te dice la verdad sin destruirte. Te cuestiona sin invalidarte. Te empuja a ser tu mejor versión.

Foto: Las relaciones no son perfectas pero pueden ser seguras y duraderas. (Pexels/ Andre Furtado)

Nada como quien te ayuda a crecer, aunque duela; quien te ayude a levantarte, aunque duela; quien te cuestione desde el cariño, la comprensión, la empatía.

Rodéate de personas que te hagan pensar, dudar, vibrar. De quienes no te juzgan. De quienes se arremangan contigo. Fíate menos de los que sólo te aplauden. Fíate de quien te dice lo que necesitas oír, no lo que quieres oír.

La lealtad no es adularte. La lealtad es decirte la verdad con respeto. Desconfía de los que sólo aparecen cuando hay fotos. Valora a quien está cuando hay fuego. Rodéate de quienes se quedan cuando hay problemas. De los que, ante un incendio emocional, cogen una manguera y no salen corriendo. La confianza se construye con presencia. Con actos. Con coherencia.

Foto: Paloma Rey. (Instagram/@palomareypsicologia)

Asume que estar en un entorno donde el perdón real existe no es un lujo emocional, es una necesidad vital.

Según la investigadora americana Allison Carter, el perdón verdadero no es olvidar ni justificar; es una decisión consciente de soltar el rencor para sanar y avanzar.

Las personas que saben perdonar no te castigan por fallar, no te encierran en tus errores, no te recuerdan cada tropiezo. Te miran con humanidad. Te permiten ser imperfecta sin dejar de valorarte.

Foto: Existen seis criterios para considerar el síndrome del impostor (iStock)

En ese tipo de entorno —donde el juicio cede espacio al entendimiento— florecen la confianza, la lealtad y la libertad emocional. Porque sin perdón no hay vínculo profundo, solo pactos frágiles sostenidos por el miedo. Y tú no estás hecha para vivir encogida. Todos tenemos un alto potencial por explorar: pero sólo en los entornos adecuados logramos expandirnos.

Así que piensa en construir entornos donde haya perdón sincero. Ahí tendrás vínculos que sanan en lugar de romper. Quédate donde puedas ser tú, incluso rota. Porque las relaciones que duran no son las que nunca fallan, sino las que saben perdonarse sin destruirse. Cultívalas.

Y por esa razón, tu salud mental no se negocia. Tu energía no es infinita. Tu autocuidado es tu responsabilidad. Cuídalo entrenando tu fortaleza interior. Estudia. Trabaja. Lee. Aprende. Rodéate de sabios y sensibles. De gente que inspire, que te cuestione sin herirte, que te rete sin humillarte.

Foto: ¿Por qué nos sentimos invisibles? (iStock)

Quien te ayuda a crecer no es quien te halaga, es quien te desafía con ternura. Y elige bien con quién compartes ese viaje.

Revisa tu entorno como revisas tus analíticas de salud. Hazlo con la misma urgencia. Con el mismo rigor. Si estás agotada, si sientes que has perdido el norte, revisa tu entorno. Quizás no eres tú. Quizás es el suelo en el que estás plantada.

Cambiar de entorno es difícil. Pero quedarte en uno tóxico te destruirá. No te disculpes por alejarte de quien no te cuida. No necesitas permiso para proteger tu salud mental. La culpa no es una herramienta de conexión. Es una cadena.

Foto: Elizabeth Clapés, psicóloga, ayuda a querernos un poquito más. (Instagram / @esmipsicologa / Marta Claveria)

En tu entorno deben estar personas que:

— Te miran con ternura cuando fallas.
— Te retan con respeto.
— Te celebran sin envidia.
Te acompañan sin asfixiarte.
Te permiten ser tú, incluso en tus días más grises.
— Te saben perdonar porque aunque el perdón no borra lo que pasó, cambia lo que viene.

Rodéate de quienes lo practican con el corazón, no con condiciones. Quien te ama bien, no te juzga por tus cicatrices. Te ayuda a sanarlas. Quien te respeta, no necesita controlarte. Confía. Quien te valora, no compite contigo. Te aplaude. Y quien te quiere de verdad, no te quiere perfecto: te quiere libre.

A veces creemos que ser fuertes es aguantar. Pero la verdadera fortaleza está en saber irse. En decir: "esto no es para mí". Cuidar tu entorno es cuidar tu éxito. Tu equilibrio. Tu salud mental. Tu futuro.

Foto: Relaciones (iStock)

Es una decisión vital. Una inversión emocional. Una garantía de libertad interior. No te sientas culpable por elegir rodearte bien. Siéntete responsable. La vida es demasiado corta para regalarle tu energía a quien no sabe cuidarla.

Proclámate guardiana de tu entorno. Selecciona, elige, limpia. Escoge a quienes te ayuden a escribir tu historia, no a tacharla. A quienes te acojan cuando caes y te reten cuando crezcas. A quienes celebren tus pasos y no teman tu brillo.

Y recuérdalo siempre: Tu entorno es tu éxito... o tu sabotaje.

No eres sólo tus hábitos. No eres sólo tu profesión. No eres sólo tus sueños. Eres el resultado de las personas que te rodean. La gente que ves cada día. Con quien hablas, con quien trabajas, con quien compartes silencios.

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