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El nacimiento de una nueva economía (y los retos que nos plantea)
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Ricardo Forcano

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El nacimiento de una nueva economía (y los retos que nos plantea)

La nueva economía de los agentes va a acelerar el progreso en ámbitos fundamentales como la ciencia, la salud o la educación, pero también nos va a traer grandes retos. Afrontarlos va a requerir un gran esfuerzo colectivo

Foto: Foto: EFE/Carlos Díaz.
Foto: EFE/Carlos Díaz.

Si algo caracteriza la era en la que vivimos, es la complejidad. El mundo que nos rodea es un entramado de procesos no lineales entre los que destaca la disrupción tecnológica provocada por la inteligencia artificial (IA), la computación cuántica, la robótica... Pero para comprender hacia dónde vamos, necesitamos primero entender de dónde venimos. Y el punto de partida es la digitalización.

En los últimos 25 años hemos vivido una serie de cambios económicos y sociales provocados por un proceso de digitalización de la economía que han impulsado cuatro tecnologías:

  • La aparición de internet, que permitió el desarrollo de canales y servicios digitales que han ido sustituyendo a los canales y productos físicos gracias a su eficiencia y escalabilidad, tal como anticipó Marc Andreessen en su célebre artículo Why software is eating the world.
  • El desarrollo de la nube (cloud), que ha permitido que esos servicios digitales estén siempre disponibles, sean escalables y podamos consumirlos bajo demanda.
Foto: Robot humanoide. (EFE) Opinión
  • Los dispositivos móviles (mobile), que han habilitado que esos servicios digitales sean accesibles en cualquier momento y lugar.
  • Y el procesamiento masivo de datos (big data), que ha hecho que los servicios digitales sean contextuales y personalizados, como vemos en el streaming de música o en las plataformas de ecommerce.
Foto: Mark Zuckerberg, CEO de Meta, durante una audiencia en Washington, EEUU. (EFE)

La combinación de estas cuatro tecnologías (internet, cloud, mobile y big data) ha hecho que la economía viva hoy a caballo entre el mundo físico y el mundo digital. De hecho, la frontera que los separa sigue desplazándose para expandir el espacio digital en ámbitos como la salud, la industria o la administración pública.

La economía de los agentes

Este proceso ha sido una revolución, pero una cosa fundamental no ha cambiado: los servicios digitales siguen siendo consumidos por seres humanos. Sin embargo, estamos ahora viviendo el nacimiento de una nueva economía en la que los servicios digitales ya no sólo van a ser consumidos por seres humanos, sino también por agentes basados en sistemas de IA. La agencia -la capacidad de actuar de manera autónoma y tomar decisiones- va a dejar de ser exclusivamente humana, y un volumen cada vez mayor de actividades económicas van a ser realizadas por agentes de IA. Como ejemplo, hasta ahora planificar un viaje a Londres era algo que hacíamos nosotros mismos entrando en aplicaciones móviles o páginas web para sacar un billete de avión, reservar un hotel, un musical…, pero muy pronto delegaremos todas estas tareas en un agente indicándole cuándo, dónde y con qué presupuesto queremos viajar.

Esta transformación no va a suceder sólo en el mundo digital, sino también en el mundo físico gracias a los robots humanoides que están creando compañías como Tesla o Figure AI, con importantes avances en sensores, actuadores, baterías y los propios sistemas de IA. Además, los agentes (digitales y físicos) aumentarán sus capacidades con la computación cuántica, una forma emergente de computación que aprovecha las propiedades cuánticas de las partículas para tratar de resolver problemas intratables para los ordenadores clásicos. Y estos agentes se convertirán en agentes económicos gracias a blockchain, registro inmutable y transparente de las transacciones económicas que realicen. En definitiva, podemos vislumbrar cómo la combinación de estas cuatro tecnologías (IA, robótica, quantum y blockchain) dará lugar en los próximos años al nacimiento de la economía de los agentes.

Foto: María Dolores Vivas y María Auxiliadora Ruiz (Fuente: Universidad Alfonso X el Sabio)

Una nueva arquitectura de la empresa

El impacto de esta nueva economía sobre las empresas va a ser muy estructural. En la última década, la digitalización ha convertido el móvil en el centro de la relación con el cliente en muchos sectores y miles de equipos en todo el mundo trabajan en el diseño, desarrollo y optimización de aplicaciones móviles para atender a sus clientes. Pero esto va a cambiar con los agentes, que van a ir ganando terreno a las aplicaciones móviles y las páginas web que, además, en algunos casos tendrán que ser rediseñadas para la interacción con agentes en lugar de la interacción humana. Al mismo tiempo, los agentes van a ir también ganando terreno a los seres humanos que asisten en la compra de productos y en el servicio al cliente, ya que los clientes van a ser cada vez más autónomos gracias a sus agentes personales.

Pero más allá de estos cambios en los canales y el modelo de relación con el cliente, lo que va a surgir es realmente una nueva arquitectura de la empresa: nuevos dispositivos (distintos de los móviles, como el proyecto en el que está trabajando Jony Ive con OpenAI), nuevas formas de interacción (conversacionales -por texto y por voz- pero también multimodales), nuevas plataformas tecnológicas (basadas en una arquitectura multiagente sobre una plataforma de microservicios), nuevos paradigmas de desarrollo de software (como podemos ver ya con herramientas como Cursor o Windsurf), nuevos modelos de operaciones (en los que la automatización permitirá acercar las operaciones al desarrollo), etc.

¿Aumentación o sustitución de los humanos?

Viendo el impacto que los agentes van a tener sobre las empresas, la pregunta que surge a continuación es cuál puede ser el impacto de la IA sobre las personas que trabajan en esas organizaciones. Para analizarlo, imaginemos por ejemplo una persona que desarrolla un rol en una empresa que consiste en llevar a cabo 30 actividades distintas todos los meses. El impacto de la IA sobre el rol de esta persona podemos graduarlo en tres niveles:

Foto: Chungin 'Roy' Lee, CEO y cofundador de Cluely. (Cluely)
  • En un primer nivel, la persona sigue desarrollando su rol con todas sus actividades, pero usa distintos copilots (herramientas de IA) para realizarlas y esto hace que sea un 20-40% más productiva. En este primer nivel podríamos hablar de aumentación humana.
  • En un segundo nivel, la persona sigue realizando su rol, pero empieza a delegar algunas de sus actividades (primero 2 ó 3, luego 5, 10…) a agentes de IA y de esta manera da un salto multiplicador de productividad. Sería el ejemplo de lo que en desarrollo de software se conoce como 3x developer: un desarrollador que realiza el trabajo de tres personas a la vez. En este nivel podríamos hablar de multiplicación humana.
  • Finalmente, en un tercer nivel, todas las actividades que desarrollaba la persona en su rol pueden ser delegadas en distintos agentes y orquestadas también por un agente mediante una arquitectura multiagente. En este nivel hablaríamos ya de la sustitución del humano.
Foto: Inteligencia Artificial y empleo. (Pixabay)

¿Dónde estamos hoy en esta escala? El nivel 1 está avanzando de forma muy transversal en múltiples roles y sectores conforme las empresas empiezan a adoptar las herramientas de IA para ponerlas a disposición de sus empleados. El nivel 2 empieza a extenderse en ámbitos técnicos (como ingeniería u operaciones), pero lo vamos a ir viendo en cada vez más roles. Y mi impresión es que las empresas están evitando hablar del nivel 3, pero es una realidad que está a la vuelta de la esquina en actividades como el desarrollo de software, los contact center o los back-office. Cuando alcancemos plenamente el nivel 3 en estas actividades, la presión del mercado por capturar las mejoras de eficiencia asociadas va a ser difícil de contener.

Los retos de la nueva economía

Estos avances nos van a plantear nuevos retos que debemos afrontar. En primer lugar, la extensión a gran escala del nivel 1 va probablemente a provocar un deterioro de nuestra capacidad cognitiva, tal como plantea el artículo que acaba de publicar el MIT sobre las consecuencias neuronales del uso de LLM para escribir textos: pérdida de conectividad neuronal, menor activación de distintas zonas del cerebro, peor desarrollo de la memoria, etc. De alguna manera, igual que la industrialización impulsó el progreso económico, pero nos llevó también al sedentarismo y hemos acabado teniendo que ir al gimnasio para cuidar nuestro cuerpo; o de la misma manera que la digitalización nos ha dado acceso a infinidad de servicios y contenidos, pero al mismo tiempo ha dañado nuestra capacidad de atención y necesitamos ahora hacer mindfulness para cuidarla; la IA va probablemente a deteriorar nuestra capacidad cognitiva y vamos a necesitar preservarla desarrollando nuevos hábitos: ¿talleres de escritura de hoja en blanco? ¿Grupos de diálogo socrático?

El nivel 2 -cuando una persona es capaz de realizar el trabajo de 2 o 3 personas- nos plantea un reto adicional. Probablemente en este nivel todavía no veamos empresas haciendo grandes reestructuraciones de personal, pero sí implantando políticas de dejar de contratar personas, como de hecho ya estamos viendo en algunas compañías tecnológicas y consultoras. La congelación de contrataciones va a tener un impacto directo en el mercado laboral, sobre todo en los perfiles más júnior, y puede también impactar negativamente en las organizaciones, haciéndolas más endogámicas y menos diversas al no incorporar talento nuevo. El reto será, por tanto, cómo ajustar la estructura de la organización sin dejar de incorporar talento nuevo, incluyendo la contratación de perfiles junior.

Foto: Un ingeniero programa desde un ordenador en su apartamento. (Pexels)

Reconectar con lo que somos

El impacto del nivel 3 va a ser mucho mayor y puede llegar a provocar que ciertas profesiones acaben siendo irrelevantes, igual que sucedió con la industrialización, pero a una velocidad mucho mayor: de años en lugar de décadas. Esto nos va a obligar a profundizar en entender quiénes somos como seres humanos y qué es lo que nos distingue de los sistemas de IA que hemos creado. Un eje fundamental para esta reflexión es entender -tal como plantea el filósofo Ken Wilber- que el ser humano es un ser multidimensional, de modo que cada una de sus dimensiones integra y trasciende a la anterior:

  • En su dimensión más básica, el ser humano es un cuerpo físico formado por un conjunto de átomos y moléculas que son objeto de estudio de la física y la química y que mantienen una integridad gracias a la información almacenada en su archivo genético.
  • En una segunda dimensión, el ser humano es un ser biológico que desarrolla los procesos de la vida (la respiración, la alimentación, la reproducción…) y que expresa emociones (como la ira, la sorpresa o la alegría). Esta dimensión es objeto de estudio de la biología e integra y trasciende a la dimensión física, ya que no podemos explicarla desde la física de partículas al ser de un nivel de complejidad superior.
Foto: Un candidato y una empleada hablan durante una entrevista de trabajo. (Unsplash)
  • En una tercera dimensión, el ser humano desarrolla una capacidad mental gracias a la cual podemos elaborar conceptos, ideas, pensamientos, pensar sobre nuestro propio pensamiento. En esta dimensión surgen también los sentimientos (como el afecto, el enfado o la envidia) que nacen de nuestros pensamientos, y es objeto de estudio de la psicología y la filosofía. Esta dimensión integra y trasciende a las dimensiones física y biológica-emocional.
  • Finalmente, el ser humano presenta además una dimensión trascendental o espiritual. Esta dimensión integra y trasciende a las anteriores dimensiones física, biológica-emocional y mental-sentimental y nos permite trascender nuestro pensamiento para conectar con la esencia de nuestro Ser, con nuestra identidad más profunda y permanente. Desde ella desarrollamos la intuición, ejercemos la libertad y somos capaces de amar.

Más allá de nuestra dimensión mental

Como seres humanos, necesitamos reconocer, integrar y desarrollar todas y cada una de estas dimensiones. Pero lo cierto es que la IA se basa en LLM (modelos de lenguaje) y el lenguaje es la herramienta fundamental de nuestra dimensión mental- racional. Por tanto, la IA y los agentes van a ir ocupando un espacio cada vez mayor de nuestra dimensión mental (que tendremos que cuidar y desarrollar, como hemos comentado), de modo que para seguir siendo relevantes tendremos que redefinir los roles profesionales anclándolos también en nuestras dimensiones pre-mental y trans-mental: en nuestra corporalidad y nuestras emociones, por un lado, y en nuestra intuición, libertad trascendental y capacidad de amar por otro.

Foto: Imagen de archivo de la Comisión Europea

Un ejemplo de esto podemos verlo en los médicos, cuya actividad se centra a menudo en lo mental: hacer un diagnóstico, indicar un tratamiento, recoger los datos en un informe… Dicha actividad será pronto superada por una combinación de agentes especializados en estas tareas, y el rol del médico deberá orientarse más a la conexión emocional con el paciente, la comunicación compasiva y el acompañamiento humano.

Ante este panorama, ¿podemos ser optimistas sobre el futuro? Creo firmemente que sí. Toda esta transformación nos va a plantear grandes retos, pero al mismo tiempo nos va a hacer más humanos, llevándonos a reconectar con dimensiones de nuestro ser que teníamos algo olvidadas: nuestra corporalidad, nuestras emociones, nuestra trascendencia, nuestra espiritualidad… De alguna manera, el progreso que hemos vivido tras la Ilustración y la revolución científica nos ha hecho seres excesivamente mentales, y ahora vamos a tener la oportunidad (y la necesidad!) de reconectar con otras dimensiones de nuestro ser que son igualmente importantes. Sobre todo con nuestra dimensión trascendental y espiritual, que es la más significativa de todas, que integra y trasciende a todas las demás y que de alguna manera habíamos ido arrinconando en las últimas décadas. En el equilibrio entre nuestra vida exterior y nuestra vida interior, lo exterior ha crecido de forma tan desmesurada que ha terminado ahogando nuestra interioridad. Nos toca ahora, por tanto, recuperar espacio para nuestra vida interior (a través de la pausa, el silencio, la meditación), desde la que verdaderamente emana nuestra sabiduría, nuestra libertad, nuestra auténtica creatividad y nuestra capacidad de amar. Como dijo el novelista francés André Malraux: el siglo XXI será espiritual o no será.

La nueva economía de los agentes va a acelerar el progreso en ámbitos fundamentales como la ciencia, la salud o la educación, pero también nos va a traer grandes retos. Afrontarlos va a requerir un gran esfuerzo colectivo que debe empezar por nuestro compromiso personal. En nuestras manos está comprometernos con temas tan centrales como preservar nuestra capacidad cognitiva, seguir dando oportunidades laborales a los jóvenes o redefinir los roles profesionales desde una perspectiva más amplia y multidimensional. El reto es enorme, pero la oportunidad también lo es: la oportunidad de ser auténticamente humanos.

Foto: El economista Olivier Blanchard posa para El Confidencial en la sede de la Fundación BBVA en Bilbao. (J. G. O.)
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Carlos Sánchez Fotografía: Jon Garate Ondarre

*Ricardo Forcano es consejero y asesor de empresas. Ha sido ejecutivo en empresas de energía, medios de comunicación y banca, siendo CIO y CHRO de BBVA en su última etapa. Apasionado por la ciencia, la tecnología y la filosofía, analiza la disrupción tecnológica desde una visión profunda y humanista.

Si algo caracteriza la era en la que vivimos, es la complejidad. El mundo que nos rodea es un entramado de procesos no lineales entre los que destaca la disrupción tecnológica provocada por la inteligencia artificial (IA), la computación cuántica, la robótica... Pero para comprender hacia dónde vamos, necesitamos primero entender de dónde venimos. Y el punto de partida es la digitalización.

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